La crueldad del Estado Islámico ha alcanzado un nuevo nivel de brutalidad en África. En su semanario An Naba (n.º 512), los terroristas no sólo reivindican la masacre de 121 cristianos en el noreste del Congo, sino que se jactan públicamente de haber asesinado a niños y mujeres que rechazaron convertirse al islam. La propaganda islamista describe los hechos como la “operación más violenta en Lubero”, refiriéndose a los cristianos como “nazaríes” —un término despectivo—, y exhibe fotografías donde un combatiente posa frente a motocicletas incendiadas, símbolo de la devastación.
El martirio de los niños
Según la información recogida por La Gaceta de la Iberósfera los yihadistas irrumpieron en la aldea de Ttuyo, en las zonas de Lubero y Beni, durante una gran reunión cristiana. Allí obligaron a los menores a elegir entre “el islam o la espada”. Los niños, con una fe inquebrantable, rehusaron apostasía alguna y fueron asesinados al instante. Lejos de ocultar el horror, el Estado Islámico lo convirtió en motivo de orgullo: “Optaron por morir ellos mismos después de rechazar el islam”, celebran en sus páginas, como si el martirio de inocentes fuese un triunfo.
Mujeres ejecutadas por confesar a Cristo
La saña alcanzó de modo especial a las mujeres. Los terroristas aseguran haber capturado y ejecutado a 21 mujeres cristianas tras la masacre. En su relato se complacen en detallar cómo redujeron a cenizas las pertenencias de las familias, incendiaron casas y destruyeron medios de subsistencia, ensañándose contra las más vulnerables de la comunidad.
La jactancia del terror
Lo más escalofriante no es solo el crimen en sí, sino la manera en que los verdugos lo presentan. La propaganda del ISIS convierte el asesinato de niños y mujeres en un trofeo, en material de propaganda para alimentar el odio y sembrar el miedo. La publicación insiste en que se trató de la “operación más violenta en Lubero” y utiliza un lenguaje de desprecio hacia los cristianos, llamándolos “nazaríes”. La fotografía difundida —un combatiente con el puño alzado frente a motocicletas ardiendo— es la escenificación de una barbarie que pretende aterrorizar a los indefensos y provocar el silencio cómplice del mundo.
Silencio internacional ante un genocidio
Mientras los terroristas exhiben su barbarie con orgullo, la tragedia de estas familias cristianas apenas recibe atención en la escena internacional. Niños ejecutados por mantener su fe, mujeres asesinadas por no renegar de Cristo: todo ello se pierde en la indiferencia de gobiernos y organismos que callan ante un genocidio religioso en curso. El Estado Islámico no esconde su odio, lo proclama. Y Occidente, con su silencio, se convierte en cómplice de los verdugos.
