Pese al reciente anuncio de la Santa Sede sobre el inicio del juicio canónico contra Marko Ivan Rupnik, el sacerdote esloveno acusado de abusar de varias religiosas, sigue predicando y dirigiendo actividades espirituales en Roma como si nada hubiera ocurrido. Según reveló Silere Non Possum, ni las acusaciones ni el proceso pendiente han limitado su ministerio, y el entorno del artista jesuita —ahora incardinado en la diócesis de Koper— goza de una protección eclesiástica que desafía toda credibilidad.
El “refugio” del Centro Aletti
El Centro Aletti, fundado por Rupnik y conocido por su actividad artística y espiritual en Roma, opera hoy como un territorio sin control, según la investigación de Silere Non Possum. En teoría, el centro debería estar bajo la supervisión del cardenal Baldassare Reina, sucesor de Angelo De Donatis como vicario del Papa para la diócesis de Roma. Sin embargo, el sitio continúa siendo un santuario de inmunidad donde Rupnik predica, enseña y mantiene influencia entre religiosos y laicos.
En 2022, De Donatis ya había defendido al Centro Aletti, ordenando una visita “independiente” que terminó absolviéndolo de toda irregularidad. El visitador designado resultó ser, en palabras del medio, “un turista amigo”, y el informe posterior sirvió para encubrir la violación reiterada de las restricciones impuestas al sacerdote por la Compañía de Jesús.
Predicación, viajes y protección
Durante el verano de 2025, mientras el Vaticano confirmaba la composición del tribunal que deberá juzgarlo, Rupnik impartió ejercicios espirituales en la Casa Santa Severa del Centro Aletti, con la presencia y el respaldo de clérigos afines. Entre ellos se encontraba mons. Gianpiero Palmieri, obispo de Ascoli Piceno, quien ignoró las advertencias sobre la inconveniencia de su participación y llegó incluso a desacreditar públicamente a quienes denunciaron el escándalo.
Palmieri —miembro del círculo cercano de De Donatis— premió además a uno de los colaboradores de Rupnik, el padre Ivan Bresciani, incardinándolo en su diócesis a pesar de su papel en la cobertura del sacerdote acusado.
Una “incardinación exprés” y un proceso sin credibilidad
Tras ser expulsado de la Compañía de Jesús, Rupnik fue acogido sin objeciones por la diócesis de Koper (Capodistria), cuyo obispo, mons. Jurij Bizjak, lo recibió como sacerdote incardinado. El procedimiento —que, según el derecho canónico, exige verificar la conducta y la idoneidad moral del clérigo— fue una formalidad vacía, según la fuente.
Aunque su residencia oficial está registrada en Eslovenia, Rupnik vive en Roma, donde sigue trabajando y predicando con total libertad, sin restricciones de movimiento ni medidas cautelares. Mientras tanto, el Vaticano guarda silencio, y el proceso anunciado contra él comienza ya marcado por la falta de credibilidad y la evidente desigualdad de trato.
El negocio espiritual del silencio
Lejos de la discreción que se esperaría en un proceso canónico, el Centro Aletti ha publicado en su canal de YouTube la meditación predicada por Rupnik durante el verano, accesible solo mediante pago. El gesto ha sido interpretado como una provocación y una muestra de impunidad: la comunidad dirigida por el artista esloveno continúa generando ingresos bajo la apariencia de obra espiritual, mientras mantiene una imagen pública cuidadosamente gestionada.
Una Iglesia que se absuelve a sí misma
El caso Rupnik se ha convertido en símbolo de una Iglesia que se indulta a sí misma, que habla de misericordia pero practica el favoritismo, que se declara del lado de las víctimas pero escucha sólo a los poderosos. Mientras el Papa insiste en la transparencia y la responsabilidad ante los abusos, la gestión del caso demuestra que los mecanismos de protección siguen intactos.
La impunidad de Rupnik ya no es sólo un escándalo moral, sino un signo de la crisis de credibilidad eclesial: la distancia entre el Evangelio que se predica y las decisiones que se toman.
