«Las declaraciones del Papa son inaceptables, sobre todo cuando definió como ‘ley penal’ la ley de 1980 sobre la despenalización del aborto.» Así reaccionó el primer ministro belga, Alexander de Croo, en una audiencia en el Parlamento Federal, comentando las declaraciones del Papa Francisco el pasado domingo.
Todos los Papas de la edad moderna han arremetido contundentemente contra ese horrendo crimen masivo de nuestro tiempo que es el aborto legal, como, por otra parte, no podría ser de otra manera. Lo hicieron con insistencia Juan Pablo II y Benedicto XVI en foros políticos nacionales e internacionales, en viajes apostólicos y visitas oficiales. Y si no provocaron con su mensaje reacciones acerbas no fue porque sus oyentes estuvieran de acuerdo con él, sino porque no se espera otro de un pontífice católica.
Misteriosamente, con Francisco es distinto. Durante el vuelo de regreso de Bélgica, el Papa afirmó que el aborto es equiparable a un «asesinato» y que los médicos que lo practican son «sicarios». Y la reacción ha sido furiosa.
«Pido respeto para los médicos que ejercen su trabajo dentro de los límites del marco legal» y «para las mujeres que deben poder decidir libremente», afirmó el primer ministro belga, Alexander de Croo, y añadió que Bélgica «no tiene lecciones que aprender». De Croo tiene intención de convocar al nuncio apostólico para «discutir» la cuestión. «Mi mensaje al nuncio apostólico será claro: lo ocurrido es inaceptable».
¿Alguien espera del líder de los católicos otro mensaje sobre el aborto?