Abrumador. Única palabra que sirve para describir lo que se le presenta y ofrece a la feligresía en la actualidad como medios, opciones, oportunidades, o prácticas para seguir en nuestro diario vivir como Católicos.
Hay que imaginar por un momento que estamos en el banquete de una persona adinerada, dentro de dicho convite hay mesas con comida de todo tipo, hay meseros dispuestos a servirnos todo tipo de carnes o mariscos, existen diferentes estaciones de comida temática que con solo su olor, nuestros sentidos quedan deleitados. Cuando comienza el banquete, uno decide probar de todo un poco para poder tener una certeza de cuáles platos o menestras nos agradan para seguir comiendo de estas. El tiempo transcurre de este festín; más comida sale para ser servida, uno procede a continuar fascinándose con la enorme variedad de detalles culinarios que están siendo ofrecidos amigablemente. Después de un tiempo prolongado, sucede algo que quizás la persona no ha notado, pero ha cometido una ofensa severa, cayendo en un pecado capital horripilante que es el pecado de la Gula. Dentro de una variedad sensacional de comidas, platos, y degustaciones, se ha encontrado algo pernicioso que es el fruto de tanto desenfreno: el pecado.
Como vimos en la situación hipotética previa, la variedad abundante no significa riqueza o calidad, en realidad puede llevar a un abismo sin que nos demos cuenta. Es inimaginable lo abrumador que puede ser para un alma enamorada de Dios ser expuesta a un abanico de devociones dudosas y prácticas aparentemente piadosas que muchas de ellas aparentan llevar a un camino de santidad segura; la realidad no puede ser más despreciable.
El problema y cómo se manifiesta:
No podemos negar que hoy en día la mayoría de círculos parroquiales, grupos eclesiales, y cofradías viven en un atiborramiento de material que cada día reciben y se sienten obligados a dar su consentimiento o, por lo menos, ser imparciales a ese contenido confuso. Ahora bien, esto se debe entender a la luz de los ejemplos que veremos a continuación antes de saltar con mil peyorativos para intentar desacreditar el contenido de este escrito. Se reciben mensajes vía WhatsApp, como primer ejemplo, donde se reciben reflexiones de una persona desconocida sobre el Evangelio del día, a la par se recibe un video de un canal de YouTube que mezcla
conceptos difíciles de entender sobre teología espiritual moderna, y como si fuera poco, entra en la bandeja de mensajes las meditaciones de un sacerdote extraño donde habla de forma general de diferentes temas. Puede suceder, en segunda instancia, que dentro de algún grupo parroquial están intentando incorporar una disciplina espiritual determinada, pero a la vez se debe combinar con apariciones dudosas, se entrelaza con un laico que promueve algún fenómeno místico, y se toma de guía espiritual a un religioso que se tiene poca idea de sus intenciones. De uno y otro lado, por arriba y por abajo, también de los lados, el laico que desea amar a Dios, se encuentra mareado con tanta comida (haciendo alusión a nuestra situación hipotética preliminar) que decide probar de cada cosa hasta el punto de enfermarse de cruzar ciertos platos que le dañan el estómago.
Por alguna parte, el Católico busca adentrarse en su fe; sin embargo, donde busca, se topa con un sin fin de opciones que en su mayoría no le han de aportar casi nada —en el mejor de los casos—. Se han concatenado devociones con apariciones dudosas, culto a la personalidad de un laico con adoctrinamiento de una corriente eclesial, la unión entre ejercicios piadosos con textos de procedencia Modernista, en fin, es una maraña de fruslerías sentimentales que apuntan a una superficialidad espiritual. Leyendo esto se les puede venir a la mente diferentes nombres de grupos, personas, o asociaciones que han caído en este vertedero de lo bueno mezclado con lo malo, lo malo con lo pésimo, lo bueno diluido con lo cursi. Se trata de amontonar por amontonar, cantidad en detrimento de calidad, y coaccionar de forma sutil a que los fieles sientan que deben aceptar estas montañas para poder aparentar una piedad desarrollada, al punto de “poder manejar muchas cosas a la vez”. Ya se dan cuenta la magnitud de este problema que está frente a nuestras narices que crece con el pasar de los días.
