Contemplación y la Cruz

Contemplación y la Cruz

Por Dominic V. Cassella

En las Historias de Heródoto, escritas en la década del 430 a. C., leemos acerca de un sabio filósofo y pensador político griego, Solón. Mientras viajaba, Solón conoció al rey de Lidia, Creso, conocido por su inmensa riqueza. Creso preguntó al filósofo qué pensaba de sus grandes riquezas y si tal abundancia significaba que él, Creso, era el hombre más feliz del mundo.

A esto, Solón respondió que se puede «no llamar feliz a ningún hombre hasta que haya muerto».

El punto de Solón es que mientras alguien viva, aunque hoy pueda ser feliz, las fortunas cambian, y se toman malas decisiones que pueden provocar la caída incluso del más próspero y poderoso.

Ahora debemos preguntarnos: ¿tenía razón Solón? ¿Solo a los muertos podemos llamar felices?

A esto, el cristiano responde «sí». Solo depende de cómo se esté muerto. Porque si estás muerto al pecado (Romanos 6,11; 1 Pedro 2,24), habiendo sido crucificado con Cristo (Gálatas 2,20), entonces tu verdadera vida está escondida con Cristo en Dios (Colosenses 3,3). Esto es así porque, si morimos con Cristo, «también viviremos con Él» (2 Timoteo 2,11), y en esta vida en Cristo encontramos la verdadera felicidad.

Pero, ¿qué significa todo esto concretamente? ¿Cómo podemos vivir esta nueva vida en Cristo? ¿Y qué es tomar la Cruz (Mateo 16,24; Marcos 8,34; Lucas 9,23) y ser crucificados con Él?

En el nuevo libro del P. Thomas Joseph White, Contemplation and the Cross: A Catholic Introduction to the Spiritual Life, se nos ofrece una respuesta completa a estas preguntas. Originalmente concebido como un retiro espiritual para una orden religiosa católica, Contemplation and the Cross sirve también como secuela de una obra anterior del mismo autor, The Light of Christ: An Introduction to Catholicism (reseñada por Robert Royal aquí).

En este nuevo libro, están presentes la misma claridad y profundidad que en el anterior. El P. White —dominico y actualmente Rector Magnificus de la Pontificia Universidad de Santo Tomás (Angelicum) en Roma— ha escrito con el propósito expreso de ofrecer al lector dos recursos distintos, evidentes en el cuerpo del texto y en las notas. Es un libro que puede leerse tanto por su exposición luminosa de la tradición católica, como consultarse por sus ricas referencias a autores como Santo Tomás de Aquino, los Padres y Doctores de la Iglesia, y los textos magisteriales modernos.

Cada capítulo identifica y explora una “causa” de la vida espiritual católica. La causa primera y eficiente de la vida espiritual es Dios mismo. Por ello, el primer capítulo comienza con la “causa final”, el “por qué” o “fin” de la vida espiritual. En esta apertura poco común, vemos inmediatamente la diferencia que produce contemplar las cosas a la luz de Cristo.

El hombre, por naturaleza, tantea en sombras mientras busca la verdad. En la alianza del Antiguo Testamento, la Ley servía de baranda para evitar que el pueblo escogido de Dios se aferrara a lo autodestructivo. Con la llegada de la Luz, que es Jesucristo, ya no estamos en tinieblas, sino que se nos ha ofrecido «gracia y verdad» (Juan 1,16-17; 17,17).

Pero, ¿qué es esta vida espiritual y cuáles son los medios por los que la vivimos? Aquí encontramos la relevancia de la Cruz, que como nuevo árbol de nuestra redención, repara el daño causado por el antiguo árbol en la Caída. Al vaciarse de sí mismo, el Hijo de Dios ha asumido la pobreza y servidumbre de la naturaleza humana y se ha hecho obediente «hasta la muerte de cruz» (Filipenses 2,7-8). Es por su encarnación y crucifixión que Él redibuja “las líneas de nuestra humanidad desde dentro y nos reorienta hacia Dios de nuevo”.

La Cruz, entonces, es donde encontramos el modelo perfecto de obediencia a Dios. Al contemplar a Cristo crucificado, hallamos en Él el ejemplo de las virtudes de la justicia. Y en María, su Madre, vemos el ejemplo de lo que significa vivir con la mirada puesta en la Cruz. En la gracia y la verdad poseemos los medios por los cuales nos unimos a Cristo y nos convertimos en receptores y servidores de la misericordia divina.

El eje central del libro del P. White es el hecho de que todo lo que somos proviene de Dios, y todo lo que somos retorna a Dios. Todo está en sus manos, todo se lo debemos a Él, y dependemos de Él para todo. Tomar nota de esta verdad es especialmente oportuno hoy, cuando cada día políticos y publicistas, como Creso antes que ellos, nos dicen que nuestra exaltación está en la criatura y no en el Creador. Por todas partes se nos intenta persuadir de que los dispositivos humanos —el Gobierno, la “Ciencia”, este o aquel producto— son los verdaderos medios de nuestra plenitud, y que no necesitamos a Dios para ser felices.

El libro del P. White es una introducción exigente y enriquecedora a la vida espiritual católica, que recompensa la lectura atenta. En él se nos introduce a lo que significa desprenderse de la aparente riqueza y poder de esta vida y contemplar la verdadera fuente de la felicidad: Dios hecho hombre. Nuestro Señor nos dice que nadie puede entrar en el Cielo sino aquel que bajó del Cielo (Juan 3,13-17). Él ha hecho de su Cruz un lugar de paso por el cual podemos entrar en comunión con Él y pasar del mundo visible al invisible.

No podemos elevarnos al Cielo por nosotros mismos. Más bien, como el P. White nos invita a comprender, si nos unimos a Cristo, somos elevados por Él en la Cruz.

Sobre el autor

Dominic V. Cassella es esposo, padre y estudiante de doctorado en la Universidad Católica de América. El Sr. Cassella es también asistente editorial y en línea de The Catholic Thing.

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