Ignacio Maloyan nació el 15 de abril de 1869 en Mardin, Turquía, en el seno de una familia profundamente creyente. Desde muy joven manifestó inclinación por la vida espiritual y fue enviado al monasterio de Bzommar, en el Líbano, donde recibió su formación para el sacerdocio.
El 29 de junio de 1896, en la solemnidad de Corpus Christi, fue ordenado sacerdote. No fue un detalle menor: su vida quedó marcada por la Eucaristía, sacramento que años más tarde celebraría por última vez en circunstancias dramáticas.
Primeros años de ministerio
Tras su ordenación, fue enviado a Egipto, donde desempeñó su labor pastoral con celo y dedicación. Su sencillez y cercanía lo convirtieron en un pastor muy querido por los fieles, y su firmeza en la fe lo distinguió en tiempos de dificultad.
Arzobispo de Mardin
En 1911, la Iglesia lo llamó a servir como arzobispo de su ciudad natal. Fue consagrado obispo el 22 de octubre de ese año. Como pastor, se volcó en la formación de los sacerdotes, visitó a las comunidades, reabrió escuelas y restauró iglesias que habían sido abandonadas. Su estilo episcopal se caracterizó por la cercanía, el compromiso con su pueblo y la firme defensa de la fe.
La persecución contra los cristianos
En plena Primera Guerra Mundial, el 3 de junio de 1915, monseñor Maloyan fue arrestado junto con centenares de fieles, bajo falsas acusaciones de esconder armas. Durante días sufrió brutales torturas y recibió presiones para abandonar la fe católica y convertirse al islam. Pero él se mantuvo inquebrantable en su fidelidad a Cristo.
Última despedida y testimonio de fe
Antes de su ejecución, pudo dirigirse a sus fieles. Los animó a mantenerse firmes en la fe y, con un pedazo de pan que había conseguido, celebró una última Eucaristía, distribuyendo el viático entre los presentes. Fue un acto de amor pastoral que selló su entrega definitiva.
Cuando le pidieron por última vez que renegara de Cristo, pronunció palabras que son hoy un emblema de la fortaleza cristiana:
“Considero el derramamiento de mi sangre por mi fe como el más dulce deseo de mi corazón, porque sé perfectamente que si soy torturado por amor a Aquel que murió por mí, estaré entre los que tendrán gozo y bienaventuranza, y contemplaré a mi Señor y mi Dios en lo alto”.
Martirio y reconocimiento de la Iglesia
El 11 de junio de 1915, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, Ignacio Maloyan fue fusilado. Su martirio brilló como un testimonio luminoso de fidelidad y esperanza en la vida eterna.
El papa san Juan Pablo II lo beatificó el 7 de octubre de 2001, presentándolo a toda la Iglesia como ejemplo de pastor que no abandona a su rebaño y de discípulo que entrega la vida por Cristo. Y este 19 de octubre, el papa León XIV lo canonizará solemnemente, confirmando su ejemplo como santo mártir de la fe y modelo de fidelidad hasta las últimas consecuencias. Hoy, su memoria sigue viva como semilla de fe y esperanza para todos los cristianos perseguidos.
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