La divinidad de Cristo, según el Evangelio

La divinidad de Cristo, según el Evangelio

Por: Brad Miner

¿Has oído esto de alguien? «Es absurdo decir que Jesús es Dios, ya que Él nunca lo afirmó». Hay quienes pueden salirse con la suya si el cristiano con el que hablan no está preparado para refutarlo citando capítulo y versículo.

Por supuesto, los incrédulos militantes no se convencerán de la divinidad de Cristo, por muy clara y exhaustivamente que uno cite la Escritura para mostrar que exactamente así se describió Él, porque para ellos la Biblia es una obra de ficción.

Quienes admiran a Jesús como mero «gran maestro moral» señalan que Jesús nunca dijo las palabras «yo soy Dios». Pero estos literalistas no ven el bosque por los árboles. C.S. Lewis abordó esto en Mere Christianity. Es insensato, escribe, decir que uno está «dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro moral, pero no aceptar su afirmación de ser Dios».

Un hombre que fuera solamente un hombre y dijera las cosas que dijo Jesús no sería un gran maestro moral. Sería o un lunático –al nivel del hombre que dice ser un huevo escalfado– o sería el Diablo del infierno. Hay que elegir. O este hombre era, y es, el Hijo de Dios; o un loco o algo peor. Puedes callarlo como a un loco, puedes escupirle y matarlo como a un demonio; o puedes caer a sus pies y llamarlo Señor y Dios. Pero no vengamos con ninguna insensatez condescendiente acerca de que es un gran maestro humano. No nos dejó esa opción. No lo pretendía.

¿Cuándo, entonces, dejó claro Jesús que Él es Dios encarnado? Son numerosas las ocasiones a lo largo del Nuevo Testamento (y, por extensión, del Antiguo), pero me centraré sólo en el Evangelio de Juan (con conexiones a las Escrituras hebreas).

En Juan, Jesús usa repetidamente la expresión «Yo soy», a menudo con títulos o descripciones, para afirmar su divinidad. Estas declaraciones, junto con otras, subrayan la existencia eterna de Jesús, su preeminencia y su papel como mediador entre nosotros y el Padre:

  • «Yo soy el pan de vida.» (Jn 6,35) Jesús, fuente de alimento espiritual y vida eterna. (Dones que sólo provienen de Dios: Éxodo 16,4 y el maná, el pan del cielo.)

  • «Yo soy la luz del mundo.» (Jn 8,12) Jesús es la iluminación del Creador. («Hágase la luz», Génesis 1,3.)

  • «Yo soy la puerta de las ovejas.» (Jn 10,7) La única manera de entrar en el Reino, a través del guardián supremo. (Jesús como el pastor de Isaías 40,11.)

  • «Yo soy el buen pastor.» (Jn 10,11) Jesús se presenta como protector de su pueblo, un papel tradicionalmente asociado al cuidado y guía de Dios (cf. Is 40,11).

  • «Yo y el Padre somos uno.» (Jn 10,30) Esta declaración afirma la unidad de Jesús con Dios Padre, implicando que comparte la misma esencia divina. (Quizá alusión al Shemá de Deuteronomio 6,4: «Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno».)

  • «El Padre está en mí y yo en el Padre.» (Jn 10,38) La unidad entre Jesús y Dios Padre (de nuevo el Shemá).

  • «Yo soy la resurrección y la vida.» (Jn 11,25) Poder de Jesús sobre la muerte y su capacidad de conceder vida eterna. (Isaías 26,19: «Tus muertos vivirán, sus cadáveres resucitarán».)

  • «Yo soy el camino, la verdad y la vida.» (Jn 14,6) Jesús es el único camino hacia Dios. (Isaías 30,21: «Y cuando vayáis a la derecha o a la izquierda, oiréis detrás de vosotros una palabra que dirá: ‘Éste es el camino; caminad por él’».)

  • «Yo soy la vid verdadera.» (Jn 15,1) Jesús es la fuente de vida. (Isaías 5: «La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel».)

  • «Todo lo que tiene el Padre es mío.» (Jn 16,15) ¿Puede ser más claro? (1 Crónicas 29,12: «De ti vienen la riqueza y el honor; tú gobiernas todo. En tu mano están el poder y la fuerza; de tu mano proviene hacer grandes y dar fuerza a todos».)

He guardado para el final lo que creo es la afirmación más clara de la divinidad de Cristo: Juan 8,58. El contexto: está en el templo, hablando a seguidores y escépticos. Acaba de decirles que «la verdad os hará libres». Ellos responden: «Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie». Jesús les recuerda que «todo el que comete pecado es esclavo del pecado». Los protestantes insisten: «Abraham es nuestro padre». Jesús les dice que su padre es el Diablo. Ahora están enfadados. «¿Eres tú más grande que nuestro padre Abraham, que murió? Los profetas también murieron. ¿Quién te crees que eres?» Jesús responde que «vuestro padre Abraham se alegró pensando en ver mi día; lo vio y se alegró».
¡Espera! ¿Abraham vio su día? Replican: «Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?».
Ahora viene el momento: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo soy

Y tiene sentido, ¿no? Que Juan, el más teológico de los evangelistas, escribiera esto. El prólogo de su evangelio ya ha establecido la divinidad de Cristo:
En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Es irrefutable y una clara referencia a Éxodo 3,14: Yo soy el que soy.

Esto debe ser afrontado por los admiradores de Jesús, incluidos los musulmanes, cuyo libro sagrado venera a Jesús (Isa) como profeta pero no como Dios. La cuestión, claro está, es la Trinidad.

La mayoría de los cristianos, en algún momento, se han preguntado cómo Uno puede ser Tres, y la única manera de entender y afirmar el misterio trinitario es mediante la fe, especialmente como enseñó San John Henry Newman, a través del desarrollo de la doctrina. En su Sermón 24 (Parochial and Plain Sermons), «El misterio de la Santísima Trinidad», y tras reconocer que la palabra «Trinidad» no aparece en la Escritura, Newman demuestra cómo la Iglesia primitiva razonó sobre ello desde la Biblia:

«Id, pues, y enseñad a todas las naciones; bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt 28,19). Que en algún sentido real el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Aquellos a quienes debemos servir y adorar, de quienes procede el Evangelio de la gracia, y en quienes se centra la profesión de cristianismo, seguramente se muestra, de manera más satisfactoria e indiscutible, por las palabras de este texto. (énfasis añadido)

«Antes de que Abraham existiera, Yo soy» es la respuesta de Dios a la pregunta de Moisés sobre su identidad. Y esto nos remite a C.S. Lewis y su trilema, la elección en torno a las declaraciones de Cristo sobre su identidad (y hay muchas más de las mencionadas aquí). ¿Es Jesús un lunático, un mentiroso o el Señor? Tienes que elegir.

Acerca del autor

Brad Miner, esposo y padre, es editor sénior de The Catholic Thing y miembro sénior del Faith & Reason Institute. Fue editor literario de National Review y tuvo una larga carrera en el mundo editorial. Su libro más reciente es Sons of St. Patrick, escrito con George J. Marlin. Su bestseller The Compleat Gentleman está disponible en una tercera edición revisada y también como audiolibro (leído por Bob Souer).

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