El Papa León XIV se asomó este domingo, XXII del Tiempo Ordinario, a la ventana del Palacio Apostólico para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. Comentando el Evangelio de Lc 14,1.7-14, subrayó que compartir la mesa es un signo universal de paz y comunión, y que la cultura del encuentro se alimenta de gestos sencillos que acercan.
El Pontífice advirtió contra la «carrera por los primeros puestos» que transforma la convivencia en competición y pidió dejar a Jesús la palabra cuando nos sentamos juntos a la mesa eucarística, para que su mirada nos libere de reducir la vida a una carrera, del afán de reconocimiento y de compararnos inútilmente unos con otros.
«La humildad —dijo— es la forma acabada de la libertad: libertad de uno mismo». Nace cuando el Reino de Dios ocupa de veras nuestro interés y nos permite mirar lejos. Quien se sabe precioso a los ojos de Dios tiene de qué gloriarse sin estrategias, porque la dignidad «brilla por sí misma» cuando, en vez de servirnos de las situaciones, aprendemos a servir. Por eso pidió que la Iglesia sea «para todos una palestra de humildad», una casa en la que «siempre se es bienvenido» y donde Jesús educa a su libertad.
Tras el Ángelus, León XIV renovó su cercanía al pueblo ucraniano ante los recientes bombardeos, reclamó «un alto el fuego inmediato» y un compromiso serio con el diálogo. Expresó sus oraciones por las víctimas del tiroteo durante una Misa escolar en el estado de Minnesota (EE. UU.) e imploró a Dios que detenga «la pandemia de las armas». Lamentó el naufragio frente a la costa atlántica de Mauritania, con más de cincuenta muertos y alrededor de cien desaparecidos, y pidió vivir de verdad la palabra del Señor: «Era forastero y me acogisteis» (Mt 25,35). Encomendó a heridos, desaparecidos y difuntos al «abrazo amoroso» del Salvador.
Recordó que mañana, 1 de septiembre, se celebra la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, instituida hace diez años por el papa Francisco en sintonía con el Patriarca Bartolomé I, que este año lleva por lema «Semillas de paz y de esperanza» y se prolonga hasta el 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís. Finalmente, saludó a diversos grupos parroquiales y asociaciones presentes, deseando a todos un feliz domingo.
Texto íntegro de las palabras del Papa (traducción de InfoVaticana):
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Sentarse a la mesa juntos, especialmente en los días de descanso y de fiesta, es un signo de paz y de comunión en toda cultura. En el Evangelio de este domingo (Lc 14,1.7-14) Jesús es invitado a comer por uno de los jefes de los fariseos. Tener invitados ensancha el espacio del corazón, y hacerse huéspedes exige la humildad de entrar en el mundo ajeno. Una cultura del encuentro se alimenta de estos gestos que acercan.
Encontrarse no es siempre fácil. El evangelista observa que los comensales «estaban observando» a Jesús, y en general Él era mirado con cierta sospecha por los intérpretes más rigurosos de la tradición. Con todo, el encuentro sucede, porque Jesús se hace realmente cercano, no permanece externo a la situación. Se hace de veras huésped, con respeto y autenticidad. Renuncia a esas buenas maneras que son solo formalidades para evitar implicarse recíprocamente. Así, con su estilo propio, con una parábola, describe lo que ve e invita a quienes lo observan a pensar. Ha notado, en efecto, que hay una carrera por ocupar los primeros puestos. Esto sucede también hoy, no en familia, sino en las ocasiones en que importa “hacerse notar”; entonces el estar juntos se transforma en una competición.
Hermanas y hermanos, sentarnos juntos a la mesa eucarística, en el día del Señor, significa también para nosotros dejar a Jesús la palabra. Él se hace gustosamente nuestro huésped y puede describirnos cómo nos ve. Es tan importante vernos con su mirada: repensar cómo a menudo reducimos la vida a una carrera, cómo nos descomponemos para obtener algún reconocimiento, cómo nos comparamos inútilmente unos con otros. Detenernos a reflexionar, dejarnos sacudir por una Palabra que pone en cuestión las prioridades que ocupan nuestro corazón: es una experiencia de libertad. Jesús nos llama a la libertad.
