Y cuando “vio” la sección femenina
El 2 de octubre de 1928 y el 14 de febrero de 1930 son dos fechas clave en la cronología del Opus Dei: la primera, en la que san Josemaría Escrivá “vio” la Obra; la segunda, en la que habría comprendido que debía abrirse también a mujeres. Ambas, según su propio testimonio, fueron “visiones intelectuales” recibidas durante la oración. Pero hay una pregunta que, curiosamente, no tiene respuesta clara en las biografías oficiales: ¿quién era entonces su director espiritual?
Un silencio elocuente
Según los datos más antiguos, Escrivá conoció -y comenzó su dirección- con el jesuita padre Valentín Sánchez Ruiz recién en el verano de 1930. En la Catalina 73, escrita el 26 de julio de ese año, el propio Escrivá anota: “El domingo día 6 de julio entregué al P. Sánchez estas cuartillas… El lunes 21 del mismo mes me devolvió las notas y se comprometió a ser nuestro director. Laus Deo”. Es decir, la relación comenzó después de la fundación de la sección femenina, no antes».
Esto deja un vacío llamativo: ¿a quién acudió Escrivá —si es que acudió a alguien— tras las experiencias de 1928 y 1930? En la literatura hagiográfica, los fundadores suelen presentarse bajo dirección espiritual firme. En este caso, el relato omite completamente ese acompañamiento en el periodo que va de octubre de 1928 a julio de 1930, justo el intervalo de las dos supuestas “visiones”.
El “sacerdote X”
El autor Jaume García Moles, que ha estudiado el asunto en profundidad, propone una hipótesis documentada: durante ese periodo, Escrivá habría estado dirigido por otro sacerdote, don Manuel González García, entonces obispo de Málaga. En su estudio se apoya en varios indicios: la carta a Isidoro Zorzano del 3 de marzo de 1931 —donde Escrivá le dice que acuda al obispo de Málaga y que le hable “de todo”, porque “está más loco que nosotros”—, así como el testimonio de que Escrivá visitaba con frecuencia la casa de Blanca de Navarra, donde don Manuel atendía a sacerdotes.
El vínculo no sería circunstancial. En 1938 ambos se reencontraron en Palencia —ya obispo don Manuel—, y la escena figura en la biografía de Vázquez de Prada con un detalle minucioso: lugar, hora, conversación… pero sin nombrar al prelado, pese a que en el índice onomástico sí aparece “González García, Manuel”, referencia que conduce a una página donde el nombre ha sido suprimido.
Hipótesis razonable
Si Escrivá acudió “corriendo a su confesor” tras la misa del 14 de febrero de 1930 —como él mismo relató en varias ocasiones—, pero no conoció al padre Sánchez hasta cinco meses después, ¿quién era entonces ese confesor? La cronología no encaja salvo que se tratara de otro sacerdote. Y si ese otro era don Manuel, el significado de la frase “esto es tan de Dios como lo demás” cambia: podría ser la prudente reserva de un director espiritual que no quería desautorizarlo, pero tampoco confirmar visiones sobrenaturales que le parecían prematuras.
Un borrado con propósito
El hecho de que la referencia a don Manuel haya sido eliminada del texto principal de la biografía de Vázquez de Prada, pero no del índice, resulta especialmente revelador. No parece un simple descuido, sino una supresión deliberada, quizás para evitar la impresión de que el obispo de Málaga, más tarde canonizado, hubiera sido el verdadero acompañante espiritual de Escrivá en el momento decisivo. En ese caso, su eventual reserva o desaprobación habría resultado incómoda para la narrativa de una “inspiración divina directa”.
Conclusión: la incógnita continúa
No hay certezas, pero sí coincidencias temporales y silencios significativos. ¿Pudo ser don Manuel quien acompañó espiritualmente a Escrivá en los meses cruciales de 1928-1930? ¿Pudo ser su prudencia —o su escepticismo— la razón por la que su nombre se desvaneció de la historia oficial? Son preguntas legítimas, que no buscan sembrar sospechas sino despejar una X que los propios textos han dejado planteada.