La Iglesia no es una empresa. Lo hemos dicho antes y lo repetiremos. También es parcialmente cierto que lo importante para la Iglesia no son los números. Pero esos ‘números’ son, en realidad, almas, almas que se ganan para la salvación o se pierden.
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”, el último encargo de Jesús a los discípulos, parece indicar un mandato que tiene que ver, a escala meramente humana, con el marketing. De hecho, la misión expresa del Concilio Vaticano II (o meramente “el concilio”, porque a veces se diría que no ha habido ningún otro) era llegar a todos los hombres de nuestro tiempo adaptando, si era necesario, las formas para alcanzar a más.
Esa era la meta confesa y en eso es en lo que la Iglesia ha fracasado espectacularmente. Por eso es bueno, o útil, que alguien que mire las cosas desde fuera, que no esté enredado en todos los condicionantes de la eclesiología, opine sobre la marcha de la Iglesia, siquiera desde un punto meramente terrenal, medible.
Eso es lo que ha hecho para la publicación alemana Focus un reconocido experto en marketing, el profesor Veit Etzold, a propósito del medio millón de alemanes que ha abandonado el catolicismo en el último año. Primer veredicto: “No se pierde medio millón de clientes al año. Cualquier director de ventas responsable de cifras tan desastrosas habría sido despedido tres veces en el ámbito empresarial”.
¿Qué está haciendo mal la jerarquía eclesiástica para tener esos desastrosos resultados? Para Etzold es evidente: se dedica a complacer a quienes, en cualquier caso, nunca entrarán en la Iglesia, a expensas de quienes ya están en ella.
“Aunque los obispos repiten como loros desde hace veinte años que las apostasías se deben a que la Iglesia no está lo bastante adaptada a la modernidad, la realidad es la inversa”, sostiene Etzold: “La Iglesia está tratando de congraciarse con la corriente principal de izquierda verde hasta el punto de abandonarse a sí misma. Los servicios religiosos se están convirtiendo en eventos políticos rojiverdes, y la iglesia está tratando de atraer a personas que no sienten más que desprecio por la religión y la iglesia y que nunca van a Misa. Por lo tanto, la iglesia se dirige a un grupo objetivo que no existe y al mismo tiempo aleja a los clientes habituales”.