El obispo emérito Joseph E. Strickland publicó el 15 de octubre de 2025, a través del sitio Pillars of Faith, un enérgico mensaje en el que rechaza el nombramiento del cardenal Blase Cupich (Chicago) como miembro del consejo de gobierno de la Ciudad del Vaticano. La decisión, dispuesta por el Papa León XIV, no es para Strickland un mero acto administrativo, sino una señal inequívoca de dirección. Según el prelado, este nombramiento supone un golpe contra la tradición, la defensa de la vida y la fidelidad a la doctrina católica.
Strickland advierte que elevar a Cupich a una de las estructuras de poder de la Santa Sede envía un mensaje devastador a los fieles católicos. Recuerda que el purpurado estadounidense se ha caracterizado por su oposición a la Misa tradicional en latín, por su tolerancia hacia políticos abiertamente abortistas y por su hostilidad hacia quienes defienden la doctrina íntegra y la santidad de la vida. “La fidelidad a la tradición y a la ley moral se considera ahora un obstáculo y no una luz”, lamenta el obispo emérito.
En su mensaje, declara con dolor que la Iglesia está siendo desmantelada desde dentro por quienes buscan la aprobación del mundo en lugar de custodiar el Evangelio de Jesucristo. No duda en calificar la situación como una traición al mandato de Cristo y en afirmar que el silencio episcopal en estas circunstancias equivale a complicidad. “Los lobos llevan mitra”, advierte, pidiendo claridad en lugar de confusión.
El prelado exhorta a sus hermanos obispos a dejar de lado la tibieza: “Este no es el tiempo de susurrar. Las ovejas están dispersas. Los lobos llevan mitra. Callar es compartir el pecado”. A los fieles les pide mantenerse firmes, rezar, reparar, enseñar a sus hijos la fe íntegra y adorar al Señor Eucarístico con mayor devoción, incluso en medio de la crisis actual. Strickland recalca que Cristo no pide diplomacia, sino fidelidad, y cita la Escritura: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29).
Dejamos a continuación la traducción íntegra del mensaje de Mons. Strickland:
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy, con profundo dolor por el estado de nuestra amada Iglesia, debo hablar. El Papa León XIV ha nombrado al cardenal Blase Cupich de Chicago miembro del consejo de gobierno de la Ciudad del Vaticano. Esto no es un pequeño acto administrativo; es una declaración de rumbo.
El cardenal Cupich se ha opuesto públicamente a la Misa Tradicional en latín, ha tolerado e incluso celebrado a políticos que promueven el aborto, y ha socavado constantemente a quienes defienden la santidad de la vida y la plenitud de la doctrina católica. Elevar a un hombre así a uno de los órganos de gobierno del Vaticano es enviar un mensaje a los católicos fieles de todo el mundo: que la fidelidad a la tradición y a la ley moral se considera ahora un obstáculo y no una luz.
No puedo permanecer en silencio. La Iglesia que amo está siendo desmantelada —no por sus enemigos externos, sino por quienes dentro de sus muros intercambian el Evangelio de Jesucristo por la aprobación del mundo—. Los fieles merecen claridad, no confusión.
Hablo no en rebeldía, sino en obediencia a la verdad de Cristo, que dijo: “Sea vuestro hablar: sí, sí; no, no” (Mt 5,37). Mi lealtad al oficio papal permanece, pero la lealtad no significa silencio ante el error.
Sin embargo, las palabras de dolor no son suficientes. La hora es demasiado avanzada y el engaño demasiado profundo. Estamos viendo cómo la fe de nuestros padres es desmantelada bajo el pretexto de la renovación. Quienes alguna vez defendieron a la Esposa de Cristo ahora buscan el aplauso del mundo. Construyen altares a la tolerancia mientras Cristo es crucificado de nuevo por el silencio y la traición.
Hablemos claramente: cuando se nombra a hombres con poder que rechazan la ley moral, que se burlan de la Sagrada Liturgia, que desprecian a los fieles que se arrodillan ante el Señor Eucarístico, esto no es renovación, es rebelión contra Cristo mismo. Y ningún católico, obispo o laico, puede permanecer impasible mientras la luz de la verdad se eclipsa.
Imploro a mis hermanos obispos: este no es el tiempo de susurrar. Las ovejas están dispersas. Los lobos llevan mitra. Callar es compartir el pecado. El llamado a la unidad no puede significar unidad en el error. Debe significar unidad en el Corazón traspasado del Redentor.
A los fieles les digo: no pierdan el ánimo. No abandonen la Iglesia, porque sigue siendo la Esposa de Cristo, aunque sangre. Permanezcan firmes. Recen y hagan reparación. Adoren al Señor Eucarístico con mayor amor que nunca. Enseñen la fe íntegra a sus hijos. Permanezcan al pie de la Cruz junto a Nuestra Señora.
Cristo no nos pide diplomacia; Él nos pide fidelidad. Ya no podemos fingir que estas traiciones son simples malentendidos. El mundo puede llamar a esto desafío; el Cielo lo llama verdad. “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29).
Que el Sagrado Corazón de Jesús reine de nuevo en su Iglesia, y que todo pastor sea hallado fiel cuando aparezca el Pastor Supremo. Amén.
+ Joseph E. Strickland
Obispo emérito
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