Hoy, en la solemnidad que recuerda el mandato de Cristo a Pedro y la promesa hecha a su Iglesia, León XIV inicia públicamente su ministerio como Obispo de Roma, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Pastor universal del Pueblo de Dios. La celebración eucarística que tiene lugar en la Plaza de San Pedro no es una mera ceremonia, sino el acto teológico y litúrgico que visibiliza el misterio del Papado: “Pasce oves meas”, apacienta mis ovejas.
Publicamos junto a este artículo el libreto íntegro de la Misa, que permite a los fieles seguir paso a paso una liturgia densa, antigua, sobria y grandiosa, en la que se entrelazan la Escritura, la Tradición apostólica, la comunión de los santos y la actualidad viva de la Iglesia católica.
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El Papa desciende a la tumba de Pedro
La Misa comienza en silencio: el nuevo Romano Pontífice desciende junto a los patriarcas orientales al sepulcro de San Pedro. Allí, en oración, incensa la tumba del pescador crucificado en la colina vaticana. Es un gesto de continuidad eclesial. El ministerio petrino no se inventa, no se toma, no se redefine. Se recibe. León XIV no se presenta como reformador, sino como heredero.
Durante este rito inicial, los diáconos portan en procesión tres símbolos: el Pallio pastoral, tejido con lana de cordero; el Anillo del Pescador, que sella los documentos del Papa y evoca su autoridad apostólica; y el Evangelio, que preside siempre la liturgia, incluso por encima del Pontífice. El Papa vuelve a la basílica y se une a la procesión, acompañado del canto del Tu es Petrus, proclamación solemne del Evangelio de Mateo 16, en latín, italiano e inglés: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
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Laudes Regiæ: no es el Papa quien vence, sino Cristo
Acto seguido, se entonan las Laudes Regiæ, un canto que desde hace siglos acompaña los grandes momentos del papado. “Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat” resuena como un grito de fe, no hacia un hombre, sino hacia el único Señor. Es Cristo quien reina, no el Papa. Es Cristo quien vence, no la curia. Es Cristo quien impera, no los sínodos ni las estadísticas.
La letanía invoca a los santos Apóstoles, mártires, Padres, papas y vírgenes, pidiendo para León XIV la fortaleza del Espíritu, la fidelidad a la doctrina y la caridad pastoral. Se ora también por el pueblo cristiano y por los gobernantes, recordando que la Iglesia no es una secta aislada, sino madre de todos los pueblos.
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Liturgia de la Palabra: Pedro como piedra viva
Las lecturas, cuidadosamente elegidas, construyen una teología del ministerio petrino:
En los Hechos de los Apóstoles, Pedro proclama sin temor que “no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres por el que debamos salvarnos”. El Papa es ante todo testigo del Nombre, no inventor de agendas.
El Salmo responsorial repite con alegría: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”. La figura de Pedro rechaza toda lógica mundana de poder.
La segunda lectura, tomada de la primera carta de Pedro, recuerda que el buen pastor no domina, sino que sirve con generosidad, y que el Señor mismo lo confirmará en la gloria.
El Evangelio de Juan, proclamado en latín, griego y vernáculo, pone en el centro la triple confesión de amor de Pedro y el mandato de Cristo: “Apacienta mis ovejas… Sígueme”. Cada palabra está cargada de una gravedad que trasciende siglos.
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Imposición del Pallio y entrega del Anillo del Pescador
Tras la homilía y la profesión de fe, el Papa recibe solemnemente los signos visibles de su ministerio. El Pallio, colocado sobre sus hombros por un cardenal diácono, recuerda que el Pontífice es pastor, no gerente. No se le impone una capa de privilegio, sino un yugo de caridad. El Anillo del Pescador, entregado por un cardenal obispo, lo vincula directamente a Pedro, pescador del lago de Galilea, y lo compromete con la custodia de la unidad.
Los salmos que acompañan estos ritos recuerdan que es Dios, no el Papa, quien planta la vid de la Iglesia y quien la guarda: “Mostra, o Dio, la tua forza; conferma quanto hai fatto per noi”.
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La gran intercesión: la oración de los fieles por el mundo
La Oración universal se eleva en cinco lenguas: portugués, francés, árabe, polaco, chino. Se intercede por la Iglesia, por el Papa León, por los gobernantes, por los pobres y por toda la familia de Dios. Esta polifonía expresa una catolicidad real, no folklórica. Aquí se ora, no se exhibe diversidad. Se suplica a Dios, no se hace activismo.
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La Eucaristía: el corazón del ministerio petrino
La Liturgia Eucarística alcanza su culmen con la recitación del Canon Romano, la más antigua plegaria eucarística latina, que remonta al siglo IV. En ella se invoca a Pedro, Pablo, María, los apóstoles, mártires y santos de todos los siglos. León XIV, en unión con los obispos y con todos los fieles, ofrece el sacrificio de Cristo por la salvación del mundo.
La comunión se acompaña de dos cantos llenos de contenido dogmático: “Tu es Christus, Filius Dei vivi”, y el himno medieval Ave verum corpus, que recuerda que el Cuerpo de Cristo, nacido de María Virgen, fue verdaderamente crucificado, perforado, y ahora es alimento de vida eterna.
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Final: Regina caeli, bendición apostólica y envío
Tras la oración después de la comunión, el Papa reza el Regina caeli, la antífona mariana pascual. La bendición apostólica es impartida con solemnidad y en silencio, sólo precedida por el triple “Amen” de los fieles.
La Misa concluye con la fórmula tradicional: “Ite, missa est”. No hay aplausos ni selfies. El pueblo de Dios ha asistido a un misterio, no a un espectáculo.
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Pedro está en pie
Hoy no comienza una nueva era. No se inaugura un programa político ni un giro doctrinal. Hoy, simplemente, Pedro está en pie. León XIV recibe el encargo de confirmar a sus hermanos en la fe, como lo hicieron sus predecesores desde Lino hasta Pío XII, desde Juan Pablo II hasta Benedicto XVI.
En un tiempo de confusión, relativismo y erosión litúrgica, el testimonio de esta Misa recuerda que la Iglesia es más antigua que nuestros debates, más santa que nuestras estrategias, y más firme que nuestras incertidumbres.
Hoy, en Roma, resuena con fuerza la promesa del Señor: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.
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Descarga aquí el libreto completo de la Misa de inicio del ministerio petrino de León XIV
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