Un año después de que InfoVaticana desvelara el escándalo del sacerdote José Castro Cea —conocido en Madrid como «Josete»—, el cardenal José Cobo no sólo ha evitado apartarle, sino que lo mantiene al frente del Instituto Internacional de Teología a Distancia, la institución que forma a miles de laicos, seminaristas y profesores de religión en toda España.
En noviembre de 2024 publicamos que circulaba entre el clero madrileño un vídeo en el que «Josete» aparecía en un bar de ambiente de Chueca, haciendo gala en público de escenas impropias de un sacerdote. En aquel momento, Castro intentó zanjar la polémica alegando que “era una broma”. Hoy, InfoVaticana hace público ese mismo vídeo para que los lectores juzguen por sí mismos si lo que allí se ve tiene algo de chiste.
Cobo, encubridor por acción u omisión
La decisión de Cobo de mantener en un cargo docente a un sacerdote que se convirtió en protagonista de un escándalo público no es un gesto de indulgencia pastoral, sino un claro acto de encubrimiento. Quien debería dar ejemplo de transparencia y rigor moral, ha preferido sostener a su antiguo amigo y aliado en el poder.
Conviene recordar que fue el propio Castro Cea quien, gracias a sus contactos en Roma, facilitó la meteórica carrera de Cobo. Cuando todavía era un sacerdote de base, «Josete» tuvo línea directa con el Papa Francisco, a instancias de Elías Royón, y recomendó personalmente al entonces vicario José Cobo como futuro obispo de Madrid. Hoy, la deuda se paga manteniéndolo en puestos de confianza.
La “patrulla canina” se recicla
El grupo de sacerdotes progresistas de Madrid, apodado irónicamente la “patrulla canina”, sigue bien colocado. Toño Casado, otro de sus miembros, es actualmente párroco de la iglesia del Pilar, la misma desde la que “Josete” lanzó su particular estilo pastoral. El control de parroquias estratégicas y de instituciones formativas demuestra que la red sigue viva, aunque su reputación se resquebraje.
El precio del silencio
Entre el clero madrileño hay una certeza: Castro conoce demasiado sobre Cobo como para ser apartado. La única forma de mantener la calma es sostenerlo en el cargo y garantizarle una jubilación dorada. Pero el precio de este silencio lo pagan los fieles, que ven cómo un instituto clave para la formación de catequistas y profesores de religión queda en manos de alguien con un historial que compromete su credibilidad.
Mientras tanto, el cardenal Cobo se presenta como reformador y hombre de confianza del Papa en España. Los hechos, sin embargo, lo muestran como un jerarca más preocupado por blindar su círculo de amigos que por la dignidad del ministerio sacerdotal o la formación seria de los futuros curas.
