Por Randall Smith
Imagina que estás solicitando un trabajo muy competitivo y alguien te dice: “Puedo enseñarte a ser más competitivo que el 98 % de los demás candidatos.” ¿Te interesaría?
Supongamos que añade: “No es difícil, pero puede que no te guste.” Quizá se trate de algo tan simple como llevar saco y corbata a la entrevista, aunque odies usarlos. Yo también estoy contigo en eso, pero si de verdad quieres el trabajo, ¿no harías ese pequeño esfuerzo extra? ¿O te pondrías a quejarte? “¿Por qué debo llevar saco y corbata? ¡Son una tontería! Si quieren saco y corbata, allá ellos.”
De nuevo, estoy contigo en lo del saco y la corbata, pero, en serio, ¿quieres el trabajo o no? Si no, está bien. Pero no te quejes después de no tener empleo ni digas que la vida es injusta.
¿Por qué cuento esto? Pues porque voy a dar algunos consejos a los jóvenes sobre el cortejo y las citas, y a algunos quizá les resulten molestos.
Hace años escribí una columna, inspirada —como esta— por conversaciones con jóvenes católicas obligadas a meterse en el penoso negocio de los portales de citas católicos, porque, de otro modo, simplemente no había citas para ellas.
En aquel artículo sugerí que esas jóvenes católicas serias, ortodoxas, bellas y orientadas a la familia —conocía muchas, y aún las conozco— no estaban interesadas en hombres que se anunciaban en línea buscando “esposas católicas tradicionales.”
“No interesadas” es un eufemismo. Los sentimientos eran mucho más fuertes. Algunos hombres se molestaron por aquel artículo. Una mujer pensó que estaba haciendo de “caballero salvador” (white knighting). Yo no conocía esa expresión. Afortunadamente, una de las mujeres que inspiró el artículo escribió para decir: “¡Yo misma le dije eso a uno!”
En fin, no me afecta. En mi juventud hice muchas tonterías (aún las hago). Pero Dios fue bueno y tengo una esposa maravillosa. Así que tómate este consejo con cautela. Pero si lo que haces no funciona, quizá debas probar otra cosa.
Bien, según mi encuesta nada científica, cuyos resultados he confirmado con muchas jóvenes católicas, aquí tienes cómo ponerte por delante del 97 o 98 % del resto de los hombres. Se resume en esto:
-
Consigue un trabajo.
-
No vivas con tus padres.
-
No pases todo tu tiempo jugando videojuegos.
-
No navegues en busca de pornografía.
-
No jures cada dos palabras.
-
No seas un fanático raro.
-
Ten alguna habilidad: hacer ejercicio, arreglar cosas, algo así.
-
Interésate en algo más que en la única cosa de la que crees saber algo.
-
Sé un caballero.
Eso es todo. Nada caro. No necesitas trajes ni autos de James Bond. Ser un “jugador” no interesará a estas mujeres. No necesitas ser un CEO. Pero debes mostrar que tienes disciplina para trabajar y terminar tareas. Debes estar entregado a algo más que a ti mismo. Y debes ser valiente, dispuesto a correr riesgos. Cuando alguien llama pidiendo ayuda, debes ser de los que van.
Algunos de estos puntos quizá te molesten. “¿Qué tiene de malo jugar videojuegos?” Nada necesariamente. Por favor, no me escribas diciendo: “¡Conozco a un chico que conoció a su esposa jugando videojuegos!” Yo también conozco uno. Uno solo. También conozco a hombres que conocieron a sus esposas en un avión. No por eso recomiendo volar más. Eso no te pondrá en el grupo preferido por la mayoría de las mujeres católicas. Yo conocí a mi esposa en una cafetería. Beber más café tampoco te conseguirá una esposa.
“¿Qué tiene de malo jurar? ¡Conozco mujeres que juran mucho!” Yo también. ¿Estás saliendo con ellas?
“¿Por qué necesito un trabajo?” Si haces esa pregunta, mejor que te mantengas alejado de los portales de citas católicos. Lo mismo si dices: “No quiero hijos —nunca.”
Entiéndelo: vives en una cultura que ha dejado a los jóvenes sistemáticamente sin preparación para el cortejo y el matrimonio. Es trágico. Ojalá fuera distinto. Pero debes jugar con las cartas que te han tocado.
Si prefieres no seguir este consejo, está bien. Puede que te funcione. Pero si no, no te quejes del problema ni, por el amor de Dios, te pongas a culpar a las mujeres. Y no te conviertas en un idiota tipo Andrew Tate. Esa es la manera más segura de no encontrar nunca a una buena mujer con la cual compartir tu vida y tu amor.
¿Quién toma consejos de citas de un profesor de teología? Prácticamente nadie. Pero esto es lo que he escuchado de muchas mujeres jóvenes que ya estarían casadas si hubiera hombres preparados para comprometerse.
Si no me crees, pregunta a hombres felizmente casados desde hace diez años o más, especialmente a los que tienen hijas. Y verás lo que dicen. ¿Y la oración? Haz mucha.
Pero recuerda: las esposas no aparecen en tu puerta porque las pidas en Amazon. Cortar con una buena mujer es un don y una tarea. La tarea es que debes ganarte su confianza siendo un hombre digno de ella. Y eso mismo es el don.
Espero que algunos se molesten con este consejo. Puedo oír ya las quejas: “¿No deberían las mujeres escuchar también algunos consejos?” Quizá sí. Pero ese no es mi trabajo. Soy hombre. Ese es un trabajo para una mujer sabia y mayor, que aconseje a sus pares más jóvenes.
Además, mi otro consejo para los jóvenes sería este: No intentes dar consejos a las mujeres jóvenes ni te quejes de ellas. Es como cuando el guardabosques te dice que no provoques a un oso grizzly. No puede salir nada bueno de ello. Y, por más que te parezca una buena idea, no lo es.
Sobre el autor
Randall B. Smith es profesor de Teología en la Universidad de St. Thomas en Houston, Texas. Su libro más reciente es From Here to Eternity: Reflections on Death, Immortality, and the Resurrection of the Body.
