Timothy Radcliffe cumple 80 años: arquetipo de la Iglesia progresista que se apaga

Timothy Radcliffe cumple 80 años: arquetipo de la Iglesia progresista que se apaga

El dominico inglés Timothy Radcliffe alcanzó ayer, 22 de agosto, los 80 años, edad en la que deja de ser cardenal elector. Más allá de lo simbólico, su figura se ha convertido en un emblema de la Iglesia posconciliar progresista: liturgia reducida, vocaciones desplomadas, certezas doctrinales relativizadas. La relevancia es meramente simbólica ya que no hay Cónclave a la vista, pero con él se va apagando, poco a poco, un modelo eclesial que coronó Francisco y que marcó medio siglo de declive.

Un Maestro General en tiempos de derrumbe vocacional

Radcliffe (Londres, 1945) fue ordenado sacerdote en 1971 y llegó a ser Maestro General de la Orden de Predicadores entre 1992 y 2001. Su mandato coincidió con la etapa de mayor crisis vocacional en Europa. El propio Radcliffe reconocía que, en su provincia, los seminaristas pasaron de 42 a 9 en pocos meses. La tendencia fue global: Europa pasó de aportar más de la mitad de las ordenaciones en 1970 a menos de una cuarta parte en 2019.

El teólogo de la ambigüedad

La obra de Radcliffe —traducida a numerosos idiomas y difundida en ambientes eclesiales y académicos— se caracteriza por un estilo brillante, accesible y amable, pero con un trasfondo doctrinal difuso.

En libros como What is the Point of Being a Christian? (¿Qué sentido tiene ser cristiano?, 2005) o Take the Plunge: Living Baptism and Confirmation (La importancia de vivir el bautismo y la confirmación, 2012), insiste en presentar la fe como un espacio de libertad, creatividad y apertura. Pero su insistencia en “acoger sin condiciones” muchas veces evita nombrar con claridad el pecado, el combate espiritual y la necesidad de conversión, elementos centrales en la tradición católica.

En Why Go to Church? (¿Por qué ir a misa?, 2008) defendía la liturgia como lugar de encuentro comunitario, pero reducida a categorías de hospitalidad y experiencia compartida, con escasa referencia al carácter sacrificial y expiatorio de la Eucaristía. Sus reflexiones sobre la misa suelen omitir lo que la teología católica siempre ha considerado esencial: la renovación incruenta del Sacrificio de Cristo.

En conferencias y artículos, Radcliffe abordó también cuestiones morales con planteamientos límite. En 2013, en su contribución al Pilling Report anglicano, escribió sobre las relaciones homosexuales que no debían analizarse bajo la lógica de lo “permitido o prohibido”, sino de si eran “tiernas, vulnerables, generosas y no violentas”. Una formulación que abrió un espacio para lecturas contrarias al Catecismo.

De modo semejante, ha abogado por dar “autoridad real” a las mujeres en la Iglesia y por encontrar caminos para la acogida sacramental de los divorciados vueltos a casar, en clara tensión con Familiaris consortio y con la disciplina sacramental definida por la tradición.

Entre el Sínodo y Fiducia supplicans

Radcliffe fue uno de los animadores espirituales del Sínodo 2023-2024. Allí pidió vivir con libertad incluso las “decepciones” del proceso, palabras que algunos interpretaron como un modo de preparar al pueblo de Dios a aceptar giros doctrinales revestidos de lenguaje pastoral.

En diciembre de 2023, con la publicación de Fiducia supplicans, su nombre volvió a la primera línea. En declaraciones recogidas en diversos medios, se interpretó que atribuía la resistencia de episcopados africanos a la bendición de parejas homosexuales a “presiones intensas” de grupos externos bien financiados. Aunque matizó después que no hablaba de motivaciones económicas de los obispos, muchos leyeron en sus palabras un intento de deslegitimar la defensa africana de la doctrina católica.

Cardenal a los 79: un gesto simbólico de Francisco

El 7 de diciembre de 2024, con 79 años cumplidos, Francisco lo creó cardenal diácono de Santi Nomi di Gesù e Maria in Via Lata. Recibió dispensa para no ser ordenado obispo y pudo presentarse con el hábito dominico en el consistorio, un gesto poco habitual. El nombramiento fue leído sobre todo como simbólico: la coronación de un perfil emblemático del catolicismo progresista, más que la incorporación de un elector con peso en un futuro cónclave.

Un ciclo que se cierra

Con 80 años cumplidos, Radcliffe queda fuera del cuerpo electoral y su figura adquiere un aire de epílogo. Su biografía resume la deriva de buena parte de la Iglesia occidental desde el Concilio Vaticano II: liturgias reducidas a “fiesta comunitaria”, comunidades religiosas en declive, y una teología pastoral que privilegia la «acogida y el diálogo» (como conceptos difusos) a costa de la claridad doctrinal.

Su pluma ágil, su estilo cálido y su prestigio en ambientes académicos no bastan para ocultar que Radcliffe encarna el fracaso de un modelo. Fue símbolo de una Iglesia que creyó que abrir puertas al mundo bastaba para renovarse, y que al hacerlo terminó vaciando los seminarios, banalizando la liturgia y sembrando confusión doctrinal. Con su figura se resume una época que da señales de apagarse, abriendo paso al reto de reconstruir sobre la roca de la tradición lo que décadas de ambigüedad debilitaron. Veremos si León XIV asume ese reto.

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