Munilla levanta el precepto de Santiago: el patrón de España, sin obligación de Misa este 25 de julio

Munilla levanta el precepto de Santiago: el patrón de España, sin obligación de Misa este 25 de julio

El obispo de Orihuela-Alicante, Mons. José Ignacio Munilla, ha decretado la dispensa del precepto de participar en la Santa Misa el próximo 25 de julio, día de Santiago Apóstol, patrono de España. La medida implica que los fieles de la diócesis no estarán obligados a acudir a la Eucaristía en una de las fiestas litúrgicas más significativas del calendario español.

El motivo esgrimido en el decreto, firmado el 11 de julio, es que el calendario laboral de la Comunidad Valenciana no contempla este día como festivo, lo que “podría generar dificultades” para cumplir el precepto. Como consecuencia, la diócesis opta por dispensar la obligación en lugar de proponer alternativas para facilitar la participación litúrgica.

¿Se agotaron todas las opciones pastorales?

Cabe preguntarse si no habrían sido posibles otras medidas que mantuvieran la dimensión celebrativa del día, aun dentro de las limitaciones del contexto laboral. Por ejemplo, la organización de Misas en horarios adaptados —al amanecer, al mediodía o al anochecer—, pausas litúrgicas breves en centros pastorales, o incluso transmisiones en directo de celebraciones especiales para quienes no pudieran asistir presencialmente.

La creatividad pastoral no está reñida con la prudencia, y el propio obispo Munilla ha demostrado en numerosas ocasiones una notable capacidad de comunicación y acción en entornos digitales. Precisamente por ello, sorprende que en una solemnidad de alcance nacional no se haya articulado desde la diócesis un esfuerzo más visible y coordinado para sostener la dimensión litúrgica del día.

Entre la recomendación y la omisión

El decreto anima a los fieles a participar, si les es posible, en alguna celebración litúrgica o acto de devoción. Sin embargo, al no acompañarse de medidas específicas ni de una planificación concreta, la invitación queda relegada al ámbito de la iniciativa individual, sin respaldo estructural desde la diócesis.

Este enfoque puede dar lugar a una normalización de la omisión del culto público, especialmente en un contexto social donde la práctica religiosa ya sufre una progresiva invisibilización. Que esta relajación ocurra, además, en la solemnidad del patrón de España, añade un matiz preocupante en términos simbólicos y eclesiales.

Una decisión que plantea preguntas de fondo

Más allá del contenido del decreto, la decisión episcopal interpela sobre la actitud pastoral ante las exigencias del calendario civil. La Iglesia ha sabido, a lo largo de su historia, responder con imaginación y firmeza a contextos mucho más hostiles que el actual. Por eso, la renuncia inmediata a la celebración obligatoria, sin explorar otras vías, puede interpretarse como una forma de claudicación pastoral.

Tampoco se observa una coordinación diocesana que oriente a las parroquias en la programación de celebraciones, dejándolo a criterio de cada comunidad. Esta dispersión organizativa puede derivar en una celebración desigual y poco visible, con escasa repercusión entre los fieles.

Una oportunidad litúrgica que pudo ser aprovechada

La festividad de Santiago Apóstol representa una ocasión privilegiada para fortalecer el sentido de pertenencia eclesial y nacional, especialmente en un momento donde la dimensión pública de la fe enfrenta múltiples desafíos. Aunque las circunstancias laborales sean un obstáculo legítimo, eso no impide —y de hecho exigiría— una respuesta pastoral proporcionada, valiente y creativa.

Este año, sin embargo, la solemnidad de Santiago pasará desapercibida en la Diócesis de Orihuela-Alicante, al menos desde el punto de vista del precepto litúrgico. Una decisión legítima, sí, pero que deja abiertas varias preguntas sobre cómo ejercer el liderazgo episcopal en un contexto que requiere claridad, convicción y propuestas concretas.

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