En los primeros seis meses de 2025, las comunidades católicas de China han registrado un notable aumento de vocaciones. Según datos del portal xinde.org, entre enero y junio tuvieron lugar la ordenación episcopal de Antonio Ji Weizhong como obispo de Lüliang, 16 nuevas ordenaciones sacerdotales, la profesión perpetua de 4 religiosas y la renovación de votos de otras 22 consagradas.
A finales de junio, el obispo de Nanchang, Giovanni Battista Li Suguang, ordenó tres nuevos sacerdotes originarios de Shanxi y Hebei, mientras que la diócesis de Pekín prepara la ordenación de dos diáconos para septiembre.
Aunque en las últimas décadas se había registrado un descenso en el número de seminaristas, ahora parece asomarse cierta estabilización.
El contraste con la historia reciente
Entre 1999 y 2008 el promedio anual de ordenaciones en China rondaba las 70, pero desde 2005 comenzó una caída pronunciada. El prolongado proceso de formación —de cinco a siete años—, unido a la presión social y política, ha supuesto un desafío para muchos jóvenes.
Sin embargo, la vitalidad vocacional que aún se percibe en algunas diócesis refleja la sed de fe de comunidades que, pese a la falta de recursos y la persecución sistemática, siguen alimentando nuevas generaciones de sacerdotes y religiosas.
El dilema de la Iglesia oficial y la clandestina
El panorama de las vocaciones no puede leerse sin la fractura que atraviesa la Iglesia en China. Por un lado, está la Iglesia “oficial”, controlada por la Asociación Patriótica Católica, bajo la mirada y las condiciones impuestas por el Partido Comunista Chino. Por otro, la Iglesia clandestina, fiel a Roma y al Papa, que ha pagado su fidelidad con la marginación, la persecución y, en muchos casos, la cárcel.
El acuerdo provisional firmado entre el Vaticano y Pekín sobre el nombramiento de obispos, en vez de fortalecer la comunión eclesial, ha dado pie a nuevos gestos de sumisión al poder político, debilitando a los católicos que, en fidelidad al Sucesor de Pedro, resisten fuera de las estructuras oficiales.
Vocaciones entre servilismo y fidelidad
Las cifras de ordenaciones reflejan una realidad ambigua: la “abundancia” de vocaciones en la Iglesia oficial se celebra con propaganda, mientras la clandestina sigue luchando por sobrevivir en la sombra.
El riesgo es evidente: confundir estabilidad con control político y confundir obediencia eclesial con sumisión al Partido. La verdadera vitalidad de la Iglesia en China no se mide solo en números, sino en fidelidad a Cristo, incluso en la clandestinidad.
Llamados a sostener a la Iglesia perseguida
La comunidad católica en el continente, consciente de la fragilidad de las vocaciones y de la falta de formadores, ha volcado esfuerzos en la formación de laicos y en el acompañamiento permanente de sacerdotes y religiosas. Pero, mientras tanto, el Estado chino busca neutralizar la misión de la Iglesia, reduciéndola a una institución domesticada y dócil.
La esperanza de la Iglesia en China no está en los informes oficiales ni en los aplausos del régimen, sino en la fidelidad de quienes, en la clandestinidad, sostienen la fe bajo amenaza, manteniendo vivo el testimonio católico frente al servilismo de la Iglesia “patriótica”.
