A medida que se conocen con mayor detalle los documentos y comentarios privados del siglo XX, se confirma que pocos líderes políticos comprendieron con tanta lucidez la dimensión religiosa de los cambios sociales como Francisco Franco. El documento que publicamos a continuación lo demuestra con creces: se trata de las anotaciones personales que el jefe del Estado español escribió tras leer el Esquema XIII del Concilio Vaticano II, que acabaría siendo la Constitución pastoral Gaudium et Spes.
El contexto: Franco lee el Concilio
El 21 de agosto de 1965, el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, remitió a Franco una traducción castellana de los capítulos III, IV y V del citado esquema, en latín, que aún debía ser aprobado en el aula conciliar. Franco lo leyó con atención y redactó estas observaciones críticas, que no fueron difundidas en su momento, pero que han sido conservadas y estudiadas por los historiadores.
Lo sorprendente de su contenido no es sólo la forma, sino el fondo: una crítica doctrinal, teológica y política desde una visión plenamente católica y realista.
Diagnóstico de una deriva
En sus anotaciones, Franco alerta con extraordinaria perspicacia sobre los peligros de que un Concilio ecuménico se pronuncie sobre materias políticas y temporales, cuya evolución histórica hace imposible definir con carácter perenne.
Señala que, si bien existen principios inmutables en lo moral y religioso, las aplicaciones concretas —como la libertad política, las formas de gobierno o los modelos económicos— están sujetas al devenir de las naciones y épocas.
Por eso advierte que sería imprudente que la Iglesia pretenda fijar esas cuestiones desde un concilio, lo que podría obligar a un futuro concilio a desmentir al anterior.
Las claves del análisis
- Advertencia sobre el confusionismo doctrinal: Franco critica que el texto conciliar introduce formulaciones ambiguas que podrían ser interpretadas ideológicamente, abriendo la puerta a errores posteriores. Llama la atención sobre el riesgo de trasladar al plano doctrinal cuestiones opinables o contingentes.
- Laicidad católica bien entendida: Defiende la doctrina de que los laicos, en política, gozan de libertad responsable, y que su actuación no debe ser impuesta desde la jerarquía eclesial en materias no definidas por la fe. Esta posición, lejos de ser liberal, remite a la tradición tomista de la distinción entre lo espiritual y lo temporal.
- Crítica a la ingenuidad antropológica: Franco denuncia la “visión optimista” del hombre que transmite el documento: la idea de que todos los hombres son buenos y pacíficos. Frente a esta visión moderna, recuerda la existencia del mal, del pecado y de estructuras de iniquidad. Sin esta conciencia, advierte, se abre la puerta a errores devastadores.
- El Concilio no puede legislar como una encíclica: Uno de los pasajes más incisivos denuncia que mientras una encíclica puede ser corregida por otra, un Concilio ecuménico no puede desdecirse sin crear grave confusión y escándalo. Por eso insiste en que sólo debe tratarse en él lo eterno y perenne.
Un juicio profético
Releer hoy estas anotaciones no es un ejercicio arqueológico. Muchos de los males actuales —la instrumentalización política de la doctrina, la confusión entre libertad y relativismo, la fragilidad de la voz católica en el debate público— ya estaban presentes en ese texto conciliar.
Franco no los denuncia con rencor ni con fanatismo, sino con la serenidad del que ve más allá de las frases de moda y advierte el precio de los equívocos doctrinales.
Texto íntegro de las anotaciones de Franco al Esquema XIII
El proyecto del Capítulo III del Esquema sobre la Iglesia en el mundo de su tiempo introduce en su nueva redacción definiciones y preceptos que, a nuestro juicio, revisten una gravedad trascendente. Aun participando de la gran mayoría sus conceptos, a los que se anticipó nuestro Movimiento político desde hace veinticinco años y el sentido humano y social cristiano que preside toda nuestra obra, nos parece que un Concilio debería centrarse en lo que al orden religioso y a la moral afecta y pronunciarse sobre principios inmutables, sin entrar en el campo de lo concreto reconocido al César, sin llegar a conclusiones en el orden temporal, afectadas por el ambiente político de la posguerra.»
