Los monjes ermitaños de fray Lope de Olmedo reciben el monasterio de San Isidoro del Campo (Sevilla) y pasan a ser conocidos en España como “Isidros” (1429 – 1432)

Los monjes ermitaños de fray Lope de Olmedo reciben el monasterio de San Isidoro del Campo (Sevilla) y pasan a ser conocidos en España como “Isidros” (1429 – 1432)

LAS TRES VIDAS DE FRAY LOPE DE OLMEDO (XXXIV)

Pilar Abellán OV

Pasando junto a la localidad de Santiponce, llegando a Sevilla por la vía de la Plata o por la antigua carretera desde Badajoz, se observa a mano derecha un imponente monasterio – fortaleza. Tal vez no sepan el nombre de ese monasterio, como me ocurría a mí cuando, durante años, realicé ese trayecto en diversas ocasiones. Poco podía imaginar que años después lo estudiaría como el principal monasterio de fray Lope de Olmedo en España.

Se trata del monasterio de San Isidoro del Campo, que el 9 de julio de 2002 se abrió al público tras un largo proceso de restauración y puesta en valor del núcleo medieval.

Habíamos mencionado ya cómo los monjes cistercienses que habitaban el monasterio de san Isidoro del Campo fueron desposeídos en virtud de una bula otorgada por Martín V en 1429 a instancias de Enrique de Guzmán, conde de Niebla, y sustituidos por los ermitaños jerónimos de Lope de Olmedo” (P. J. Respaldiza Lama, 1996. “El monasterio cisterciense de san Isidoro del Campo”, Laboratorio de arte #9, pp. 23 – 47). Y hoy vamos a detenernos a repasar la historia de este conjunto monumental desde su fundación hasta la salida de los monjes cistercienses en primer lugar y, posteriormente, la llegada de los monjes ermitaños de fray Lope de Olmedo.

El prestigioso medievalista Martín Aurell, RIP, alertaba de dos peligros fundamentales en la elaboración de una biografía histórica: por un lado, el psicologismo y, por otro, la irrelevancia del personaje en el relato de los acontecimientos. ¿Corremos el riesgo de perder de vista a fray Lope de Olmedo si nos adentramos hoy en el estudio de este magnífico monasterio, habida cuenta de que los documentos apuntan a que habitó en él durante sólo unos pocos meses? Creo – y espero – que no, porque, si bien es cierto que el paso de Lope por este monasterio fue fugaz, no lo fue el carisma que imprimió en él por medio de sus monjes. Se entiende por “carisma” en terminología eclesiástica la identidad espiritual de un instituto religioso. En el caso de la orden monástica fundada por fray Lope de Olmedo, mi impresión es que, tuviera ésta más o menos éxito humano, está fielmente basada en la manera de seguir a Jesucristo según san Jerónimo. Y ello queda plasmado en la arquitectura y las pinturas monásticas.

Comencemos con la fundación de San Isidoro del Campo y su periodo cisterciense. El profesor Pedro José Respaldiza Lama, en las Actas del Congreso celebrado en 2002 con la apertura del monasterio tras los citados trabajos de restauración, explica cómo San Isidoro del Campo es un conjunto monacal fundado a principios del siglo XIV con una finalidad funeraria, como panteón de los Guzmán. Fue ocupado primero por monjes cistercienses. Reproducimos las palabras textuales del profesor Respaldiza Lama: “El origen del monasterio estuvo unido a tradiciones y leyendas vinculadas con San Isidoro, insigne obispo de Sevilla, uno de los pilares de la cultura medieval de Occidente, cuya figura fue enarbolada en la cruzada de reconquista (el autor lo llama “justificación ideológica de la expansión de los reinos cristianos”) hacia el sur de la Península Ibérica. El hallazgo de los restos del obispo hispalense en el lugar donde después se levantó el monasterio y su traslado a León recupera una ruta, el llamado Camino Mozárabe que, partiendo de este lugar, llegaba hasta Santiago de Compostela, la antigua Vía de la Plata de origen pre-romano, que unía el valle del Guadalquivir con el Cantábrico.

San Isidoro del Campo se fundó en las inmediaciones de la antigua Itálica, donde según la tradición San Isidoro de Sevilla había creado un colegio y fueron trasladados sus restos tras la invasión musulmana. Su carácter de monasterio fortaleza podría sorprender en principio, pero esto fue habitual en la Edad Media y tiene justificación tanto simbólica como funcional; en primer lugar, porque, a finales del s. XIII – inicios del XIV, Sevilla estaba aún en manos musulmanas.