El veneno sutil de estar en medio de ese batiburrillo tiene un triple efecto: (1) Seguir el error con facilidad, (2) Crea problemas en el alma con astucia [Entiéndase: Sentimentalismo, sensacionalismo, vicios espirituales, alejamiento de la doctrina Católica, relativismo subjetivista/inmanentismo religioso, etc.], y (3) abrir la puerta a un número enigmático de futuras desviaciones que pueden suscitarse por adentrarse cada vez más en el contenido impredecible. Trae problemas para el presente, aunque para la dimensión de lo venidero en el futuro, es más tenebroso e incierto. No se puede negar que esta telaraña de una mezcla entre lo bueno, lo mediocre, y lo malo, se incrementan las posibilidades de caer en un hueco profundo, que
con el tiempo, uno termina haciendo su lugar seguro o su hogar. Caminar por un campo de minas es peligroso por indudables razones. Muchos han podido salir de los mismos ilesos, mientras otros pierden la vida intentándolo, así se puede ejemplificar de otra forma el problema que tenemos frente a nosotros. Unos caminan por este campo minado y con huecos tapados por el enemigo, algunos siguen el camino de una revelación privada que los lleva a caer en la mina del Sedevacantismo; otros intentan salir del campo minado por medio de un grupo que parece ortodoxo, pero incluye elementos sectarios, tristemente caen en la mina del pensamiento heterodoxo y cerrado por seguirlos a ellos.
Solución: Discernir con sano juicio y con fundamento solido
Antes de explicar la solución oportuna a este problema, es necesario aclarar que enviar y recibir material, tanto en persona o por medios virtuales, no tiene nada de malo —objetivamente hablando—. Material prometedor puede ser como, pero no se limitan a: el Evangelio del día, extractos de los Santos, la vida de los Santos, citas del Catecismo, textos de los doctores de la Iglesia sobre la vida espiritual, puntos de meditación basados en libros piadosos de uso tradicional, entre otros asuntos que son para edificación del fiel. Hay un sin fin de apostolados y contenido piadoso que podemos transmitir para todo el mundo por medio de grupos de formación o medios de comunicación digital, que son nutritivos para el alma. Existe una cantidad sorprendente de personas que este contenido sano les ha ayudado a conocer más a Dios, e inclusive volver a practicar la Fe Católica, por ende, no puede ser descartar de plano o caer en una paranoia de lo que veamos o escuchemos en diferentes entornos donde se comparte información.
El meollo del problema es la combinación de lo bueno con lo dudoso, el dejarse llevar por el material que envían o nos quieren transmitir en persona so pretexto de las “buenas intenciones que tiene el remitente”. ¡Oh! Las buenas intenciones, cumbre de las excusas para todo tipo de desfachateces, errores, y desviaciones. En medio de este caos doctrinal que vivimos a diario dentro de la Santa Madre Iglesia, no podemos escuchar a cualquier persona que nos quiera hablar. En efecto, ¿Qué hay que hacer? Discernir con sano juicio y con fundamento sólido.
Este problema, que ha sido planteado y demostrado su existencia a través de este artículo, tiene una solución autoevidente, consiste en cerrar la puerta a estos elementos indescifrables por medio del discernimiento que todo Católico debe tener. Es materia para otro día el hablar del concepto del discernimiento, pero es suficiente con decir que estamos en la obligación de adquirir la formación adecuada para estar en línea con lo que la Iglesia siempre ha profesado para poder tener un criterio apto en fin al discernimiento correcto. Las Sagradas Escrituras nos ordenan lo siguiente: No juzguéis según las apariencias; juzgad según justicia. (Juan 7, 24), con este mandato, nos aporta suficiente motivo para crecer en conocimiento en orden a juzgar cada cosa según la justicia y la razón. Si nosotros tenemos un buen discernimiento, inspirado por la ciencia divina y con la luz de la gracia, tengamos la certeza que se ha de poder descartar los elementos que nos propongan que sean nocivos a nuestra vida espiritual. Tengan la seguridad que es mejor tener poco pero sólido y tradicional, a abundante y nuevo. Los Católicos de antaño no andaban buscando de forma obsesiva lo último o algo más para agregar a sus devociones, se centraban en lo que era demostrado como fructífero por la prueba del tiempo y la ortodoxia. Ser modestos/prudentes en nuestro apetito por descubrir diferentes elementos que puedan ayudarnos (o no) a nuestro crecimiento espiritual, en vez de temerarios en insistir en adentrarse en mares desconocidos, tomando cada vez más probabilidad de inminente riesgo.
Este es un problema que tiene solución inmediata de la cual nosotros mismos tenemos las llaves para cerrar esta puerta abultada con cualquier cantidad de frivolidades, y consiste en el uso discernimiento justo. Un porcentaje sustancial de los problemas que en la actualidad enfrentan los laicos serán disueltos, o quizás no existirían, si todos recibiéramos una educación seria en la fe, acatando todo lo que siempre ha profesado la Santa Madre Iglesia. Busquemos con ánimo las buenas fuentes, que se fundamentan en el Depósito de la Fe, para poder empezar a navegar y conocer las riquezas del Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo.
Yousef Altaji Narbon