Día 3: Novena a N. Sra. del Carmen

Dia 3
La devoción a la Virgen del Carmen ocupa un lugar destacado en la vida espiritual de millones de fieles en todo el mundo, especialmente entre quienes confían en su poderosa intercesión como Madre y Reina del Carmelo. En InfoVaticana, ofrecemos esta novena como una guía para preparar el corazón con fervor y recogimiento en los días previos a su festividad, el 16 de julio. Esta práctica espiritual no solo fortalece la fe, sino que también nos recuerda la promesa de protección que la Virgen del Carmen otorga a quienes portan con devoción su santo escapulario.

Saludo

(Oración para todos los días)

Oh María, Virgen del Carmen, Madre amorosa y cercana, aquí llego sediento de tu abrazo y de tu mirada, buscando en Ti consuelo y fuerza para seguir adelante.

Al cruzar el umbral de tu presencia, me encuentro con tus ojos, esos ojos que miran con ternura infinita y firmeza segura, una mirada que alienta y sostiene cuando la vida se vuelve tormenta, una luz serena que disipa las sombras del desaliento.

Con espíritu alegre y humilde, me acerco a saludarte, con el gozo sencillo de quien ha hallado un refugio verdadero. Es un encuentro de confianza plena, de fe sin reservas, de esperanza viva que no se apaga ni ante la prueba más dura.

La ilusión se renueva en mi corazón porque sé que soy tu hijo, y el ánimo crece porque en tu corazón inmaculado está la promesa de un amor que no falla, de una protección constante, de una guía firme hacia la cima donde Cristo, el Monte de la perfección, nos espera para darnos la vida plena.

Madre y Capitana del Escapulario, que proteges a tus cruzados y guías la barquichuela de nuestra vida, cúbreme con tu capa blanca, ciérrame por dentro para que ningún temor ni sombra pueda alejarme de Ti, acompaña cada paso, ilumina cada decisión, y lleva mi corazón hasta la alegría eterna que solo en tu Hijo se encuentra.

Oh estrella de los mares, refugio de los navegantes, sé mi faro en las noches de tormenta, guía firme que conduce a la paz del puerto seguro.

Día 3

En casa de Isabel escucho, de rodillas,
el cántico sagrado, ¡oh Reina de los ángeles!,
que de tu corazón brota exaltado.
Me enseñas a cantar los loores divinos,
a gloriarme en Jesús, mi Salvador.

Tus palabras de amor son las místicas rosas
que envolverán en su perfume vivo
a los siglos futuros.
En ti el Omnipotente obró sus maravillas,
yo quiero meditarlas y bendecir a Dios.

A san José, que ignora
el milagro asombroso
que en tu humildad quisieras ocultar,
tú le dejas llorar cerca del tabernáculo
donde se oculta y vela
la divina beldad del Salvador.

¡Oh, cuánto amo, María, tu elocuente silencio!
Es para mí un concierto muy dulce y melodioso,
que canta a mis oídos la grandeza,
y hasta la omnipotencia,
de un alma que su auxilio sólo del cielo espera…

Luego, en Belén, os veo, ¡oh María y José!,
rechazados por todos.
Nadie quiere acoger en su posada
a dos pobres y humildes forasteros.
¡Sólo para los grandes tienen sitio…!

Y en un establo mísero, rudo y destartalado,
tiene que dar a luz la Reina de los cielos
a su Hijo Dios.
¡Madre del Salvador,
qué amable me pareces, qué grande me pareces
en tan pobre lugar!

Oración-meditación

Hermana mía, Teresita,
que aprendiste a cantar el amor divino,
ayúdame a abrir mi corazón al silencio santo,
a reconocer la grandeza oculta en la pobreza,
y a confiar que bajo la capa blanca de nuestra Señora y dueña,
mi alma siempre encontrará refugio y fuerza.

Oh Virgen sacratísima, Señora de la Tierra Santa,
cúbrenos con tu capa blanca,
y que podamos caminar siempre bajo tu amor maternal.
Amén.

Por: Pbro. Alberto José Glez. Chaves