El Papa exhorta a “atreverse a la paz” en un mundo cansado de la violencia

El Papa exhorta a “atreverse a la paz” en un mundo cansado de la violencia

Este martes 28 de octubre, desde el Coliseo de Roma, ante líderes cristianos y representantes de las grandes religiones del mundo, el Papa León XIV lanzó un llamado urgente al fin de las guerras: “¡Basta! La guerra nunca es santa, sólo la paz es santa, porque es la voluntad de Dios”.

El encuentro, promovido por la Comunidad de Sant’Egidio bajo el lema “Osare la pace” (“Atreverse a la paz”), coincidió con el 60.º aniversario de la declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II, que abrió una nueva etapa de diálogo entre la Iglesia católica y las religiones del mundo. El evento forma parte del camino espiritual hacia el Jubileo 2025, que tiene a la esperanza como eje central.

Un encuentro mundial por la paz

El evento internacional “Osare la pace” se desarrolló en Roma entre el 26 y el 28 de octubre de 2025, con diversas mesas de diálogo en el Auditorium Parco della Musica y la ceremonia final en el Coliseo. Reunió a más de 10.000 personas provenientes de todos los continentes, incluidos líderes religiosos, diplomáticos, académicos y jóvenes comprometidos con la paz.

La cita retomó el espíritu de los encuentros iniciados por san Juan Pablo II en Asís, en 1986, bajo el lema “Orar juntos por la paz”. En esta ocasión, el Papa León XIV quiso volver al gesto original, pidiendo que las religiones del mundo recen “no unas contra otras, sino unas junto a otras”.

El tema “osar la paz” refleja la convicción de que la paz requiere valentía, no resignación, y que el diálogo interreligioso no puede quedarse en palabras, sino traducirse en gestos concretos de reconciliación, acogida y perdón.

“La guerra nunca es santa”

En su discurso, León XIV habló con firmeza y sin eufemismos: “La guerra nunca es santa, sólo la paz es santa, porque es la voluntad de Dios”. Recordó que la historia humana está herida por demasiadas guerras y que no podemos aceptar que la violencia se convierta en compañera habitual de la humanidad.

“Con la fuerza de la oración, con las manos desnudas, alzadas al cielo y abiertas hacia los demás, debemos hacer que esta etapa marcada por la prepotencia de la fuerza termine pronto y comience una historia nueva”, afirmó. Y añadió: “No podemos aceptar que nos acostumbremos a la guerra como compañera normal de la historia humana. ¡Basta! Es el grito de los pobres y el grito de la tierra”.

El Papa advirtió además contra el abuso de la religión: “Quien no reza abusa de la religión, incluso para matar”. Con estas palabras, rechazó toda instrumentalización ideológica de la fe y recordó que “la oración es la gran fuerza de reconciliación” y que “la paz es la prioridad de cualquier política”.

La oración, motor de la historia

León XIV subrayó que la oración no es un gesto pasivo, sino una fuerza que transforma la historia. “El mundo tiene sed de paz”, dijo, “y la oración puede abrir caminos donde la política se bloquea”. Invitó a los líderes religiosos a “ofrecer al mundo los tesoros de sus antiguas tradiciones espirituales” para vencer el odio y sembrar reconciliación.

En sintonía con Nostra aetate, el Papa recordó que “no podemos invocar a Dios Padre de todos si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios”. Por eso, insistió en que las religiones, “como hermanas”, deben ayudar a los pueblos a tratarse como hermanos y no como enemigos.

Una cultura del encuentro para el Jubileo

El encuentro “Osare la pace” forma parte del itinerario espiritual del Jubileo 2025, y busca renovar la cultura del encuentro y la fraternidad en un mundo fracturado por conflictos. Entre los participantes estuvieron también representantes del mundo político y cultural, que compartieron experiencias de diálogo, mediación y reconstrucción tras la guerra.

El lema “atreverse a la paz” expresa el paso que León XIV propone a las religiones: no limitarse a condenar la guerra, sino comprometerse activamente en la construcción de una paz estable. “La paz —dijo el Papa— es el deber impostergable de todos los líderes políticos ante Dios”.

Citó además al venerable Giorgio La Pira, quien soñaba con “una historia diferente del mundo: la historia de la era de la negociación”. León XIV hizo suyas esas palabras, proponiendo que la historia humana entre, por fin, en esa era nueva.

Una lectura desde la tradición católica

El mensaje del Papa se inscribe en la continuidad del magisterio social de la Iglesia: la paz como fruto de la justicia, del diálogo y de la verdad. Su discurso combina claridad moral y hondura espiritual, sin caer en la ambigüedad ni en el sentimentalismo.

Desde una perspectiva tradicional, León XIV reafirma la misión de la Iglesia como mediadora de paz y defensora del orden querido por Dios. El diálogo interreligioso, entendido así, no relativiza la fe, sino que la hace fecunda en el terreno humano: defender la vida, promover la fraternidad y reconstruir el bien común.

El Papa no propone una paz ingenua, sino una paz exigente, que nace del sacrificio y del perdón. “Hay que atreverse a la paz”, repitió, como quien llama a un acto de fe en la posibilidad de un mundo reconciliado.

Una voz que interpela al mundo

La jornada de Roma deja una imagen poderosa: el Coliseo, símbolo de la violencia antigua, convertido en escenario de oración y de compromiso por la paz. Desde allí, León XIV trazó una ruta moral para la humanidad del siglo XXI: rezar, dialogar y actuar con valentía.

Su mensaje no es político, sino profundamente evangélico. En un mundo acostumbrado a la guerra, el Papa propone volver a la raíz cristiana de la esperanza. Porque —como recordó con voz firme— “la guerra nunca es santa; sólo la paz lo es, porque es la voluntad de Dios”.

