El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, ha convocado para mañana una “cumbre eclesial” en La Moncloa para abordar los abusos sexuales en la Iglesia con el secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), César García Magán, y el secretario de la CONFER, Jesús Miguel Zamora, según informa el portal ‘Vida Nueva’. Lo que el Gobierno presenta como un gesto de colaboración institucional es, en realidad, un paso más en su estrategia de control político del ámbito religioso, aprovechando el clima de desconfianza creado en torno a la reparación por la pederastia clerical.
La cita se produce apenas cinco días después del viaje exprés de Bolaños al Vaticano, donde se reunió con el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, acompañado por la embajadora Isabel Celaá. En aquella conversación, los dos temas estrella del ministro —el Valle de los Caídos y los abusos por parte del clero— volvieron a ser planteados como piezas de un mismo tablero.
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El trueque moral del Gobierno
El Gobierno no oculta su intención de vincular ambos asuntos. El pasado febrero, Bolaños se comprometió ante la Santa Sede a “desbloquear” la resignificación del Valle de los Caídos, un proyecto que busca despojar al recinto de su sentido religioso para transformarlo en un parque conmemorativo de “memoria democrática”.
A cambio, el plan de indemnizaciones a víctimas de abusos eclesiásticos fue cuidadosamente aplazado: el ministro prometió una subcomisión parlamentaria que no ofrecerá resultados hasta, como mínimo, 2026.
Ni justicia, ni verdad, ni reparación. Solo una promesa vaga y nuevos titulares. El Gobierno gana tiempo y apariencia de diálogo; y la Conferencia Episcopal, al parecer, acepta el silencio como moneda de estabilidad.
La prudencia que ya roza la complicidad
Tras el acuerdo de febrero, la actitud de la Iglesia Católica ha sido de «prudente» colaboración, incluso a costa de renunciar a posiciones que antes defendía con firmeza. Lo que en otro tiempo habría sido denunciado como una intromisión estatal en los asuntos eclesiales, hoy se justifica con palabras como “acompañamiento” o “diálogo constructivo”.
La Iglesia todavía está a tiempo de hablar con claridad. No para defender privilegios, sino para recordar al poder político que la Iglesia no se gobierna desde La Moncloa.
Y si la Conferencia Episcopal ha decidido callar por estrategia, conviene recordar que el silencio ante la injusticia no es prudencia, sino complicidad.
