La Santa Sede, bajo el pontificado de León XIV, ha tomado una decisión sin precedentes en la historia de la Iglesia en China: la supresión de las diócesis de Xiwanzi y Xuanhua, erigidas por Pío XII en 1946, y el reconocimiento oficial de la diócesis de Zhangjiakou, creada unilateralmente por el régimen comunista en 1980. Al frente de esta nueva circunscripción quedará el sacerdote Wang Zenghui, vinculado a la llamada “Iglesia oficial” controlada por el Partido Comunista Chino.
Un bastión del catolicismo borrado
Xiwanzi y Xuanhua fueron, durante más de un siglo, bastiones del catolicismo en el norte de China, con una fuerte tradición misionera hacia Mongolia. En 1946, el papa Pío XII erigió ambas diócesis como parte de una amplia organización eclesial en el país. Apenas unos meses después, la comunidad católica sufrió la tragedia de la masacre de Xiwanzi: sacerdotes ejecutados, fieles arrestados y las propiedades eclesiásticas confiscadas. La persecución se intensificó con la llegada del régimen comunista, que envió a prisión o a campos de trabajos forzados a obispos y sacerdotes fieles a Roma, como Melchior Zhang Kexing y Andrew Hao Jinli. Durante la Revolución Cultural (1966-1976), la represión alcanzó su punto máximo: templos destruidos, comunidades dispersadas y el culto católico reducido a la clandestinidad.
La geografía eclesial impuesta por el Partido
En 1980, el gobierno chino decidió reorganizar unilateralmente el mapa eclesiástico y fusionó las diócesis de Xiwanzi y Xuanhua en una nueva diócesis estatal: Zhangjiakou, que jamás fue reconocida por la Santa Sede. Desde entonces, la región ha vivido una tensión constante entre la Iglesia clandestina, fiel al Papa, y la Iglesia oficial, subordinada a la Asociación Patriótica Católica China (APCC), un organismo controlado por el Partido para promover una “iglesia nacional independiente”. Obispos como Augustine Cui Tai han pasado largos años de arresto domiciliario y repetidas detenciones por mantenerse en comunión con Roma.
Un reconocimiento que desfigura la memoria
El reconocimiento por parte de Roma de la diócesis de Zhangjiakou supone validar la estructura territorial ilegítima impuesta por el Partido en 1980. Con ello se borran jurídicamente las diócesis erigidas por Pío XII y se invisibiliza el sufrimiento de quienes resistieron a costa de cárceles, destierros y destrucción. La decisión consolida el poder de la Iglesia oficial controlada por el régimen y desmoraliza a la Iglesia subterránea, que durante décadas mantuvo la comunión con Roma en condiciones de brutal represión.
Un giro histórico de sometimiento
Se trata de un giro histórico que implica no solo la aceptación de un obispo vinculado al Partido Comunista, sino también la adhesión a la cartografía eclesial diseñada por el régimen. Roma, al someterse a la estructura impuesta por el comunismo, renuncia a su propia geografía eclesial y relega al olvido el testimonio de fidelidad y martirio que marcó a las comunidades de Hebei.