 

Puede leer el mensaje completo del Papa León XIV:

Santidad,
Beatitudes,
Ilustres representantes de las Iglesias cristianas y de las grandes religiones del mundo:

Hemos rezado por la paz según nuestras diferentes tradiciones religiosas y ahora nos hemos reunido para emitir juntos un mensaje de reconciliación. Los conflictos están presentes en todas partes donde haya vida, pero no es la guerra lo que ayuda a afrontarlos ni a resolverlos. La paz es un camino permanente de reconciliación. Les agradezco que hayan venido aquí a rezar por la paz, mostrando al mundo lo decisiva que es la oración. El corazón humano debe disponerse a la paz, en la meditación se abre y en la oración sale de sí mismo. Volverse a sí mismo para salir de sí mismo. Esto es lo que testimoniamos, ofreciendo a la humanidad contemporánea los inmensos tesoros de las antiguas tradiciones espirituales.

El mundo tiene sed de paz, necesita una verdadera y sólida era de reconciliación, que ponga fin a la prepotencia, a la exhibición de la fuerza y al desinterés por el derecho. ¡Basta ya de guerras, con sus dolorosos cúmulos de muertos, destrucciones y exiliados! Hoy nosotros, juntos, manifestamos no sólo nuestra firme voluntad de paz, sino también la conciencia de que la oración es una gran fuerza de reconciliación. Quien no reza abusa de la religión, incluso para matar. La oración es un movimiento del espíritu, una apertura del corazón. No son palabras gritadas, ni comportamientos exhibidos, ni consignas religiosas utilizadas contra las criaturas de Dios. Tenemos fe en que la oración cambia la historia de los pueblos. Que los lugares de oración sean tiendas de encuentro, santuarios de reconciliación, oasis de paz.

El 27 de octubre de 1986, san Juan Pablo II invitó a los líderes religiosos del mundo a Asís para rezar por la paz: nunca más unos contra otros, sino unos junto a otros. Fue un momento histórico, un punto de inflexión en las relaciones entre las religiones. En el “espíritu de Asís”, año tras año, han continuado estos encuentros de oración y diálogo que han creado un clima de amistad entre los líderes religiosos y han abrazado muchas peticiones de paz. Hoy en día, el mundo parece haber tomado la dirección opuesta, pero nosotros volvemos a empezar desde Asís, desde esa conciencia de nuestra tarea común, desde esa responsabilidad por la paz. Doy las gracias a la Comunidad de San Egidio y a todas las organizaciones, no sólo católicas, que con frecuencia yendo a contracorriente, mantienen vivo este espíritu.

La oración en el “espíritu de Asís”, para la Iglesia católica, se basa en el sólido fundamento expresado en la Declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II, es decir, en la renovación de la relación entre la Iglesia católica y las religiones. Y precisamente hoy celebramos el sexagésimo aniversario de su promulgación, acaecida el 28 de octubre de 1965.

Juntos reafirmamos el compromiso con el diálogo y la fraternidad, deseado por los padres conciliares, que ha dado tantos frutos. Con estas palabras enseña el Vaticano II: «No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios» (Nostra aetate, 5). Todos los creyentes son hermanos. Y las religiones, como “hermanas”, deben favorecer a que los pueblos se traten como hermanos, no como enemigos. Porque «todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen» (ibíd., 1).

El año pasado ustedes se reunieron en París y el Papa Francisco les escribió con motivo de ese encuentro: «Debemos alejar de las religiones la tentación de convertirse en instrumentos para alimentar nacionalismos, etnicismos, populismos. Las guerras se recrudecen. ¡Ay de aquellos que intentan arrastrar a Dios a participar en las guerras!». [1]   Hago mías estas palabras y repito con fuerza: ¡la guerra nunca es santa, sólo la paz es santa, porque es la voluntad de Dios!

Con la fuerza de la oración, con las manos desnudas, alzadas al cielo y abiertas hacia los demás, debemos hacer que esta etapa de la historia marcada por la guerra y la prepotencia de la fuerza termine pronto y comience una historia nueva. No podemos aceptar que este momento se prolongue más, que moldee la mentalidad de los pueblos, que nos acostumbremos a la guerra como compañera normal de la historia humana. ¡Basta! Es el grito de los pobres y el grito de la tierra. ¡Basta! ¡Señor, escucha nuestro clamor!

El venerable Giorgio La Pira, testigo de paz, mientras trabajaba políticamente en tiempos difíciles, escribía a san Pablo VI que se necesitaba «una historia diferente del mundo: “ la historia de la era de la negociación”, la historia de un mundo nuevo sin guerra». [2] Son palabras que hoy más que nunca pueden ser un programa para la humanidad.

La cultura de la reconciliación vencerá a la actual globalización de la impotencia, que parece decirnos que otra historia es imposible. Sí, el diálogo, la negociación, la cooperación pueden afrontar y resolver las tensiones que se abren en las situaciones conflictivas. ¡Deben hacerlo! Existen los ámbitos y las personas para hacerlo. «Poner fin a la guerra es el deber impostergable de todos los líderes políticos ante Dios. La paz es la prioridad de cualquier política. Dios le pedirá cuentas a quienes no han buscado la paz o han fomentado las tensiones y los conflictos durante tantos días, meses y años de guerra». [3]

Este es el llamamiento que nosotros, líderes religiosos, dirigimos con todo el corazón a los gobernantes. Nos hacemos eco del deseo de paz de los pueblos. Nos hacemos voz de quienes no son escuchados y no tienen voz. ¡Hay que atreverse a la paz!

Y si el mundo hace oídos sordos a este llamamiento, estamos seguros de que Dios escuchará nuestra oración y el lamento de tantos que sufren. Porque Dios quiere un mundo sin guerra. ¡Él nos librará de este mal!

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