Chris Jackson – 19 de septiembre de 2025
El 18 de septiembre de 2025, Leo concedió una explosiva entrevista a Elise Ann Allen, corresponsal principal de Crux, de la cual se han publicado extractos en su nueva biografía Leo XIV: Citizen of the World, Missionary of the XXI Century. En la conversación, Leo expuso su visión sobre cuatro puntos candentes que han desgarrado a la Iglesia durante décadas: la homosexualidad, la ordenación de mujeres, la sinodalidad y la liturgia.
Lo que dijo fue un auténtico programa. Señaló apertura a revisar la ordenación de mujeres, defendió Fiducia Supplicans sobre las bendiciones LGBT, sugirió que las conferencias episcopales podrían ganar peso doctrinal y despreció la diferencia entre la Misa Tradicional y el Novus Ordo reduciéndola a un mero asunto de “actitudes”. Más inquietante aún, insinuó que la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la sexualidad podría cambiar una vez “suavizadas” las mentalidades.
“Primero las actitudes, después la doctrina” — La herejía a plena luz
Ésta fue la frase más espeluznante de la entrevista, en respuesta directa a si la Iglesia podría cambiar su enseñanza sobre la homosexualidad:
“Tenemos que cambiar las actitudes antes incluso de pensar en cambiar lo que la Iglesia dice sobre cualquier cuestión concreta.”
Cuando se le preguntó si la doctrina moral sobre la sodomía, la fornicación y el “matrimonio” homosexual podía ser alterada, Leo no respondió con un “no” claro y vinculante. Dio una hoja de ruta: primero cambiar la mentalidad, luego el magisterio.
Eso es exactamente lo que condenó san Pío X en Pascendi Dominici Gregis, donde describe cómo los modernistas hacen evolucionar el dogma “según las necesidades de los tiempos” y “la conciencia del pueblo”. La revelación divina queda secuestrada por la opinión pública.
Leo añadió después: “Es muy poco probable, ciertamente en el futuro próximo, que cambie la doctrina de la Iglesia en lo que enseña sobre la sexualidad y el matrimonio”.
No dijo que fuera imposible. Dijo que era “poco probable”… de momento. Es el lenguaje de quien cree que la enseñanza moral puede reescribirse, una vez que las actitudes se hayan domesticado.
Ordenación de mujeres — La “cuestión abierta” que no lo es
Leo propone estudiar de nuevo el diaconado femenino, como si las fronteras del sacramento fueran nebulosas. Pero la Iglesia ya ha marcado el terreno: sólo un varón bautizado puede recibir válidamente las órdenes sagradas. Fingir lo contrario es fracturar el sacramento en rituales inconexos.
Bendiciones LGBT — Restricciones cosméticas, escándalo real
Leo respalda el marco de Fiducia Supplicans, que distingue entre “bendecir personas” y no “bendecir uniones”. Pero la Iglesia no puede bendecir lo que enseña que es pecado. La mano alzada del sacerdote se convierte en signo de aprobación. Explicar durante cinco páginas que la bendición “no es bendición” es ya admitir el escándalo.
Conferencias episcopales — Federalismo doctrinal
Leo sugiere dar más “autoridad doctrinal” a las conferencias episcopales. Pero Apostolos Suos de Juan Pablo II ya estableció que no poseen potestad magisterial infalible. Flirtear con ese “federalismo” es abrir la puerta a la fragmentación y al cisma.
Liturgia: “¿No hay mucha diferencia?”
Leo reduce la cuestión a un tema de lengua: “Puedes celebrar el rito Vaticano II en latín, no hay problema”. Pero la diferencia no es el idioma, sino el rito mismo: su teología, sus oraciones, su orientación, su espíritu. Equiparar la Misa tridentina con un Novus Ordo “bien celebrado” es un insulto para quienes han sufrido persecución, suspensión y marginación por conservar la Misa de siempre.
Al final admite que nunca se ha sentado a escuchar a los fieles que defienden la Misa tradicional… pero sí ha tenido tiempo para reuniones con activistas LGBT. Ese contraste lo dice todo.
El veredicto: complicidad o resistencia
Tras esta entrevista, ya nadie puede alegar ignorancia. Leo ha hablado claro: considera posible la ordenación de mujeres, deja la puerta abierta a un cambio doctrinal sobre homosexualidad, fantasea con otorgar magisterio a las conferencias episcopales y despacha la Misa tradicional como irrelevante.
Callar ante esto no es prudencia. Es complicidad.
