Cisma anglicano: Inglaterra se queda sin el 80% de sus seguidores

Cisma anglicano: Inglaterra se queda sin el 80% de sus seguidores

A pocas semanas de que se diera a conocer la elección de Sarah Mullally como nueva «Arzobispa de Canterbury» —la primera mujer en ocupar tal cargo en la cúpula anglicana—, la Conferencia Mundial para el Futuro (GAFCON), y quienes representan aproximadamente el 80% de los anglicanos en el mundo, dio un paso decisivo con su comunicado “El futuro ha llegado”, declarando que la Comunión Anglicana ha sido reordenada bajo su liderazgo exclusivo y abandona los instrumentos tradicionales de comunión con Inglaterra. Una ruptura institucional que venía insinuándose desde hace un tiempo se hizo realidad.

Sarah Mullally: el marco progresista previo

El 3 de octubre, la Comisión de Nominaciones de la Corona, con la aprobación del rey Carlos III, seleccionó a la obispa londinense Sarah Mullally como la 106.ª Arzobispa de Canterbury, sustituyendo a Justin Welby. Mullally ha sido alabada por su trayectoria y vista como un símbolo del cambio y la inclusión en la Iglesia Anglicana.

Recordemos que católicos, entre ellos el cardenal Vincent Nichols, en representación de la conferencia episcopal de Inglaterra y Gales, expresaron un saludo amistoso y esperanzador por el fortalecimiento de la unidad ecuménica.

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Este nombramiento progresista intensificó las tensiones internas ya presentes en la Comunión Anglicana: la ordenación de mujeres, la reinterpretación del matrimonio, las políticas de género y el abandono de la centralidad bíblica eran ya puntos de ruptura que venían siendo debatidos.

Una ruptura estructural

Las iglesias anglicanas de África, reunidas en GAFCON, afirman que no puede mantener comunión con aquellas provincias que defienden “agendas revisionistas” que subordinan la Escritura a los valores culturales modernos. Convoca a reordenar la Comunión Anglicana alrededor de un único fundamento de comunión: la Biblia, interpretada en su sentido llano y consensual (según el Jerusalem Declaration).

El comunicado incluye rechazar los llamados instrumentos de comunión —el Arzobispo de Canterbury, la Conferencia de Lambeth, el Consejo Consultivo Anglicano (ACC) y la reunión de primados— por considerarlos cómplices del deterioro doctrinal. Las nuevas provincias adheridas deben modificar sus constituciones para desvincularse de Canterbury y no participar en esas estructuras institucionales ni financiar el ACC. GAFCON propone también establecer un Consejo de Primados elegido entre sus miembros, presidido por un primus inter pares (primero entre iguales).

La declaración no oculta su carácter definitivo: “Hoy, ese futuro ha llegado… nosotros somos la Comunión Anglicana Global”.

La confirmación de lo que ya se vislumbraba

Esto no ha sido una sorpresa, sino la formalización de una tensión latente: el progresismo anglicano ya no era una facción más sino un bloque hegemónico cuyo rostro público es el nombramiento de Mullally en Canterbury. Al designarla, la Iglesia de Inglaterra reforzó esa inclinación progresista, y la reacción de GAFCON estaba llamada a ser la respuesta estructural.

Este paso definitivo sitúa a dos visiones irreconciliables de lo anglicano frente a frente: una que relativiza la autoridad bíblica y las formas tradicionales del ministerio, y otra que la reivindica con firmeza.

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