En una entrevista publicada por al Arzobispado de Oviedo, el arzobispo Jesús Sanz Montes recordó que la misión no es un accesorio, sino el corazón mismo de la vida cristiana: “Si perdemos la inquietud misionera, perdemos nuestra identidad como cristianos”. Con estas palabras subrayó que la Iglesia no puede replegarse en sí misma ni resignarse a la comodidad, sino salir al encuentro del mundo con el Evangelio.
El prelado compartió reflexiones tras su reciente viaje a México, donde acompañó a la comunidad de Lumen Dei en zonas montañosas y de difícil acceso. Allí constató que un puñado de sacerdotes tiene la tarea de atender a más de 45 parroquias, lo que obliga a un esfuerzo titánico de organización y entrega. “La misión no consiste solo en administrar sacramentos, sino en hacerse presente en la vida de la gente: escuchar, acompañar, compartir la fe y la esperanza”, dijo.
Una Iglesia en salida
Sanz Montes insistió en que el cristiano no puede contentarse con cuidar su propio rincón de fe. “La misión no es un adorno; es lo que somos. Cuando la Iglesia deja de evangelizar, deja de ser Iglesia”. Y añadió que, en medio de un mundo cada vez más secularizado, “no podemos perder el impulso de llevar a Cristo allí donde no se le conoce o donde se le ha olvidado”.
El arzobispo planteó incluso la posibilidad de que la diócesis de Oviedo organice nuevas expediciones misioneras en lengua española, sumándose a la larga tradición asturiana que ha llevado sacerdotes a Burundi, Guatemala, Ecuador o Benín.
El rostro duro de la misión: encuentro con hombres armados
Su viaje a México estuvo marcado por un episodio inesperado que revela la dureza de la realidad misionera. En un camino rural fue interceptado por un grupo de hombres armados. El arzobispo fue interrogado y detenido por unos minutos antes de poder continuar. Aunque la situación resultó tensa, Sanz Montes confesó que la vivió con serenidad y encomendándose a Dios.
Ese incidente, afirmó, fue un recordatorio de que la misión no es un ejercicio romántico, sino una entrega real que conlleva riesgos: “Anunciar el Evangelio significa adentrarse en lugares donde la inseguridad y la violencia forman parte de la vida diaria”.
Urgencia para la Iglesia asturiana
El arzobispo de Oviedo señaló que la diócesis no debe perder la memoria de su tradición misionera ni dejarla caer en el olvido. “No podemos mirar hacia otro lado: somos Iglesia misionera o dejamos de ser Iglesia”, advirtió. En ese sentido, propuso mantener viva la cooperación con comunidades como Lumen Dei y abrir nuevas iniciativas que mantengan encendida la llama evangelizadora.
La experiencia en México confirma para él que la misión es un desafío exigente y a veces peligroso, pero también profundamente fecundo. “Cuando la fe se comparte en condiciones de dificultad, se redescubre la fuerza del Evangelio y la alegría de ser cristianos”, concluyó.
