El episcopado argentino atraviesa desde hace años una crisis de credibilidad y autoridad. No se trata sólo de la pérdida de influencia social de la Iglesia en un país profundamente secularizado, sino también de una degradación interna provocada por la forma en que se realizaron los nombramientos durante el pontificado de Francisco.
Como recordaba recientemente el blog El Wanderer, se multiplicaron los casos de diócesis con un número excesivo de obispos —San Juan tiene tres, mientras que en La Plata hay más obispos que seminaristas—, así como designaciones de candidatos sin trayectoria sólida en formación o gobierno pastoral, cuya única virtud parecía ser la docilidad al entonces Pontífice. Esto debilitó al cuerpo episcopal y dio origen a una generación de pastores carentes de independencia y sin verdadero peso espiritual o intelectual.
León XIV y la recuperación de un procedimiento regular
En este contexto, la llegada de León XIV al solio pontificio abre expectativas de cambio. Según fuentes consultadas por El Wanderer, el Papa habría transmitido al nuncio en Buenos Aires su decisión de restaurar el proceso normal de nombramientos: la nunciatura elabora las ternas, con consulta a sacerdotes y fieles, y Roma decide a partir de ellas.
La diferencia es crucial. Durante años, este procedimiento fue ignorado en la práctica, y las decisiones recaían directamente en el criterio del Papa o en el círculo más cercano a él, desatendiendo los informes que garantizan la idoneidad de los candidatos. Si se confirma este giro, la Iglesia argentina podría comenzar a revertir una situación que muchos consideran insostenible.
Un problema que trasciende Argentina: el caso de España
El fenómeno no se limitó al Cono Sur. También en España se registró el mismo patrón. El nombramiento del padre José Cobo como arzobispo de Madrid, y posteriormente cardenal, se realizó fuera de la terna propuesta por la nunciatura, a pesar de las objeciones existentes. Algo semejante ocurrió en Barcelona. El contraste es que, en los primeros días de su pontificado, León XIV recibió al ex nuncio en Madrid, mons. Bernardito Auza, a quien Francisco había marginado, mientras que los cardenales Cobo y Omella no obtuvieron audiencia. Para el articulista, se trata de un gesto que indica la voluntad de reordenar los procesos y devolver al episcopado un perfil más sólido.
La señal de Fernández (Jujuy) en el Dicasterio para el Clero
El nombramiento del obispo de Jujuy, mons. César Daniel Fernández, como miembro del Dicasterio para el Clero, se interpreta como una señal significativa. Fernández, ordenado obispo por Benedicto XVI, había sido apartado en su día por el entonces cardenal Bergoglio de su rol en la formación de seminaristas. Sin embargo, en los últimos años se convirtió en referente de un grupo de obispos reacios a la deriva del episcopado. Su incorporación a un dicasterio clave, responsable entre otras cosas de los seminarios, indica que León XIV no teme apoyarse en voces críticas con la etapa anterior.
Rumores de reacomodamientos en Roma y Buenos Aires
En los pasillos vaticanos circulan versiones sobre futuros cambios que afectarían a figuras de alto rango. Se menciona al cardenal Mauro Gambetti, actual arcipreste de la basílica de San Pedro, y al cardenal Víctor Manuel Fernández, conocido como “Tucho”, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, quien podría ser trasladado a la sede de Buenos Aires. A su vez, el actual arzobispo porteño, mons. Jorge García Cuerva, sería movido a la arquidiócesis de Salta.
De confirmarse, sería un golpe de efecto: Fernández, hombre de confianza de Francisco, volvería a Argentina; mientras que García Cuerva, criticado por sectores del clero y de los fieles, sería desplazado a una sede menos influyente. Con ello, León XIV equilibraría fuerzas internas y descomprimiría tensiones en Roma.
Un futuro abierto: paciencia y oración
Más allá de rumores y movimientos de piezas, lo que está en juego es el perfil del episcopado argentino en los próximos años. Con diócesis sobrepobladas de obispos auxiliares y con seminaristas escasos, la prioridad es nombrar pastores idóneos, capaces de guiar con firmeza doctrinal y espiritual.
El bloguero concluye que León XIV no actúa a tontas ni a locas, sino con una prudencia que puede resultar lenta para algunos, pero que garantiza decisiones mejor fundamentadas. De allí la exhortación final: se trata de tener paciencia y, sobre todo, de rezar. Porque ninguna reforma eclesial, ni siquiera la de los nombramientos, puede hacerse sin la asistencia del Espíritu Santo.