Alonso Pérez de Guzmán y su mujer María Alonso Coronel fundaron en 1301 el Monasterio de San Isidoro del Campo, tras conceder Fernando IV en 1298 el privilegio correspondiente. El monasterio fue entregado a los monjes cistercienses de San Pedro de Gumiel de Hizán (Burgos) y su prior poseía no sólo un poder espiritual equiparable al de un obispo, sino también el poder temporal de un señor feudal sobre sus posesiones, que incluían el pueblo de Santiponce, ubicado a orillas del Guadalquivir. El monasterio cisterciense posee un marcado carácter fortificado, sigue el esquema tradicional: en torno al claustro se articulan las distintas dependencias y la iglesia, en realidad dos adosados, ya que Juan Alonso Pérez de Guzmán, hijo de Alonso Pérez de Guzmán, El Bueno, mandó construir una yuxtapuesta a la primitiva. Esta iglesia fundacional se reservará para el culto monástico, mientras que la otra estaba abierta a los fieles.

El presbiterio del templo fundacional, además de su función litúrgica, sirvió como panteón de los fundadores y su linaje. En la carta de dotación del monasterio se prohíbe expresamente el enterramiento de los monjes o de cualquier otra persona ajena a la familia, e igualmente que ninguno de los descendientes se sitúe entre el altar y los fundadores: Alonso Pérez de Guzmán, El Bueno, y María Alonso Coronel. Así, el presbiterio y la nave del templo fue ocupándose por los túmulos y lápidas de los Guzmán; hasta que a comienzos del XVII, por las disposiciones del Concilio de Trento, que velaban por la preeminencia de la liturgia, se colocaron en arcosolios laterales los túmulos y efigies de los patronos y se retiraron los demás enterramientos, dejando libre el ámbito celebrativo (Respaldiza Lama, P. J., 2004. “San Isidoro del Campo (1301 – 2002). Fortaleza de la espiritualidad y santuario del poder”, en Actas… pp. 243 – 262).

Sin embargo, comenzado el siglo XV, la comunidad cisterciense de san Isidoro del Campo atravesaba una crisis. Fray José de Sigüenza afirma que la disciplina monástica había disminuido entre los cistercienses; y que se había introducido, “como sucede a menudo, no sólo el desorden y la frivolidad en el Monasterio, sino también en la Iglesia. Por ello, el piadoso Conde de Guzmán, que cuidaba de la buena regulación de su Monasterio, escribió a la Santa Sede para obtener la facultad de quitárselo a los Cistercienses y dárselo a los Monjes Jerónimos del nuevo Instituto del Venerable Lope (tom. 2 lib. 3 cap. 8 y Heliot, tom. 3 parte. 3 cap. 60). Norberto Caymi continúa explicando el paso del monasterio de los cistercienses a los monjes ermitaños de fray Lope de la siguiente manera: “cuando el Papa Martín V, que reinaba entonces, vio la declaración del Conde, sopesó sus razones y confirmó la verdad del asunto, se alegró inmediatamente. Y pronto Lope fue puesto en posesión del Monasterio por D. Alfonso de Segura, Deán de la Iglesia de Sevilla. Allí Lope hizo una estancia más larga que en el Palacio Arzobispal (durante su mandato como administrador apostólico de la diócesis), atendiendo con el mayor celo que pudo al gobierno de los monjes, que en gran número se habían puesto bajo su disciplina, reduciendo a una forma adecuada las cosas que antes habían quedado en estado de desorden, y haciéndose ejemplo vivo de santidad no sólo para los religiosos a él sujetos, sino también para el pueblo de Sevilla, que no dejaba de admirarle en cualquier lugar en que se hallase y en cualquier ministerio, y así de mirarle, que sabía combinar la observancia del claustro con los modales de una sede arzobispal”.

Como es habitual en los relatos historiográficos y documentales sobre Lope, nos encontramos ante una imprecisión en la narración de Caymi; porque si bien el monasterio fue cedido a fray Lope de Olmedo mediante una bula de 1429, no pudo tomar posesión de él hasta 1431, como ya hemos mencionado. Así lo explica el profesor Respaldiza Lama en las Actas del Congreso de 2004 (pp. 251ss): “los monjes cistercienses abandonaron el cenobio el 27 de septiembre de 1431”. Si esta fecha es correcta, podemos lanzar una hipótesis sobre la posible entrada solemne de los jerónimos en el cenobio tres días después, el 30 de septiembre, solemnidad de San Jerónimo, una fecha con un alto contenido simbólico para los monjes.

San Isidoro del Campo era un monasterio importante, junto a la ciudad de Sevilla. Nada que ver con la pequeña edificación de san Isidoro de Acela, escondido en la Sierra de Cazalla, el yermo que quería fray Lope para sus monjes. El profesor Respaldiza Lama menciona acertadamente que “la identificación de esta obediencia con el monasterio fue tal que a partir de su entrada en san Isidoro del Campo (los monjes ermitaños de san Jerónimo) serían conocidos popularmente como los isidros”; denominación que puede hallarse muy frecuentemente en la historiografía al referirse al instituto monástico de fray Lope de Olmedo en España.

La llegada los jerónimos de fray Lope a San Isidoro del Campo significó el comienzo de un largo periodo de esplendor. Prueba de ello, afirma el profesor Respaldiza Lama “fue la ampliación de sus proporciones, diferenciándose en torno al núcleo fundacional diversos ámbitos, como el Claustro Grande con las celdas individuales, la procuraduría, la botica, etc”.