En el Evangelio usa la palabra «humildad» para describir la forma acabada de la libertad (cf. Lc 14,11). La humildad, en efecto, es la libertad de uno mismo. Nace cuando el Reino de Dios y su justicia han tomado realmente nuestro interés y podemos permitirnos mirar lejos: ¡no la punta de nuestros pies, sino lejos! Quien se ensalza, por lo general, parece no haber encontrado nada más interesante que sí mismo, y en el fondo está muy poco seguro de sí. Pero quien ha comprendido ser tan precioso a los ojos de Dios, quien siente profundamente ser hijo o hija de Dios, tiene cosas más grandes de las que gloriarse y posee una dignidad que brilla por sí misma. Esta viene al primer plano, ocupa el primer puesto, sin esfuerzo y sin estrategias, cuando en lugar de servirnos de las situaciones aprendemos a servir.
Queridísimos, pidamos hoy que la Iglesia sea para todos una palestra de humildad, es decir, esa casa en la que siempre se es bienvenido, donde los puestos no hay que conquistarlos, donde Jesús puede todavía tomar la palabra y educarnos a su humildad, a su libertad. María, a quien ahora rezamos, es verdaderamente la Madre de esta casa.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
por desgracia, la guerra en Ucrania continúa sembrando muerte y destrucción. También en estos días los bombardeos han golpeado varias ciudades, incluida la capital, Kiev, causando numerosas víctimas. Renuevo mi cercanía al pueblo ucraniano y a todas las familias heridas. Invito a todos a no ceder a la indiferencia, sino a hacerse prójimos con la oración y con gestos concretos de caridad. Reitero con fuerza mi apremiante llamamiento a un alto el fuego inmediato y a un compromiso serio en el diálogo. Es tiempo de que los responsables renuncien a la lógica de las armas y tomen el camino de la negociación y de la paz, con el apoyo de la comunidad internacional. Debe callar la voz de las armas y debe alzarse la voz de la fraternidad y de la justicia.
Nuestras oraciones por las víctimas del trágico tiroteo durante una Misa escolar en el estado estadounidense de Minnesota incluyen a los innumerables niños que cada día son asesinados y heridos en todo el mundo. Supliquemos a Dios que detenga la pandemia de las armas, grandes y pequeñas, que infecta nuestro mundo. Que nuestra Madre María, la Reina de la Paz, nos ayude a cumplir la profecía de Isaías: «De las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas» (Is 2,4).
Nuestros corazones están heridos también por las más de cincuenta personas muertas y cerca de cien aún desaparecidas en el naufragio de una embarcación cargada de migrantes que intentaban el viaje de 1.100 kilómetros hacia las Islas Canarias, volcada cerca de la costa atlántica de Mauritania. Esta tragedia mortal se repite cada día en todo el mundo. Recemos para que el Señor nos enseñe, como personas y como sociedad, a poner plenamente en práctica su palabra: «Era forastero y me acogisteis» (Mt 25,35).
Encomendamos a todos nuestros heridos, desaparecidos y difuntos, en todas partes, al abrazo amoroso de nuestro Salvador. Affidiamo tutti i feriti, i dispersi e i morti, ovunque, all’abbraccio amorevole del nostro Salvatore.
Mañana, 1 de septiembre, es la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. Hace diez años el papa Francisco, en sintonía con el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, instituyó para la Iglesia católica dicha Jornada. Es más que nunca importante y urgente, y este año tiene por tema «Semillas de paz y de esperanza». Unidos a todos los cristianos, la celebramos y la prolongamos en el «Tiempo de la Creación» hasta el 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís. En el espíritu del Cántico de hermano sol, compuesto por él hace 800 años, alabemos a Dios y renovemos el compromiso de no estropear su don, sino de cuidar de nuestra casa común.
Dirijo con afecto mi saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos de Italia y de varios países. En particular, saludo a los grupos parroquiales de Quartu Sant’Elena, Morigerati, Venegono, Rezzato, Brescello, Boretto y Gualtieri, Val di Gresta, Valmadrera, Stiatico, Sortino y Casadio; y al grupo de familias de Lucca que ha venido por la Vía Francígena.
Saludo asimismo a la Fraternidad Laical de las Hermanas Dimesse de Padua, a los jóvenes de Azione Cattolica y de la AGESCI de Reggio Calabria, a los jóvenes de Gorla Maggiore y a los confirmandos de Castel San Pietro Terme; así como al Movimiento Shalom de San Miniato con la Filarmónica Angiolo del Bravo, a la Asociación «Note libere» de Taviano y al grupo «Genitori Orsenigo».
¡A todos, feliz domingo!