«Hemos de reconocer que en el campo de lo temporal existen principios inmutables en los que, con carácter general, no hay peligro de definirse, pero sin embargo, las aplicaciones a lo concreto estarán siempre sujetas a la evolución de los tiempos y al caso y situación de cada Nación. El propio principio de la libertad política adquiere con los avances de la civilización y del progreso características variantes; no es el mismo el concepto abstracto que se tenía ayer del que hemos de tener mañana.»
«El hecho del paso de la mitad del Universo por el comunismo y las características nacionales y sociales que imprimen carácter al despertar de los pueblos nuevos, como asimismo el desprestigio universal de la política de partidos, han de influir decisivamente en las futuras estructuras políticas.»
«Ante estos hechos, ¿no resultará imprudente el pronunciarse en favor de fórmulas gastadas y correr el peligro de tropezar mañana contra las formas nuevas?»
«En este orden que afecta a las estructuras temporales, ¿no resulta improcedente el obligar a pronunciarse a los prelados, obligándoles a conformarse con las decisiones de la mayoría en materia que podría colocarlos en mala postura frente a las estructuras políticas de sus países?»
«¿No sería oportuno, en este orden temporal, conocer el pensamiento de los gobernantes católicos, que en ninguna forma están representados por esos observadores laicos que a nadie representan?»
«La mayoría de los gobernantes del mundo no son católicos y no les importa que el Concilio patine, pero sí a los católicos militantes, a los que se les puede colocar en un estado difícil de conciencia al poner en pugna la defensa de la paz y el bien común y las soluciones concretas que en determinadas materias la Iglesia se pronuncia.»
«A nuestro juicio, la Iglesia no puede anclarse en materias temporales, que desde el día siguiente de pronunciarse empezarán a envejecer. Hemos de pensar que no se trata de una encíclica, sino de los acuerdos de un Concilio. El que el tiempo obligue a corregir lo definido en una encíclica, como hoy ocurre con la que condenó el liberalismo, no es agradable, pero responde a la evolución de los tiempos, y bastó una nueva encíclica para cambiarlo; pero ¿se ha pensado si fuese un concilio el que se pronuncia? Requeriría la autoridad de otro concilio para cambiarlo.»
«Todo esto produce una inquietud y confusión que bien merecería la pena se evitase.»
«Esto estará por otra parte en contradicción con lo ya aprobado en la Constitución conciliar “De Ecclesia”, que declara oportunamente que pertenece a los laicos la configuración del orden temporal y laborar por el bien común en el campo político.»
«Esta clara doctrina permite que los laicos, con plena libertad y responsabilidad personal, contribuyan a la construcción de la “ciudad terrena” animados del espíritu cristiano, pero sin que su actuación, siempre sujeta a errores y desaciertos, comprometa la Iglesia.»
«En materias opinables, que Dios ha dejado a la discusión de los hombres, como son las ideologías y los programas políticos, parece conveniente que los laicos gocen de absoluta libertad para propugnar, con arreglo a su leal saber y entender, las soluciones que, en cada momento y según las circunstancias cambiantes de la vida política, les parezcan más oportunas.»
«El principio de la libertad en cuestiones políticas es una conquista de nuestra civilización y no se estima aconsejable dar motivo a que se interprete que los católicos la disfrutan en menor grado que los demás ciudadanos. Creo ser doctrina de la Iglesia que los católicos en su actuación política son totalmente libres sin otras limitaciones que el obligado respeto al dogma y a la moral cristianos, y en modo alguno están constreñidos por la aceptación de concepciones e ideología que, aun siendo dignas de respeto, no son ciertamente inmutables, ni siquiera discutibles.»
«El proyecto mira a los hombres como buenos y pacíficos, olvidando la malicia de la naturaleza y las fuerzas del mal a las que abre las puertas. Hay cosas que, pese a toda la buena voluntad, no podrán en muchos casos ser aceptadas por los peligros y daños que causarían al bien común.»
«Obedecen a conceptos políticos en vías de superación y que serán sin duda rebasados por el futuro.»