Detengámonos brevemente para hacer énfasis en el tema de las celdas individuales de los monjes jerónimos. A diferencia de los benedictinos (y cistercienses), que dormían en dormitorios comunes; o de los cartujos, que lo hacían en pequeñas edificaciones independientes, los monjes jerónimos se caracterizaron (siempre que pudieron, pues fueron muchas las casas que recibieron ya edificadas) por espaciosas celdas individuales distribuidas alrededor de un claustro, subrayando la dimensión eremítica de su monacato.

El patio de los Evangelistas o de la Hospedería – continúa el profesor Respaldiza – poseía un marcado carácter de representación. Con su decoración pictórica se inició la transformación inicial del monasterio; en ella se muestra el vínculo entre el patronazgo de Enrique de Guzmán y la orden jerónima, apareciendo sus emblemas heráldicos flanqueando la escena de San Jerónimo dictando sus enseñanzas a los monjes. La decoración se completaba con las figuras de diversos santos, composiciones mudéjares de lazo, paños con roleos de acantos y la escena del Árbol de la Vida.

El estudio sistemático de las Sagradas Escrituras, siguiendo el ejemplo de san Jerónimo, fue uno de los objetivos impulsados por los jerónimos “ermitaños” de Lope de Olmedo – comenta Respaldiza Lama-, lo que vino a producir a la larga, debido a la herejía protestante de la sola scriptura, que en san Isidoro surgiera a principios del siglo XVII un (desgraciado) foco protestante, que comportó la traducción al castellano de la Biblia por Casiodoro de Reina y Cipriano Valera, monjes isidros.

El refectorio se sitúa en un espacio rectangular que ocupa el ala occidental del claustro, correspondiente a la obra primitiva del siglo XIV, que sigue los postulados de la arquitectura gótica burgalesa tan frecuente en Sevilla. Sobre los muros de arquitectura ascética y espíritu cisterciense, los monjes jerónimos desplegaron un amplio programa iconográfico a finales del siglo XV, décadas después del traspaso de fray Lope”.

Siguiendo con las modificaciones en la estructura del cenobio que introdujeron los jerónimos, en la sala capitular se eliminó la segunda planta, donde estuvo el dormitorio común cisterciense y se realizó la decoración pictórica dedicada a la vida de san Jerónimo de las que se han conservado las escenas de La imposición del capelo cardenalicio, la Partida hacia Tierra Santa, San Jerónimo dictando a los monjes, La aparición del león y El robo de los asnos, encuadradas por una estructura arquitectónica de traza gótica.

Más información sobre las pinturas murales de San Isidoro del Campo en este artículo del profesor Respaldiza Lama.

Es importante aquí mencionar que, obviamente, todas estas obras y pinturas tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XV, una vez fray Lope ya había fallecido. Por tanto, si bien es cierto que Lope habitó durante un periodo muy breve en el cenobio, no más de algunos meses, como ahora diremos, el carisma o identidad espiritual de su instituto transformó el conjunto monumental, imprimiéndole su sello espiritual durante ciento cincuenta años (hasta que Felipe II ordenó en 1567 que la Orden de san Jerónimo absorbiera los monasterios españoles de fray Lope de Olmedo).

Sobre la marcha de fray Lope del monasterio de la Archidiócesis de Sevilla (y, por tanto, de san Isidoro del Campo), José Antonio Ollero Pina considera que “probablemente, fray Lope de Olmedo todavía soportó el gobierno de la diócesis hasta los últimos meses de 1432”: “La versión piadosa dice que resignó y fray José de Sigüenza afirma que se retiró a san Isidoro del Campo. Sin embargo, las causas de su retirada debieron ir más allá de sus propias inquietudes intelectuales. Las reclamaciones de ayuda al pontífice a poco más de un año de su nombramiento fueron una confesión de su propia debilidad, y con Anaya aparentemente eliminado, su reemplazo era algo que ya estaba decidido. Sevilla constituía una pieza demasiado apetitosa como para que pudiera mantenerse en ella durante mucho tiempo” (Ollero Pina, 2007, p. 159 – 160).

No es descartable, sin embargo, aunque Ollero Pina considere que fray Lope estuvo en Sevilla hasta finales de 1432, que se marchara antes. Gobernar la Orden y la Archidiócesis debió ser sin duda demasiado pesado, especialmente leyendo de Ollero Pina los continuos problemas que le ocasionaban los partidarios de Diego de Anaya. Habiendo fallecido su amigo Martín V en febrero de 1431, quien le nombró para el cargo, Lope presentó su dimisión a su sucesor, Eugenio IV, en 1432 y regresó a Roma, a la casa generalicia de su orden, el monasterio de San Alejo y San Bonifacio.

 

Puede seguir la serie biográfica sobre fray Lope de Olmedo aquí.

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