La apertura de una “casa de eutanasia” secreta en la ciudad de Victoria, capital de la provincia canadiense de Columbia Británica, ha causado profunda preocupación entre grupos provida y representantes de la Iglesia, que denuncian la expansión silenciosa del programa de “asistencia médica para morir” (MAID) en Canadá.
Según reveló el National Catholic Register, la organización sin ánimo de lucro MAiDHouse inauguró en febrero una segunda sede en la ciudad —después de abrir su primer centro en Toronto en 2021—, sin revelar su ubicación exacta ni contar con información pública sobre permisos o licencias.
La Agencia Tributaria de Canadá ha otorgado a MAiDHouse estatus de entidad benéfica, y el Ministerio de Salud federal la reconoce como uno de los “recursos nacionales” en materia de eutanasia. Este hecho ha provocado indignación entre los defensores de la vida.
“No entiendo cómo una organización que mata personas puede ser considerada una caridad”, expresó Alex Schadenberg, director ejecutivo de la Euthanasia Prevention Coalition, quien calificó la expansión de estas instalaciones como “un nuevo mínimo moral” para el país.
Schadenberg criticó que estos centros se presenten como espacios “acogedores y humanos”, cuando en realidad, señaló, “existen únicamente para matar”.
Secreto, silencio y complicidad oficial
Medios católicos locales, como B.C. Catholic, intentaron contactar a MAiDHouse para conocer su ubicación y condiciones de operación, pero no obtuvieron respuesta. Tampoco las autoridades municipales de Victoria ofrecieron información sobre licencias o supervisión.
Christian McCay, portavoz de Choose Life Victoria, denunció que la casa de eutanasia haya operado durante meses sin conocimiento público: “Es profundamente inquietante que haya funcionado en secreto durante medio año. Esto es moralmente inaceptable”.
McCay, recientemente elegido líder del Christian Heritage Party of B.C., pidió al gobierno provincial que impulse hospicios públicos libres de eutanasia y garantice un acceso digno a los cuidados paliativos: “A los pacientes se les está negando la atención real, se les empuja al suicidio asistido. Eso no es dignidad, es desesperación”.
La voz de la Iglesia
El obispo de Victoria, Mons. Gary Gordon, recordó en una carta pastoral de 2022 que la ideología de la eutanasia se alimenta del miedo al sufrimiento y de la soledad, pero advirtió que “elegir la muerte nunca es la voluntad del Creador”.
“El samaritano del Evangelio no ofreció al moribundo la eutanasia”, escribió el prelado. “La fe católica sigue rechazando de forma clara y rotunda el suicidio asistido como respuesta al dolor o la desesperación”.
El obispo insistió en que la verdadera compasión consiste en acompañar al enfermo, no eliminarlo, y recordó el mandamiento divino: “No matarás”.
Una cultura de muerte normalizada
Marie Peeters-Ney, reconocida activista provida de la parroquia Our Lady of the Rosary en Victoria, lamentó la noticia pero dijo no sorprenderse: “Cuando se empieza a matar, se desata una especie de frenesí, y se hace cada vez más grande. Pagamos a gente para que mate a nuestros seres queridos”.
Otras voces, como la veterana de guerra y comunicadora Kelsi Sheren, denunciaron que el modelo de MAiDHouse “se alimenta de la desesperación” y que sus responsables “no practican cuidados médicos, sino cuidados de muerte”.
Según el informe más reciente de Health Canada, en 2023 se registraron 2.759 muertes por eutanasia en Columbia Británica, un 18 % del total nacional. Casi el 38 % ocurrieron en residencias privadas, lo que refleja una preocupante normalización del acto de quitar la vida como supuesto “servicio sanitario”.
