El Vaticano ha presentado oficialmente la tercera edición del Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana, que tendrá lugar en Roma los días 12 y 13 de septiembre de 2025. El evento, promovido por la Basílica de San Pedro y la Fundación Fratelli tutti, pretende reunir a representantes de instituciones civiles, culturales y religiosas de todo el mundo en torno a la idea de la “fraternidad universal”.
El cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de San Pedro, subrayó que la intención es “proponer al mundo el horizonte de la fraternidad como piedra angular de un posible nuevo orden político, económico y social de la existencia humana”. Las palabras del purpurado insisten en un lenguaje de universalidad, diálogo y cooperación entre pueblos, con la participación de líderes sociales, académicos y hasta premios Nobel.
El programa prevé 15 mesas temáticas sobre educación, deporte, economía, información, arte, etc., con el objetivo de generar propuestas aplicables en la vida social y política. El punto culminante será la llamada “Asamblea de lo Humano”, en el Campidoglio, y un espectáculo cultural en la Plaza de San Pedro con artistas internacionales.
Una propuesta sin Cristo en el centro
La presentación, sin embargo, deja entrever una tensión respecto de la línea marcada por el nuevo Papa León XIV, que en su homilía de inicio de pontificado afirmó con claridad:
“Juntos, como un solo pueblo, como hermanos, caminemos hacia Dios y amémonos los unos a los otros”.
— Papa León XIV, homilía de inicio de pontificado
Desde la fe católica, la fraternidad no es un mero acuerdo humano ni un sentimiento genérico de buena voluntad. Es la fraternidad que brota de Cristo encarnado, muerto y resucitado, quien nos ha hecho verdaderos hijos de Dios y, por tanto, hermanos entre nosotros.
Separada de esta raíz, la “fraternidad universal” corre el riesgo de quedarse en un concepto vago, fácilmente instrumentalizable por ideologías políticas o culturales. No es casual que algunos observen en este discurso ecos de un humanismo masónico, donde se habla de fraternidad sin referencia al único que la garantiza: Jesucristo.
Fraternidad cristiana que abre al mundo
Esto no significa que la Iglesia deba cerrarse en sí misma. Al contrario, el Evangelio impulsa a los católicos a invitar a toda la humanidad a la verdadera fraternidad en Cristo. San Pablo recuerda: “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28). Esa es la base firme sobre la cual se construye cualquier verdadera fraternidad.
El riesgo de proponer una fraternidad desligada de Cristo es ofrecer un edificio sin cimientos, una palabra bella pero hueca. En cambio, desde la tradición cristiana, la fraternidad no es una opción estética ni un ideal humanitario, sino una realidad ontológica fundada en el Hijo de Dios hecho hombre.
El desafío del nuevo pontificado
Por eso, cabe preguntarse si este encuentro, preparado desde hace tres años bajo el pontificado anterior y enmarcado en el espíritu de Fratelli tutti, está del todo actualizado a la orientación que el Papa León XIV parece querer imprimir a la Iglesia: volver a poner a Cristo en el centro del discurso y de las iniciativas.
Será interesante ver, en septiembre, si el Santo Padre introduce en este evento la clave que le da sentido: la fraternidad no como proyecto humano, sino como don divino nacido del Corazón de Cristo. Solo así se podrá hablar de verdadera fraternidad, abierta a todos los hombres, pero enraizada en Dios hecho carne.