Hace 83 años, Pío XII consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María

Hace 83 años, Pío XII consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María

El 31 de octubre de 1942, en el dramático contexto de la Segunda Guerra Mundial, el Papa Pío XII pronunció una de las oraciones más trascendentes de su pontificado: la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María. A través de un mensaje radiofónico dirigido a Portugal con motivo del 25.º aniversario de las apariciones de Fátima, el Santo Padre respondió finalmente al llamado que la Virgen había hecho a los pastorcitos en 1917.

Era el año en que los ejércitos totalitarios asolaban Europa y el mundo vivía entre ruinas y desesperanza. En ese escenario, Pío XII elevó su voz desde Roma para recordar que la esperanza cristiana no muere, porque está anclada en Dios y confiada al Corazón materno de María.

“A ti, a tu Corazón Inmaculado, confiamos, entregamos y consagramos el mundo”

En su oración, el Papa Eugenio Pacelli dirigió a la Virgen palabras que aún resuenan con fuerza profética: “A ti, a tu Corazón Inmaculado, confiamos, entregamos y consagramos no solo la Santa Iglesia, Cuerpo místico de tu Hijo, sino también todo el mundo, desgarrado por feroces discordias”.

Con esta fórmula, pronunciada desde la Basílica de San Pedro y transmitida por radio a Fátima, el Pontífice colocó a la humanidad bajo el amparo de la Virgen María, pidiendo su intercesión para obtener la paz y la conversión de los corazones. Aunque el acto no mencionaba expresamente a Rusia —como había pedido Nuestra Señora—, fue el primer paso decisivo hacia el cumplimiento de esa solicitud celestial.

Fátima y la promesa de la paz

Según el testimonio de Lucía dos Santos, la única vidente sobreviviente de Fátima en aquel momento, el cielo acogió con agrado el gesto del Papa. En una carta dirigida al entonces secretario de Estado, el cardenal Luigi Maglione, sor Lucía afirmó que Dios “prometía acortar los días de guerra” como signo de benevolencia ante la consagración.

Dos años más tarde, en 1944, el Papa Pío XII consagró además toda la humanidad al Corazón Inmaculado de María, y en 1952, con la carta apostólica Sacro Vergente Anno, consagró específicamente a los pueblos de Rusia, cumpliendo así más plenamente el pedido de la Virgen. Estas decisiones confirmaron su profundo vínculo espiritual con el mensaje de Fátima y su confianza total en la mediación maternal de María.

El Papa de Fátima

El pontificado de Pío XII (1939–1958) quedó marcado por esa dimensión mariana. Fue él quien instituyó en 1944 la Fiesta del Inmaculado Corazón de María para toda la Iglesia y quien, en 1950, proclamó solemnemente el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen. Su devoción al Rosario y a la Virgen de Fátima fue constante, hasta el punto de ser conocido como “el Papa de Fátima”.

Durante los años de la posguerra, el Pontífice insistió en que la verdadera reconstrucción del mundo solo sería posible si las naciones retornaban a Dios y confiaban en el poder del Corazón Inmaculado. “En este refugio encontrarán salvación los pueblos y las almas”, decía.

Una consagración aún actual

Ochenta y tres años después, el eco de aquel acto sigue siendo actual. En un mundo nuevamente sacudido por guerras, violencia y apostasía, la consagración de Pío XII recuerda que no hay paz sin conversión, ni conversión sin oración. La historia muestra que cuando los hombres se apartan de Dios, el mal se impone; pero cuando vuelven a Él por medio de María, la gracia se derrama con fuerza.

En tiempos de confusión espiritual y crisis moral, aquel gesto del Papa Pacelli brilla como un faro. Su oración fue una proclamación de fe frente al caos, un acto de esperanza frente al poder destructivo del odio y un testimonio de amor filial hacia la Madre de Dios.

Quizá por eso, su voz del 31 de octubre de 1942 sigue resonando hoy con la misma urgencia: “Reina del Santísimo Rosario, refugio del género humano, vencedora de todas las batallas de Dios… acoge este mundo destrozado y tráelo de nuevo a Cristo”.

Oración de consagración de Pío XII (31 de octubre de 1942)

“Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora de todas las batallas de Dios, a Ti, a Tu Corazón Inmaculado, confiamos, entregamos y consagramos no solo la Santa Iglesia, Cuerpo Místico de tu Hijo, sino también el mundo entero, desgarrado por las discordias, abrasado por el odio, víctima de la propia iniquidad.

Haznos sentir tu misericordiosa protección; apártanos de todo error; dirige nuestros pasos con amor maternal; concede la paz al mundo; haz que tu amor reine en los corazones de los hombres, en las familias y en las naciones.

Y, finalmente, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, quien con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.”

Ayuda a Infovaticana a seguir informando