El Gobierno de España ha invertido tres millones de euros, de dinero público, en restaurar un templo masónico en Santa Cruz de Tenerife. El edificio, antaño sede de la Logia Azaña, será reabierto como museo con honores institucionales y discursos de exaltación a los “valores de la masonería”.
El inmueble fue construido a comienzos del siglo XX para albergar las reuniones y rituales de la Logia Azaña. Tras la Guerra Civil, fue requisado por el Estado, utilizado primero por la Falange Española y más tarde como almacén de la Farmacia Militar.
En 2001, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife adquirió el edificio y, tras décadas de abandono, en 2022 comenzaron las obras de restauración financiadas con fondos estatales.
La exaltación pública de lo incompatible
El ministro Ángel Víctor Torres, responsable de Políticas Territoriales y Memoria Democrática, celebró que los fondos públicos hayan servido para “recuperar la memoria de la Masonería y su defensa de la igualdad, la democracia y la educación laica”. Palabras que, lejos de la neutralidad, exhiben una intención política: contraponer la fe cristiana —y su herencia en la vida pública— con el credo laicista y esotérico que históricamente ha combatido a la Iglesia.
El alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez, se refirió al templo como “una luz que nunca debió apagarse”. En realidad, esa “luz” fue condenada repetidas veces por la Iglesia precisamente porque se opone a la Luz verdadera, Cristo. Lo que se presenta como un símbolo de progreso y libertad no es sino la rehabilitación de una ideología anticristiana revestida de estética patrimonial.
La advertencia de la Iglesia
La masonería, recordemos, nació como una fuerza política y cultural abiertamente hostil a la Iglesia, promotora del relativismo, la secularización y la disolución moral de la sociedad cristiana.
La postura de la Iglesia sobre la masonería no admite ambigüedades. En 2023, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe reiteró que “la pertenencia activa a la masonería está prohibida” por su incompatibilidad irreconciliable con la fe católica. Y el Código de Derecho Canónico, en su canon 1374, establece penas para quien se afilie o promueva asociaciones que “maquinen contra la Iglesia”.
La falsa neutralidad de un Estado laico
La restauración del templo masónico de Tenerife no es un acto inocente de conservación patrimonial, sino un síntoma de la desorientación espiritual de una nación que ha perdido la conciencia de su identidad cristiana. España, que durante siglos levantó catedrales, monasterios y universidades al servicio de los hombres, pero desde la transcendencia de la fe, hoy invierte recursos públicos en recuperar un símbolo de oposición a la Iglesia intentando rescatar la memoria en nombre de la democracia.
Lo que se presenta como “memoria democrática” es, en realidad, la memoria selectiva de una ideología que busca sustituir la fe por el culto al hombre. La masonería ha sido históricamente el laboratorio donde se gestan los valores del relativismo moral, del laicismo militante y de la disolución del orden natural. Que el Estado financie su exaltación equivale a proclamar una religión civil sin Dios, donde la verdad revelada se reemplaza por la voluntad política.
