El rector de la catedral de Buenos Aires ha anunciado que se instalará un “memorial perpetuo” en honor al Papa Francisco en una capilla del templo porteño. Lo ha dicho al finalizar una misa por el primer mes de su fallecimiento.
La capilla elegida es la bautismal de los santos Pedro y Pablo, que será acondicionada para recordar para siempre al “Papa del Pueblo”, como ya lo llama el clero local sin rubor alguno. Habrá una alcancía para colaborar y, cómo no, un código QR para transferencias vía Mercado Pago. La canonización, como se ve, ya no espera procesos romanos: se hace por suscripción.
No estamos hablando de una placa conmemorativa, ni de un discreto recordatorio histórico. Se trata de un espacio permanente dentro de una catedral, con propósito explícito de homenaje perpetuo. Es decir: una suerte de altar civil donde el pueblo —dice el rector— podrá rendirle tributo a quien ya consideran casi un santo. No se menciona si hay reliquias o no, pero eso es lo de menos. El gesto transmite lo mismo: la elevación eclesial de una figura que la Iglesia aún no ha reconocido ni siquiera como venerable.
Y es que la Iglesia, aunque no siempre lo parezca, tiene reglas. Reglas sabias que evitan que el afecto —legítimo y comprensible— se convierta en confusión doctrinal. A nadie se le rinde culto público sin haber pasado por el juicio de la Iglesia. Y menos aún en una capilla de catedral. No lo tuvo Juan Pablo II en Cracovia. No lo tiene Benedicto XVI en Baviera. Pero en Buenos Aires ya han decidido que sí: que Francisco es santo del pueblo y punto. Y si hay que poner una cuenta bancaria, se pone.
Esto no tiene nada que ver con el cariño hacia un papa. Ni siquiera con su posible santidad. Tiene que ver con el respeto a los tiempos de la Iglesia y a la fe del pueblo sencillo, que corre el riesgo de ser manipulado por el sentimentalismo, el marketing piadoso y la costumbre creciente de canonizar antes de tiempo a quienes han sido poderosos, mediáticos o simplemente populares.
La Iglesia canoniza cuando hay pruebas de santidad, milagros y virtud heroica. Y lo hace tras largos procesos. Lo demás es propaganda. Y en este caso, muy poco elegante.