El 13 de septiembre de 1896, el papa León XIII publicó la carta apostólica Apostolicae curae, un documento que puso fin a siglos de controversia al declarar que las ordenaciones realizadas según el rito anglicano son “nulas e inválidas”.
El texto no fue una simple opinión teológica, sino el resultado de una investigación exhaustiva ordenada por el Papa y conducida por un joven diplomático de talento excepcional: Rafael Merry del Val, futuro cardenal y secretario de Estado de san Pío X.
La comisión de León XIII y la misión de Merry del Val
A finales del siglo XIX, en el contexto del naciente movimiento ecuménico, se multiplicaron los intentos de algunos obispos anglicanos por obtener el reconocimiento de Roma para sus órdenes sacerdotales. León XIII, prudente y pastoral, decidió no responder políticamente sino doctrinalmente, creando una comisión de teólogos e historiadores que examinara con rigor el rito anglicano de ordenación introducido bajo Eduardo VI.
El encargado de coordinar el trabajo documental fue Rafael Merry del Val, entonces secretario de la legación papal en Londres. Su papel consistió en reunir los textos del Ordinal eduardino, comparar sus fórmulas con los antiguos ritos católicos y redactar la síntesis doctrinal que, tras doce sesiones de estudio, sería elevada al Papa.
El resultado del informe, revisado y aprobado por León XIII, sirvió de base para la redacción final de Apostolicae curae.
“Las ordenaciones hechas según el rito anglicano son absolutamente nulas y completamente inválidas (irritas prorsus fuisse et esse, omninoque nullas),” concluye el documento pontificio.
Por qué Roma declaró inválidas las órdenes anglicanas
El trabajo de la comisión dirigida por Merry del Val se centró en tres aspectos esenciales del sacramento del Orden: materia, forma e intención.
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Defecto de forma: el rito anglicano suprimió las fórmulas que expresaban la potestad de “consagrar y ofrecer el verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo”.
Para Roma, esta omisión alteró la esencia sacramental, pues la “forma” ya no manifestaba la intención de conferir un sacerdocio con poder sobre el sacrificio eucarístico. -
Defecto de intención: el Ordinal anglicano fue concebido, según la comisión, con una intención teológica opuesta a la católica, expresando un ministerio puramente pastoral y no sacrificial.
Como resumió el informe de Merry del Val: “El rito no significa lo que el sacramento efectúa.” -
Pérdida de sucesión apostólica: al interrumpirse la cadena de consagraciones válidas tras la ruptura con Roma y adoptarse un rito defectuoso, la sucesión apostólica se extinguió en la Comunión Anglicana.
La reacción y el impacto histórico
La decisión de León XIII generó una inmediata respuesta de los arzobispos de Canterbury y York, que publicaron en 1897 el documento Saepius officio en defensa del rito anglicano.
Sin embargo, Roma reafirmó su posición un año después mediante la obra colectiva “A Vindication of the Bull Apostolicae curae”, preparada por los obispos católicos de Inglaterra y Gales y en gran parte estructurada según las notas de Merry del Val.
Desde entonces, la doctrina de Apostolicae curae ha permanecido invariable: los ministros anglicanos que desean ingresar en plena comunión con la Iglesia deben ser ordenados nuevamente, al no reconocerse la validez de sus órdenes previas.
El método de León XIII: caridad sin ambigüedad
León XIII no buscaba humillar a los anglicanos, sino afirmar la verdad sacramental sin ambigüedades.
Su decisión se inscribe en la línea del magisterio que combina claridad doctrinal con apertura caritativa: el Papa mantuvo diálogo con los interlocutores ingleses, pero no sacrificó el principio católico de la validez objetiva de los sacramentos.
El trabajo de Merry del Val —minucioso, lógico y teológicamente sólido— reflejaba ese mismo espíritu: caridad en el trato, pero firmeza ante el error. No en vano, san Pío X lo elegiría años después como su colaborador principal, reconociendo en él “la mente romana” que sabe unir fe, razón y obediencia.
Vigencia actual de Apostolicae curae
Más de un siglo después, la carta de León XIII sigue siendo un texto doctrinalmente vinculante. A pesar de los esfuerzos ecuménicos modernos, Apostolicae curae no ha sido revocada ni modificada.
El documento sigue siendo un modelo de claridad magisterial: demuestra que la verdadera unidad cristiana sólo puede construirse sobre la verdad sacramental y la sucesión apostólica, no sobre el consenso sentimental o político.
El estudio de Merry del Val y el decreto de León XIII no fueron un gesto de intransigencia, sino una afirmación de la integridad de la fe. En tiempos de confusión doctrinal, Apostolicae curae recuerda que la caridad no puede desligarse de la verdad, y que el sacerdocio católico no es una función humana, sino un don divino transmitido por la sucesión apostólica ininterrumpida desde los apóstoles.
En la historia del Magisterio, pocos documentos combinan tanta erudición, serenidad y firmeza como este. Y pocos colaboradores han servido con tanto celo a la claridad doctrinal como Rafael Merry del Val, el joven diplomático que ayudó a León XIII a confirmar con razones sólidas lo que la Iglesia siempre había creído.
