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Hoy les ofrecemos este extracto del libro El libro del hombre de William J. Bennett. A través de perfiles, relatos, cartas, poemas, ensayos, viñetas históricas y mitos para construir su discurso, El libro del hombre define lo que un hombre debería ser, cómo debería vivir y a qué debería aspirar en varias áreas clave de la vida: el trabajo, la familia, el ocio y más. “Tanto si tomamos la espada, el arado, la pelota, el martillo”, dice Bennett, “debemos hacerlo siempre como los hombres que estamos llamados a ser”. El libro del hombre muestra cómo.
Los deberes políticos de los hombres y ministros cristianos, Rev. J. S. Smart
En el siguiente sermón, el reverendo James Smart (1822-1894) animó a todos los hombres, no solo a los políticos o a los trabajadores del gobierno, a participar en la política. Es nuestro deber colectivo, dijo, participar en el Estado. Si los hombres no representan y protegen sus intereses, seguro que los perderán.
«Soy consciente de que habrá quien esté dispuesto a recibirme esta noche con preguntas como estas: “¿Por qué no se ocupa de sus asuntos?”, “¿por qué se mete en asuntos que no le conciernen?”, “¿pretende mezclar la política con la religión?”. No, no pretendo exactamente mezclar la política con la religión; pero me gustaría mezclar un poco más la religión con la política, si pudiera. Humildemente, creo que esto sería una mejora decisiva sobre el estado actual de las cosas.
» Debe entenderse que la religión de Jesucristo, que abarca “todo lo que es verdadero, todo lo que es honesto, todo lo que es justo, todo lo que es puro, todo lo que es bello y todo lo que es de buena reputación”; es decir, toda la virtud, es la sangre vital de nuestro cuerpo político. Vitaliza y da eficacia a todas nuestras leyes buenas y sanas; y justo en la medida en que desterramos esta religión de nuestra política, nos desangramos, debilitamos nuestro gobierno.
» No puede haber gobierno, ni nada digno de ese nombre, donde no hay religión. La verdad de esta observación está suficientemente atestiguada en la historia de la Francia infiel. De hecho, cuando consideramos la religión como la encarnación de toda virtud, esta verdad es evidente.
» ¿Qué valor tiene una ley bien redactada si no hay suficiente virtud en la comunidad para hacerla cumplir? No vale ni el papel en el que está escrita. Destierren el elemento vitalizador de la religión –es decir, toda la verdad, la honestidad, la justicia, la pureza y el amor– de cualquier sistema político, y ¿cuánto tiempo existirá? Ni una hora. Pero esto sería simplemente desterrar la religión de la política. ¿No es absurdo? ¿Y no es el hombre que intenta separar lo que Dios ha unido tan evidentemente, un enemigo de todo buen gobierno? Yo creo que sí. No hablaría así de ningún hombre, pero la justicia lo exige.
Y ahora, humildemente, me gustaría plantear la pregunta en referencia a nuestros políticos modernos: ¿les haría algún daño tener un poco más de religión, un poco más de temor de Dios ante sus ojos y un poco menos de ambición impía y egoísmo, un poco más de celo por el derecho y un poco menos por los intereses y favores de los partidos? Esto ciertamente no haría ningún daño y, en mi opinión, arreglaría las cosas poderosamente. Entonces no tengamos miedo, hermanos míos, de mezclar un poco más la religión con la política. Tratemos a los políticos como estamos dispuestos a ser tratados y como tratamos a los demás hombres. Exhortémosles y roguémosles encarecidamente que respeten la ley de Dios; y juzguemos sus acciones según esa ley, tal como está revelada en su santa palabra. Y, como en presencia de Jehová, “protestemos” solemnemente contra todas sus malas acciones. No permitamos que su profesión de políticos los encubra. Ninguna profesión debe proteger al hombre que la ejerce de las reprimendas de la ley divina…
No rehuyamos el cumplimiento de nuestro deber porque sea una tarea desagradable. Nos preguntan por qué nos metemos en asuntos que no nos conciernen. ¿Qué asuntos no nos conciernen? ¿No nos concierne la forma en que se administra el gobierno de Estados Unidos? En efecto, así es. Afirmo que tenemos, y debemos tener, tanto interés en el gobierno de este país como cualquier otro hombre. Es nuestro derecho. Si alguien lo discute, que muestre en qué hemos perdido los derechos y responsabilidades de ciudadanos estadounidenses. Amamos a nuestro país y, por lo tanto, nos preocupa profundamente el carácter de los hombres elegidos para gobernarnos, porque sabemos que «cuando los justos están en la autoridad, el pueblo se alegra; pero cuando los malvados gobiernan, el pueblo se lamenta». El honor de nuestro país es muy querido para nosotros y sabemos que «la justicia exalta a una nación y que el pecado es un reproche para cualquier pueblo». Estamos profundamente interesados en la prosperidad y permanencia de este gobierno y de todas sus virtuosas instituciones; pero sabemos que cualquier gobierno, y especialmente una república, debe sostenerse sobre la virtud, si es que se sostiene…
Observo, en conclusión, que estos zarzales políticos producen flores venenosas, en forma de periódicos anticristianos, en contra de la templanza y proesclavistas; y estas flores, al ser arrancadas, volarán, como las semillas de los cardos de Canadá sobre los vinos de tramontana, y tan infeccioso es su veneno, que dondequiera que caigan, si no producen náuseas, infaliblemente producirán enfermedades morales. Ahora bien, la única manera segura de evitar esta enfermedad moral, que estas flores están creadas para producir, es dejarlas sin arrancar para que se marchiten en las ramas que las llevan. En palabras sencillas, quiero decir que es el deber de todo hombre cristiano, el deber de todo buen ciudadano, rechazar una prensa política viciosa; que es un error alentar, apoyar o patrocinar de alguna manera a esos periódicos cuyas columnas están continuamente llenas de jerga de bar y cuyos editores se sienten en libertad incluso para atacar los caracteres privados de nuestros ciudadanos más dignos, y eso, además, con total desprecio de la verdad, y a menudo de la manera más escabrosa, imputándoles palabras que nunca pronunciaron y sentimientos que nunca sostuvieron. Tales periódicos ciertamente no son apropiados para ser recibidos en las familias cristianas y leídos por nuestros hijos, y me pregunto cómo los hombres cristianos, en conciencia, pueden suscribirse a ellos o anunciarse en ellos o, de alguna manera, apoyarlos o respaldarlos. Es nuestro deber dejar que estas flores de zarza se marchiten en las ramas que las soportan. Esto no solo hará que las flores sean inofensivas, sino que hará que las propias zarzas se marchiten; entonces, podrás arrancarlas más fácilmente de raíz y plantar en su lugar los cedros del Líbano, es decir, hombres intelectualmente altos y moralmente rectos, hombres fuertes, firmes, honestos e intransigentes, arraigados y cimentados en sus principios, hombres aptos para ser pilares en nuestro templo político y modelos de virtud para el mundo. Dios quiera que tales hombres sean promovidos para gobernar sobre nosotros y que todos los zarzales políticos sean arrancados de raíz, para que la existencia y el honor de esta república sean inmortales. Amén.
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Este fragmento, ha sido extraído del libro El libro del hombre (2022) de William J. Bennett, publicado por Bibliotheca Homo Legens.
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