La comunidad benedictina de Sainte-Madeleine du Barroux, en la Provenza francesa, asumirá la conducción espiritual y litúrgica de la abadía de Bellefontaine (Maine-et-Loire) a partir de 2026.
Los benedictinos de Le Barroux son conocidos por su apego a la liturgia tradicional, celebrada según el rito romano en su forma extraordinaria, y por una vida comunitaria estrictamente conforme a la Regla de San Benito. Fundados en 1978 por Dom Gérard Calvet, se han convertido en un punto de referencia para muchas vocaciones jóvenes que buscan una vida de contemplación, silencio y liturgia vivida con solemnidad.
Su llegada a Bellefontaine no significa solo un cambio de gestión, sino una verdadera renovación espiritual con sello tradicional: canto gregoriano, fidelidad a la liturgia de siempre, disciplina monástica y un estilo de vida contemplativo que atrae a quienes buscan autenticidad en la fe.
El final de una etapa cisterciense
La comunidad cisterciense de Bellefontaine, con una media de edad cercana a los 80 años, había llegado al límite de sus posibilidades. La vastedad del monasterio (120 hectáreas) y el desgaste humano hacían imposible sostener la vida cotidiana. El 13 de noviembre de 2025, en la fiesta de Todos los Santos monásticos, la abadía cerrará temporalmente sus puertas al público. Solo permanecerán dos hermanos, junto a empleados, para mantener las actividades agrícolas y preparar la transición.
Los demás monjes se integrarán en otras comunidades o pasarán a residencias adaptadas a su edad. Es el final de una etapa cisterciense que marcó más de dos siglos de historia en Bellefontaine.
Doce benedictinos para un nuevo comienzo
Serán doce monjes de Le Barroux quienes se trasladarán para reabrir Bellefontaine. Se trata de un gesto simbólico de “retorno a los orígenes”, ya que la abadía nació en el siglo XII como casa benedictina antes de pasar a la familia cisterciense.
Bellefontaine fue fundada hacia el año 1010 como ermita, luego pasó a ser priorato benedictino, fue transformada por los Feuillants y, tras la Revolución francesa, renació en 1816 como abadía cisterciense. En su momento de esplendor llegó a albergar a más de 120 monjes.
Un signo de esperanza
Que una comunidad joven y tradicional como la de Le Barroux asuma la continuidad de Bellefontaine es una noticia que trasciende lo administrativo: es un signo de esperanza para la vida contemplativa en Europa. Allí donde la decadencia parecía inevitable, Dios suscita nuevas vocaciones, fieles a la tradición y capaces de reavivar monasterios que parecían destinados al silencio definitivo.
En un mundo ruidoso y secularizado, la decisión de Le Barroux recuerda que la vida monástica tradicional no está muerta, sino que sigue atrayendo a quienes buscan radicalidad evangélica, solemnidad litúrgica y un encuentro profundo con Dios.
