Según informa Vatican News, el proceso de apelación por la gestión de los fondos de la Santa Sede comenzó el 22 de septiembre con un giro inesperado: la defensa del cardenal Giovanni Angelo Becciu y de otros tres imputados presentó una solicitud de recusación contra el promotor de Justicia, Alessandro Diddi, aceptada como “admisible” por el tribunal.
Los abogados sostienen que Diddi estaría implicado en chats de WhatsApp con personas externas al proceso que habrían influido en el testimonio de monseñor Alberto Perlasca, exresponsable administrativo de la Secretaría de Estado y pieza clave en las acusaciones contra Becciu. “Finalmente puedo defenderme de una serie de insinuaciones”, replicó el fiscal antes de apartarse de la audiencia. La decisión final sobre su recusación recaerá en la Corte de Casación vaticana, integrada por los cardenales Farrell, Lojudice, Zuppi y Gambetti.
La compra del Palacio de Londres y las condenas
El caso, recordado como el “juicio del siglo”, gira en torno a la fallida adquisición de un edificio en Sloane Avenue, Londres, que provocó pérdidas superiores a los 200 millones de dólares. En diciembre de 2023, tras 86 audiencias, el tribunal vaticano condenó a diez acusados, entre ellos Becciu, sentenciado a cinco años y medio de prisión, multa económica e inhabilitación perpetua para cargos públicos.
La sentencia también alcanzó a financieros como Raffaele Mincione, Enrico Crasso y Gianluigi Torzi, además de la consultora Cecilia Marogna, acusada de gastar en artículos de lujo fondos destinados a una misión humanitaria. Fue la primera vez en la historia que un cardenal se sentó en el banquillo de un tribunal vaticano.
Becciu entre la inocencia proclamada y la condena
Como recuerda National Catholic Register, el cardenal Becciu insiste en su inocencia y asegura que actuó siempre con aprobación papal. Defiende que las ayudas enviadas a una fundación en Cerdeña respondieron a fines sociales, y que los fondos destinados a Marogna eran parte de operaciones diplomáticas para liberar a una religiosa secuestrada en Mali.
El purpurado acusa a los fiscales de haberlo convertido en chivo expiatorio, denuncia irregularidades procesales —como testigos manipulados y pruebas ignoradas— y alega ser víctima de una campaña mediática que lo presentó como culpable desde el inicio.
Un juicio contra el sistema vaticano
Pero como advierte Specola, este no es solo un proceso contra Becciu, sino contra todo un modelo de gestión en la Santa Sede. La denuncia del Instituto para las Obras de Religión (IOR) —el Banco del Vaticano— contra la propia Secretaría de Estado provocó un choque institucional sin precedentes, debilitando su autonomía financiera y exponiendo una fractura en el corazón del gobierno vaticano.
El análisis advierte que la justicia de la Santa Sede corre el riesgo de ser percibida como “opaca” e incapaz de ofrecer garantías de imparcialidad, lo que podría llevar a que los contratos internacionales eviten someterse a la jurisdicción vaticana.
Los rescriptos papales bajo la lupa
Uno de los puntos más controvertidos sigue siendo la intervención del Papa Francisco durante el proceso de primera instancia, cuando emitió varios Rescripta que otorgaron poderes excepcionales a los fiscales. Las defensas los consideran violaciones del debido proceso, pues habrían permitido escuchas secretas, ocultación de documentos y un trato desigual frente a otros acusados en procesos paralelos.
Este uso extraordinario de la potestad papal plantea, según críticos, una tensión entre la soberanía vaticana y el respeto a los derechos fundamentales que la misma Santa Sede defiende en el mundo.
El dilema de León XIV
La apelación se desarrolla bajo un nuevo pontificado. León XIV hereda un caso que es más que un juicio: es una prueba de fuego para la credibilidad de la Santa Sede. El Papa deberá decidir si continúa en la línea de su predecesor, marcada por decretos excepcionales y cuestionamientos legales, o si impulsa una reforma que devuelva transparencia y legitimidad a la justicia vaticana.
Lo que está en juego no es solo la suerte del cardenal Becciu ni de los otros acusados. Es la capacidad de la Iglesia de mostrar que su justicia, como su mensaje, puede ser realmente justa y creíble.
