Rumores, miedos, y tribulaciones, no paran de ser nuestro pan de cada día dentro de la Santa Madre Iglesia. Una vista rápida de la situación mundial, hace que uno tenga suficientes razones para temer de una posible guerra mundial, lo cual lleva naturalmente al Católico a buscar refugio en su amada madre, la Iglesia de Cristo Jesús.
Cuando busca refugio en la Iglesia, mira a su alrededor, y en cierto modo el panorama no pinta mejor que el de afuera. Ya no se sabe si la situación es peor “adentro” o “afuera”, no sabe qué hacer o pensar; piensa que es el fin de todo, que ya no queda remedio para las circunstancias actuales. Ya estamos hartos de escuchar de las calamidades sobre la situación eclesial actual que cada día se ponen peor, pero en la opinión de este autor, solo para sintetizar lo que ya es repetido a diario en tantos medios de comunicación de confianza, solo cabe un término tajante para describirlo, este sería: metástasis. No hay casi consuelo ni buenas noticias a nuestro alrededor, cosa que no es sana ni para el cuerpo, ni a la mente, y es aún peor para el alma. San Francisco de Sales dentro de sus innumerables lecciones nos enseña la paciencia y esperanza que debemos tener en medio de tantas tribulaciones, tanto internas como externas. Nuestro querido santo nos enseña: “No pierdas la paz interior por nada del mundo, ni siquiera por tus propias faltas”, solo con esta frase nos sirve para pasar las dificultades que vivimos en el mundo y en especial dentro de la Iglesia con la mayor calma posible -sin menoscabar el espíritu de combate que todo buen Católico debe tener por obligación-.
La siguiente carta proviene del gran San Atanasio, un santo resonado en estos tiempos por diversas razones. El ejemplo de este prelado es una enseñanza para los Católicos que desean luchar por Cristo Real y la restauración de la Cristiandad, no importa que nos haga la jerarquía en contra nuestra, pero nos mantendremos firmes en la fe hasta las últimas consecuencias. Las palabras de los sabios de antaño pueden llegar a ser más contundentes hoy en día por su atinada percepción de las cosas. Leamos y meditemos con cuidado el texto a continuación.
Carta de San Atanasio a su feligresía:
“¡Que Dios les consuele! . . . Lo que os entristece … es el hecho de que otros han ocupado las Iglesias por la violencia, mientras que durante este tiempo vosotros estáis en el exterior. Es un hecho que ellos tienen el local, pero vosotros tenéis la Fe Apostólica. Ellos pueden ocupar nuestras Iglesias, pero están fuera de la Verdadera Fe. Ustedes permanecen fuera de los lugares de culto, pero la Fe mora dentro de ustedes. Consideremos: ¿qué es más importante, el lugar o la Fe? La Verdadera Fe, obviamente. ¿Quién ha perdido y quién ha ganado en esta lucha: el que se queda con las instalaciones o el que se queda con la Fe?
Cierto, las instalaciones son buenas cuando en ellas se predica la Fe Apostólica; son santas si en ellas todo se desarrolla santamente. . .
Vosotros sois los felices; vosotros que permanecéis dentro de la Iglesia por vuestra Fe, que os mantenéis firmes en los fundamentos de la Fe que os ha llegado de la Tradición Apostólica. Y si una envidia execrable ha intentado sacudirla en varias ocasiones, no lo ha conseguido. Son ellos los que se han separado de ella en la crisis actual.
Nadie, jamás, prevalecerá contra vuestra fe, amados hermanos. Y creemos que Dios nos devolverá nuestras Iglesias algún día.
Así, cuanto más violentamente intentan ocupar los lugares de culto, más se separan de la Iglesia. Afirman que representan a la Iglesia; pero, en realidad, son ellos los que se expulsan de ella y se extravían.
Aunque los católicos fieles a la tradición se reduzcan a un puñado, son ellos los que constituyen la Verdadera Iglesia de Jesucristo.”
(Fuente de dicha carta: Coll. selecta SS. Eccl. Patrum, Caillau and Guillou, Vol. 32, pp. 411-412)
Las palabras que acabamos de leer no pueden ser más claras. Esto lo dice un santo obispo que fue exiliado y excomulgado varias veces ofreciendo todo a los pies de Cristo Jesús. ¡Qué ilustres consejos y consuelos hemos escuchado de este paladín de la verdad del Evangelio! Hay que pensar lo siguiente: Este valiente hombre de Dios en su momento fue despreciado, injuriado, y maltratado severamente por aquellos que gozaban del beneplácito de los altos jerarcas del mundo y de la Iglesia -incluso por el mismo Romano Pontífice en su momento-. Todos ellos ya han fallecido, San Atanasio fue canonizado y declarado doctor de la Iglesia, mientras que sus persecutores pasaron a la historia como los herejes y traidores que fueron en vida; así trabaja la justicia divina dentro de la Iglesia. Este y otros ejemplos nos deben servir de
inspiración para dar la lucha por la Tradición Católica en su plenitud, sin importar lo que digan los demás, especialmente los que tienen el mando, pero que no cumplen con su deber. Las exhortación de San Atanasio nos hacen vernos en el espejo de lo que realmente somos, lo cual nos proporciona consuelo para esta turbulencia actual. No somos el grupo de los “perfectos, elites, o salvos”, somos pecadores terribles, somos los Católicos de siempre, que ostentamos el deber de predicar lo que siempre se ha afirmado dentro de la Iglesia Católica. ¿No dirían que esta es una responsabilidad digna de envidia por los santos más aclamados de la historia?
Sea que tengamos que celebrar la Misa de Siempre en un garaje, en una hacienda fuera de la ciudad, en un local abandonado, en el ático de una joyería, tenemos el deber de hacerlo por amor a la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo que lo dio todo por nosotros. No solo celebrar la Santa Misa Tradicional en algún lugar apto para la salvaguarda de los feligreses, sino en predicar la doctrina Contra-Revolucionaria que inflama los corazones en el celo por las almas. Enseñar el Magisterio perenne sea por medios virtuales en clases de fines de semana, en las casas, en salones de estudio, no importa el lugar siempre y cuando el corpus doctrinal sea el mismo de hace dos mil años. No permitamos caer en la desesperación provocada por el demonio para poder desanimarnos del buen combate, ninguna de estas jugadas del adversario y sus secuaces debe ser impedimento para perseverar en el combate que siempre ha dado la Santa Madre Iglesia. La paz puede -y debe- habitar nuestros corazones mientras nos enfrentamos a los funestos adversarios de la Cruz Redentora de Nuestro Señor, tal como lo llegamos a leer en la carta, hay gozos en abundancia para que nos sintamos orgullosos de la obra que Dios pone en nuestras manos como responsabilidad de cada persona que ha recibido la Gracia de la Tradición. Pidamos a María Santísima, que las palabras de San Atanasio resuenen en el alma de cientos de fieles para imitar a esta galante Señora de todo lo creado en su incesante trabajo por la restauración de la Iglesia de Cristo Nuestro Señor. Paz en el combate, tranquilidad en la tiniebla, y serenidad ante las amenazas.
Por Yousef Altaji Narbon
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