Este domingo, 14 de septiembre, en la Basílica de San Pablo Extramuros, el Papa León XIV presidió la Conmemoración de los nuevos mártires y testigos de la fe del siglo XXI. En su homilía, subrayó que los cristianos perseguidos en distintas partes del mundo son símbolos de una “esperanza desarmada”, una esperanza que no se apoya en la fuerza ni en la violencia, sino en la fidelidad al Evangelio. Según destacó el Pontífice, los mártires no han renunciado a su fe a pesar de las amenazas, la opresión o la muerte, y con su ejemplo han mostrado que el testimonio cristiano es capaz de sostenerse incluso en las circunstancias más adversas.
Testimonios concretos de fe hasta el martirio
Durante la celebración, el Papa recordó algunos rostros concretos que encarnan esa esperanza. Mencionó a la religiosa estadounidense Dorothy Stang, asesinada en Brasil en 2005, que frente a quienes le pedían empuñar un arma levantó su Biblia diciendo: “Esta es mi única arma”. Recordó también al sacerdote caldeo Ragheed Ganni, muerto en Mosul en 2007 después de celebrar la misa, y al hermano anglicano Francisco Tofi, asesinado en las Islas Salomón en 2003 por su labor en procesos de desarme y reconciliación. Con estos ejemplos, el Pontífice quiso mostrar que, aunque el mundo contemple en ellos una derrota, su voz y el amor que entregaron permanecen vivos como semilla de fe.
El rostro de Dios en la cruz
León XIV insistió en que los mártires dirigen la mirada al Crucifijo, porque en la cruz de Cristo se revela el verdadero rostro de Dios: no el poder impositivo, sino la compasión que se solidariza con los sufrimientos de la humanidad. Recordó que Jesús cargó sobre sí el odio y la violencia del mundo, y así sus discípulos hoy comparten la misma suerte. Mujeres, laicos, religiosos y sacerdotes, dijo el Papa, han derramado su sangre por fidelidad al Evangelio, por justicia, por libertad religiosa y por solidaridad con los más pobres en contextos donde la hostilidad no da tregua.
La memoria viva de los nuevos mártires
El Santo Padre subrayó además la importancia de mantener viva la memoria de estos testimonios. Habló de la labor de la Comisión para los Nuevos Mártires, creada en el Dicasterio para las Causas de los Santos en colaboración con el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, que se encarga de recopilar los relatos de quienes han sido asesinados por odio a la fe. Entre ellos recordó al niño pakistaní Abish Masih, de apenas diez años, asesinado en Lahore en 2015, que dejó escrito en su cuaderno un deseo de “hacer del mundo un lugar mejor”. También evocó la figura de la misionera italiana Leonella Sgorbati, muerta en Mogadiscio en 2006 y beatificada en 2018, así como a los cristianos atacados en Burkina Faso en 2019 y a los veintiún coptos ortodoxos asesinados por el Estado Islámico en Libia en 2015. Todos ellos, afirmó, son lámparas encendidas a los pies de la cruz, luces que la violencia no logra apagar.
La victoria del bien sobre el mal
La celebración concluyó con el encendido de lámparas como signo de la fe que persiste a pesar de la persecución. Para León XIV, los mártires de hoy son un testimonio profético de que la violencia y el odio no tienen la última palabra. Su sacrificio es una llamada a los cristianos de todo el mundo a vivir con coherencia, a mantener la memoria activa de quienes han dado la vida y a comprometerse con la dignidad humana. En sus palabras, la “esperanza desarmada” de los mártires anticipa la victoria definitiva del bien sobre el mal.
