La Conferencia Episcopal Alemana (DBK) ha publicado el documento “Creados, redimidos y amados. Visibilidad y reconocimiento de la diversidad sexual en la escuela”, una guía educativa que defiende la “aceptación incondicional de todas las orientaciones sexuales e identidades de género” en los centros escolares católicos. Lejos de iluminar la educación con la verdad del Evangelio, el texto asume sin reservas el vocabulario y los postulados de la ideología de género, en nombre de una supuesta “pastoral de inclusión”.
El texto, firmado por el obispo de Dresde, Heinrich Timmerevers, sostiene que la escuela debe ser “un lugar donde los niños y jóvenes encuentren protección frente a la discriminación y experimenten aceptación en su desarrollo individual”. Sin embargo, lo que presenta como respeto se convierte en una rendición ideológica ante la cultura dominante, que niega la diferencia natural entre hombre y mujer y pretende imponer una visión relativista de la persona humana.
Inspirado por el Camino Sinodal y el pensamiento secular
El documento se enmarca en las resoluciones del Camino Sinodal alemán, que en los últimos años ha promovido la “relectura” de la moral sexual católica a la luz de las teorías contemporáneas sobre identidad y orientación. Esta reinterpretación sustituye la verdad revelada por la autopercepción subjetiva, vaciando de contenido la antropología cristiana. El texto llega incluso a recomendar la formación de los profesores en temas LGBTQ+ y la adopción de un “lenguaje neutral en género”, expresiones tomadas directamente de la agenda ideológica de Naciones Unidas y de los movimientos queer.
Al pedir que los docentes “visibilicen la diversidad sexual” y eviten “todo juicio moral”, los obispos alemanes abandonan el discernimiento cristiano y legitiman una visión del ser humano separada de su Creador. Es una traición pastoral y doctrinal que confunde la misericordia con la aprobación del error.
La doctrina católica silenciada
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que toda persona merece respeto y compasión, pero que los actos homosexuales “no pueden aprobarse en ningún caso” (n. 2357). Nada de esto aparece en el texto de la DBK. En su lugar, los obispos alemanes apelan a un amor sin verdad, reduciendo la caridad a mera aceptación emocional. El documento llega incluso a afirmar que “no se emitirán juicios sexualmorales” y que “toda identidad humana alcanza su santificación en Cristo”, una frase que, tomada al pie de la letra, justifica cualquier estilo de vida.
La omisión de la enseñanza moral católica es tan evidente que el documento podría ser firmado por cualquier grupo laicista defensor de la diversidad. Bajo la retórica de la inclusión, se legitima la negación del orden natural y se desfigura el rostro de la educación cristiana.
Los colegios católicos, en vía de secularización
Al trasladar la ideología de género al ámbito educativo, la Conferencia Episcopal Alemana pone en riesgo la identidad de las escuelas católicas. En lugar de ser lugares donde se forme la conciencia según la verdad del Evangelio, se corre el peligro de convertirlas en espacios de adoctrinamiento ideológico. Lo que debería ser educación en la verdad y en la virtud se degrada a catequesis de la tolerancia relativista.
El documento anima además a los profesores LGBTQ+ a ser “modelos visibles” para sus alumnos y afirma que la orientación sexual “ya no puede ser motivo de despido o exclusión” tras la reforma de la Grundordnung eclesial en 2022. Es decir, se normaliza dentro de las instituciones católicas lo que el Magisterio siempre ha considerado contrario al testimonio de vida que exige el servicio educativo en la Iglesia.
La confusión de los fieles y el deber de la verdad
Esta deriva de la Iglesia en Alemania no es nueva, pero cada nuevo documento confirma un proceso de desintegración doctrinal que alarma a muchos católicos. El afán de “modernizar” el lenguaje pastoral ha desembocado en una pastoral sin fe, donde ya no se habla de pecado y gracia, sino solo de inclusión, reconocimiento y diversidad. Es el triunfo del espíritu del mundo sobre el Espíritu de Dios.
Frente a esta confusión, conviene recordar que la verdadera caridad no consiste en aprobar todo, sino en decir la verdad con amor. Como enseñó Benedicto XVI, “Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad” (Caritas in Veritate, n. 3).
La urgencia de una corrección fraterna
Hace pocos días, León XIV publicó su segunda carta apostólica, esta vez dedicada a la educación. En el documento «Diseñar Nuevos Mapas de Esperanza» afirma que:
«La escuela católica es un ambiente en el que se entrelazan la fe, la cultura y la vida. No es simplemente una institución, sino un ambiente vivo en el que la visión cristiana impregna cada disciplina y cada interacción. Los educadores están llamados a una responsabilidad que va más allá del contrato de trabajo: su testimonio vale tanto como su lección.»
El documento “Creados, redimidos y amados” no es una ayuda pastoral, sino paso más del colapso moral y doctrinal que atraviesa buena parte del episcopado alemán. Sus autores parecen más preocupados por agradar a los medios que por salvar almas —y contradecir abiertamente al Papa—. Es necesario que Roma intervenga para detener esta deriva que erosiona la fe de los jóvenes y desfigura el testimonio de la Iglesia.
La educación católica no puede convertirse en una sucursal de las ideologías del momento. Su misión no es promover la autopercepción, sino conducir al encuentro con la verdad de Cristo, el único que revela al hombre quién es en realidad. Y esa verdad —aunque moleste— no cambia con las modas.
