Vida Nueva, esa revista de humor

Cardenal Müller durante su intervención en El Escorial, en una imagen utilizada por Vida Nueva para anunciar su presencia en un curso del ISSEP.

Vida Nueva ha decidido que el cardenal Gerhard Ludwig Müller actúa en Madrid, y que la entrada cuesta 95 euros. Como si el prefecto emérito de la Doctrina de la Fe fuera un tenor venido a menos, contratado por ISSEP para animar una velada de variedades en El Escorial. Qué nivelón.

Lo siguiente será anunciar que Benedicto XVI ofrecía monólogos desde Castel Gandolfo y que san Agustín era influencer. Se ve que ya no les queda ni léxico, ni público, ni amor propio. Pero sí muchas comillas, a falta de lectores.

Lo trágico no es el error —que lo es—, sino la intención. Porque Vida Nueva ya no escribe para informar. Escriben para complacer al minúsculo ecosistema que los sostiene: algún obispo desorientado, una docena de monjitas con suscripción vitalicia, y dos o tres cargos eclesiales que aún no se han enterado de que Vida Nueva ya no llega ni al felpudo de una sacristía de pueblo.

Porque han perdido. Y eso es lo que más escuece. Han perdido la batalla cultural, la batalla del sentido, la del lenguaje y la del futuro. Nadie acude a Vida Nueva buscando orientación ni consuelo. Se va uno a ver qué tontería han publicado esta semana, como quien se asoma a ver si el payaso se ha caído de la bicicleta. Pero ya ni para eso dan.

En cambio, los que organizan el curso —ISSEP— lo hacen con rigor, con ponentes de nivel, con auditorio lleno y con jóvenes que piensan, leen y creen. Y, horror de horrores para los pornoprogresistas de sacristía: ¡pagan por formarse! No por sostener una red clientelar eclesial que lleva veinte años dándole a guardar como con la misma nota de prensa de la HOAC.

Miguel Ángel Quintana Paz, en su respuesta, ha sido fino: aclara que Müller no actúa sino que clausura; que no es una entrada, sino un curso completo; que no es teatro, sino doctrina. Nosotros no seremos tan sutiles: lo que Vida Nueva hace sí es teatro. De lo malo. Teatro de fin de curso de colegio progresista: mucho aspaviento, cero contenido, y aplausos forzados de los padres para que no llore el niño.

La Iglesia está viva, vibrante, joven. Lo hemos visto en las colas para escuchar a Laje, en los auditorios llenos para oír a Quintana Paz, en los seminarios tradicionales que rebosan vocaciones, en los altares donde se celebra la Misa de siempre… y no en las redacciones vacías donde aún creen que vender humo por fascículos es evangelizar.

Así que sí: el titular de Vida Nueva da risa. Pero no porque sea provocador. Sino porque confirma lo que todos sabemos: ya no les queda nada. Ni lectores. Ni influencia. Ni verdad. Solo comillas. Y nostalgia.

Nosotros, mientras tanto, reímos. Será la primavera…