El testimonio de Silvia Charro revela las secuelas silenciosas del síndrome postaborto

El testimonio de Silvia Charro revela las secuelas silenciosas del síndrome postaborto

En una entrevista reciente en el canal Historias sin censura, Silvia Charro —conocida por el vídeo viral que protagonizó junto a Simón Pérez en 2017— relató por primera vez el trasfondo de su vida antes de aquel episodio mediático. Lo hizo con una serenidad que contrastaba con el dolor de su historia: la decisión de interrumpir un embarazo avanzado tras recibir un diagnóstico médico devastador.

Charro explicó que, embarazada de seis meses, los médicos le comunicaron que su hijo padecía una grave malformación cardíaca. “El bebé estaba bien porque yo le daba mi corazón, mi latido —contó—, pero en cuanto saliera necesitaría un trasplante urgente que no se podía hacer hasta dos días después de nacer.” El pronóstico era desesperado y, bajo presión, accedió a un parto inducido. “Vas al paritorio con señoras que llevan globos, con gente que está contenta —recordó—. Y fue durísimo.”

Un duelo que nunca se elaboró

Tras aquella experiencia, Silvia y su pareja intentaron seguir adelante sin enfrentarse al trauma. “Estuvimos dos semanas en la cama llorando y luego dije: vámonos a Madrid, yo me pongo a trabajar, no ha estado de Dios, no pasa nada”, recuerda. Pero sí pasó. “Empezamos a tomar drogas, no para pasárnoslo bien, sino para evadir un poco la situación.”
Años después, su vida quedó marcada por la adicción, la exposición mediática y la autodestrucción. “Teníamos que haber ido al psicólogo, teníamos que haberlo trabajado bien, y no lo hicimos”, reconoce hoy.

Síntomas de un síndrome ignorado

El relato de Charro encaja punto por punto con lo que los especialistas denominan síndrome postaborto, un conjunto de síntomas emocionales, físicos y espirituales que se presentan en muchas mujeres tras un aborto, incluso cuando este se realiza por indicación médica.
Tristeza persistente, insomnio, irritabilidad, consumo de sustancias, sentimiento de culpa, ruptura de relaciones, pérdida del sentido vital… son manifestaciones de un mismo vacío: la negación del vínculo materno y del duelo por la pérdida del hijo.

Aunque este síndrome no figura como diagnóstico oficial en los manuales psiquiátricos, la evidencia clínica y miles de testimonios documentados en distintos países muestran un patrón reiterado: el aborto, lejos de “cerrar una etapa”, deja una herida emocional que sólo empieza a sanar cuando se reconoce y se llora al hijo perdido.

De la negación al reconocimiento

En la entrevista, Silvia Charro habla desde ese proceso de reconocimiento. “Creo en Dios y no quiero que mi padre, que está en el cielo, me vea así”, dice al explicar su deseo de reconstruirse, de perdonarse y de empezar de nuevo. Hoy recibe atención psicológica y psiquiátrica, hace ejercicio y busca retomar una vida estable. “Quiero volver a trabajar, cuidar de mi madre y estar bien”, afirma.

Su testimonio, más allá del caso personal, tiene un valor social: muestra que detrás de cada aborto hay una historia de dolor, a menudo silenciosa y solitaria. Y que las mujeres que lo viven no necesitan aplausos ni consignas ideológicas, sino comprensión, acompañamiento y esperanza.

El silencio que enferma

El caso de Silvia Charro recuerda que el trauma postaborto no es una invención religiosa ni un discurso moralista, sino una realidad humana y psicológica que atraviesa a muchas mujeres. En su voz se reconoce la mezcla de culpa, vacío y autodestrucción que tantas veces acompaña a quien ha perdido un hijo sin poder despedirse de él.

Hablar del síndrome postaborto es romper el silencio que enferma. Y escuchar testimonios como el de Silvia Charro es recordar que la compasión, no la negación, es el primer paso hacia la verdadera sanación.

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