Primeros nombramientos de León: continuidad con matices

Grupo de cardenales en la logia vaticana durante los actos del precónclave, con José Cobo entre ellos.

El reciente anuncio de los nombramientos de nuevos miembros y consultores del Dicasterio para el Clero ofrece una fotografía bastante clara de las líneas que siguen marcando la vida de la Curia romana. Por un lado, se refuerza la impronta de continuidad con el pontificado de Francisco, pero a la vez aparecen nombres que introducen matices más esperanzadores en cuanto a equilibrio y diversidad de perfiles.

La continuidad de Francisco

Muchos de los nuevos miembros encajan perfectamente en el estilo de gobierno de Francisco: cardenales como Luis Antonio Tagle, Jean-Marc Aveline o José Tolentino de Mendonça representan esa corriente eclesial cercana a la visión pastoral del actual pontificado, con fuerte acento en el diálogo cultural, la apertura y la misión en las periferias. La presencia de Mario Grech, secretario general del Sínodo, y de Arthur Roche, prefecto del Culto Divino, asegura además que la línea de trabajo marcada en los últimos años –sinodalidad y reforma litúrgica– tendrá un peso específico dentro del organismo encargado del clero.

También en el ámbito de los consultores se perciben perfiles afines a esta sensibilidad: especialistas en psicología y ciencias humanas, como el jesuita Stanisław Morgalla o el sacerdote Stefano Giacomo Guarinelli, lo que refleja la insistencia en abordar los desafíos del clero desde perspectivas más interdisciplinarias.

Voces que aportan equilibrio

Sin embargo, junto a estos nombramientos de clara continuidad, aparecen figuras que pueden introducir matices distintos. Entre ellos destaca mons. Frank Leo, arzobispo de Toronto, con una trayectoria más clásica y una aproximación doctrinal sólida, que podría convertirse en una voz moderadora en medio de la dinámica curial. Igualmente significativa es la incorporación de mons. Erik Varden, O.C.S.O., obispo de Trondheim: un monje trapense con gran hondura espiritual y capacidad de pensamiento, que aporta el testimonio de una vida marcada por la tradición monástica y la renovación interior.

Estos perfiles, junto con el de otros obispos diocesanos de realidades menos mediáticas pero con sólida vida pastoral, como mons. Jesús Vidal Chamorro en España o mons. Egidio Miragoli en Italia, sugieren un intento de dar cabida a voces que no siempre quedan reflejadas en la agenda dominante de Roma.

Una composición diversa

El resultado es un Dicasterio para el Clero en el que conviven dos almas: la de la continuidad del pontificado de Francisco, con sus apuestas por la sinodalidad, la centralidad del acompañamiento psicológico y la dimensión cultural; y la de una Iglesia que sigue reconociendo la necesidad de perfiles espirituales más tradicionales, intelectuales sólidos y pastores con experiencia real de diócesis.

La diversidad geográfica –con miembros procedentes de América, África, Asia y Europa– es otro elemento llamativo, que responde a la preocupación de Francisco por dar visibilidad a la universalidad de la Iglesia. Sin embargo, más allá del mapa mundial, la clave estará en ver cómo se articulan en la práctica las diferentes sensibilidades que ahora confluyen en un mismo dicasterio.

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