El Papa León XIV ha nombrado a la crítica y comisaria italiana Cristiana Perrella nueva presidente de la Pontificia Insigne Academia de Bellas Artes y Letras de los Virtuosos al Panteón, institución fundada en 1542 con la misión de custodiar la tradición de las bellas artes y asesorar a la Santa Sede en materia cultural. La presidencia de esta academia pontificia es designada por el Papa por cinco años y tiene la responsabilidad de orientar los trabajos de los académicos, que abarcan disciplinas como la arquitectura, la pintura, la escultura, la literatura y la música, siempre en diálogo con la fe y la búsqueda de lo trascendente.
Perrella es conocida por su larga trayectoria en el arte contemporáneo y por haber estado al frente de instituciones como el Centro Pecci de Prato o el MACRO de Roma. Su perfil es el de una especialista en propuestas conceptuales y provocadoras, una visión estética que con frecuencia se centra en la ruptura y en la experiencia inmediata, más que en la permanencia de lo bello. Su concepto del arte ha llegado incluso a incluir exposiciones fotográficas con escenas de hombres miccionando sobre otros, ejemplos de una provocación que busca el impacto más que la expresión de lo universal y lo perenne.
El arte reducido a lo efímero
Gran parte del arte contemporáneo que ella representa se mide por la capacidad de provocar, de escandalizar o de impactar. El valor de la obra ya no reside en la belleza de lo representado, sino en su potencia de choque frente a un espectador saturado de estímulos. Es un arte que se agota en la experiencia instantánea, sin anclaje en lo universal ni vocación de perennidad.
La belleza como universal y eterno
Desde la perspectiva teológica, el arte no es mera expresión subjetiva ni entretenimiento estético. El arte verdadero toca lo permanente, aquello que conmueve tanto al hombre de las cavernas como al hombre del próximo milenio. Lo bello habla un lenguaje universal e inalterable: conmueve porque es reflejo de la verdad, de la bondad y, en último término, de Dios. Por eso la tradición cristiana siempre ha entendido que el arte está llamado a ser camino hacia lo eterno, una vía que abre al hombre a lo divino, más allá de modas y provocaciones pasajeras.
El riesgo del snobismo en una academia pontificia
Que una academia pontificia se pliegue a los criterios del arte de moda, con obras de dudoso gusto y provocación gratuita, supone un serio riesgo: el de confundir lo novedoso con lo valioso, lo efímero con lo universal. La misión de esta institución no es rendirse al relativismo estético, sino recordar que el arte, cuando es verdadero, trasciende épocas y culturas porque se enraíza en lo que no cambia: la belleza como huella del Creador.
