Los bomberos del Vaticano instalaron este viernes la chimenea en el tejado de la Capilla Sixtina, el conducto tradicional por el cual el mundo sabrá, con humo blanco o negro, si la Iglesia tiene ya un nuevo Papa. Comienza así la cuenta atrás para un cónclave que será, según The New York Times, “como ningún otro”.
Con un número récord de cardenales votantes procedentes de más países que nunca, el próximo miércoles se reunirán en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor de Francisco, en un momento de profundas divisiones internas. La Iglesia se encuentra, como señala el rotativo estadounidense, “en un momento particularmente peligroso”, con tensiones entre las facciones progresistas, que exigen más inclusión y cambios, y los sectores conservadores, que reclaman una vuelta atrás bajo el lema de la unidad.
El cardenal Anders Arborelius, de Suecia, describió el ambiente previo como caótico: “Los cardenales no se conocen muy bien”, dijo, añadiendo que se ha sentido “perdido todo el tiempo” en las sesiones informativas. Algunos cardenales llevan incluso etiquetas con sus nombres, ante la cantidad de rostros nuevos, muchos de países que nunca antes habían tenido un cardenal.
El cónclave contará con 133 cardenales menores de 80 años, procedentes de unos 70 países, frente a los 115 electores de 48 países que eligieron a Francisco en 2013. Para elegir Papa se necesitan al menos 89 votos.
Los favoritos y las tensiones
Entre los nombres que más suenan están el cardenal Pietro Parolin, de Italia; el cardenal Luis Antonio Tagle, de Filipinas; y el cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén. Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano, es visto como alguien capaz de tender puentes entre moderados y liberales, aunque rechazan su figura los conservadores. Tagle representa el impulso hacia un Papa del mundo en desarrollo, pero su perfil progresista genera resistencias. Pizzaballa, aunque italiano, es conocido por su sensibilidad pastoral.
“El resultado podría ser más fragmentado de lo habitual”, explica Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, quien describe una dinámica de asamblea que favorece a los “más conocidos” y permite más “presión moral de los mayores”.
Algunos ya hablan de una “necesidad” de volver a elegir un Papa italiano. “¿Cuánto tiempo llevan sin Papa?” preguntaba con una sonrisa el cardenal Juan José Omella de Barcelona. La respuesta: 47 años.
La fractura geográfica y doctrinal
No todos están satisfechos con la creciente diversidad geográfica del colegio cardenalicio. El cardenal Gerhard Ludwig Müller, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, relató con ironía cómo un nuevo cardenal de una pequeña isla del Pacífico acudió a una reunión diciendo: “Primero, no hablo inglés; segundo, no sé nada de teología; y tercero, no sé por qué me hicieron cardenal. Ahora él es votante del Papa”.
Francisco amplió mucho el número de cardenales, superando el límite habitual de 120 electores, dejando de lado sedes tradicionalmente influyentes en Occidente. Sin embargo, no todos los nuevos cardenales comparten su visión. “Puede encontrarse oposición en todos los países donde creó cardenales”, declaró el cardenal Michael Czerny, cercano a Francisco.
África, Asia y las alianzas impredecibles
Mientras los progresistas miran a Asia, algunos conservadores buscan apoyos en África, donde la Iglesia crece rápidamente pero mantiene posiciones más tradicionales. El cardenal Fridolin Ambongo Besungu, del Congo, figura entre los preferidos de Francisco, aunque se opuso a las bendiciones de parejas homosexuales. Otros nombres, como el cardenal Robert Sarah de Guinea, provocan auténtico temor entre los sectores liberales.
“Hay quienes están promoviendo a un Papa africano como caballo de Troya”, advirtió el cardenal Czerny, quien calificó esa estrategia de “muy, muy, muy estúpida”.
En este ambiente incierto y fragmentado, nadie sabe realmente quién aparecerá en el balcón de San Pedro cuando se vea el humo blanco. Las alianzas son frágiles, las estrategias opacas y las expectativas, dispares. El futuro del Papado y, en buena medida, de la Iglesia entera, pende de una votación que combina oración, política y misterio.
(Basado en un reportaje de Jason Horowitz y Emma Bubola, The New York Times, 4 de mayo de 2025)
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