James Martin pide a las parroquias celebrar el mes del Orgullo

James Martin pide a las parroquias celebrar el mes del Orgullo

Hay una constante en el universo que ni la entropía logra doblegar: cada vez que se acerca junio, el padre James Martin siente la llamada del arcoíris. No la del arco de Noé, sino la de la bandera multicolor, esa que ondea no tanto en busca de paz como de aprobación litúrgica. Y este año no ha decepcionado.

Según informa Michael Haynes, el mediático jesuita ha urgido a las iglesias a celebrar el “Pride Month”, porque, dice él, “mucho del rechazo que las personas LGBTQ han sufrido ha sido motivado por el cristianismo—al menos por lo que muchos creen que el cristianismo enseña”. Magnífico. No es que lo diga la Iglesia, ni la Biblia, ni dos mil años de Tradición y Magisterio: es lo que “algunos creen”. Y sobre esa base tan científica, tan sólida, tan teológicamente refinada, se construye ahora la pastoral de inclusión a golpe de desfile y purpurina.

Del “Id por todo el mundo” al “marchad en la carroza”

Lo que antes eran las bienaventuranzas, ahora se sustituye por la programación de junio del canal Disney. Evangelizar, según el nuevo rito martiniano, consiste en disfrazar a los santos de drag queens y a los mártires de aliados. Si alguien ha sido herido por el cristianismo, solución: que el cristianismo pida perdón… no por errores de sus miembros, sino por ser lo que es.

El padre Martin ha hecho del victimismo un género literario, y del lobby LGBT su nuevo campo de misión. No importa que el Catecismo hable de castidad, de moral objetiva o de verdad sobre el amor humano: eso pertenece a la prehistoria de cuando la Iglesia aún creía que su misión era salvar almas, no ganar trending topics.

¿Celebrar el pecado para que no se sientan mal?

Quizá la próxima propuesta pastoral sea celebrar el mes de la avaricia, el día internacional de la soberbia o una novena en honor a la gula. “Porque muchas personas se sienten juzgadas por la Iglesia”, nos dirán. Todo, con tal de evitar el más mínimo atisbo de cruz, de conversión, de esfuerzo por vivir la gracia.

Y sin embargo, la Iglesia no ha enseñado nunca a rechazar a las personas con atracción por el mismo sexo. Ha enseñado—con claridad y con caridad—que los actos homosexuales son desordenados moralmente. Lo que molesta no es el rechazo, sino la existencia de un juicio moral. Lo que indigna no es la discriminación, sino que aún quede alguien que se atreva a decir “pecado».

Según adelanta Haynes, pronto habrá más detalles en LifeSite. Pero no hace falta esperar. Ya sabemos cómo termina esta historia: con algún obispo agradeciendo al padre Martin por su “valiente testimonio”, con alguna parroquia decorada de banderas Pride, y con muchos fieles confundidos preguntándose si han cambiado el Evangelio y no les han avisado.

Mientras tanto, Cristo sigue esperando en el Sagrario. Pero en junio, a muchos, les resulta más atractivo rendir culto al becerro de colores que al Cordero inmolado.

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