Una vocación radical: 100 años de entrega de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en Barbastro

Una vocación radical: 100 años de entrega de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en Barbastro

La congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados cumplió, el pasado 27 de octubre, un siglo de presencia ininterrumpida en Barbastro (1925 – 2025), dedicadas a cuidar los cuerpos para salvar las almas. Su misión, iniciada por el venerable Saturnino López Novoa en 1873 para atender a los ancianos sin recursos, renace hoy con la misma radicalidad silenciosa de siempre: acoger a mayores “de 60 años que sufren todo género de pobreza”, ya sea falta de medios o la soledad por una familia ausente.

Servicio verdaderamente incómodo

Estas hermanas ejercen una caridad que las corrientes contemporáneas de “misericordismo mediático” rara vez destacan. Asumen lo que pocos quieren: residencias para ancianos desamparados, acompañamiento en la enfermedad, atención al final de la vida con dignidad. En la casa de Barbastro, con cinco hermanas para 72 residentes, ofrecen no solo enfermería o podología, sino “un hogar, una casa donde haya mucho cariño y mucha unión”.

Y lo hacen sin pusilanimidad: reconocer la pobreza no solo como carencia material, sino como aislamiento, abandono, falta de sentido. “Tan pobre es un anciano que no tiene dinero como uno que teniéndolo su familia no lo puede cuidar”, explica una de las religiosas.

Discreción, tradición y oración: ingredientes de una vida entregada

A diferencia de muchas “acciones sociales” de visibilidad inmediata, estas religiosas prefieren el silencio jubiloso del servicio cotidiano: oración, liturgia, presencia humilde en lo pequeño. Su identidad se construye en la tradición: el carisma de Santa Teresa Jornet de “cuidar los cuerpos para salvar las almas” sigue vigente.

Su presencia no reclama cobertura mediática, posados ni saturación en redes. Se expresa en el gesto sencillo de cambiar una sábana, dar la comunión, sostener una mano debilitada. En un tiempo en que muchas “acciones de misericordia” se exhiben como campañas, ellas enseñan que la misericordia verdadera no pide aplausos; pide fidelidad.

Una lección para los teóricos de la caridad

En una época donde la misericordia se ha convertido en etiqueta de moda y muchas iniciativas privilegian el impacto mediático sobre la constancia, esta centenaria congregación ofrece una lección incómoda: la caridad auténtica exige sacrificio, pasión ininterrumpida y presencia en lo marginal. No basta con “hacer visible” la misericordia; hace falta estar donde nadie quiere estar.

Estas hermanas muestran que el Evangelio no es eficaz cuando reduce la pobreza a “problema social” o la ancianidad a “carga demográfica”. Es revolucionario cuando acoge al último, acompaña al olvidado y permanece ante el dolor hasta el final.

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