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Hoy les ofrecemos este extracto del libro Educarse y educar de Alfredo Alonso-Allende. Educarse es mejorar, hacerse mejor. Es desarrollar las propias capacidades electivas y operativas –las virtudes propias– y, en consecuencia, mejorar la propia libertad, logrando así una personalidad de calidad. Educar es ayudar a otros a que decidan mejorarse, sin olvidar que cualquier educación comienza por la mejora de quienes se proponen educar, ya sean padres, profesores o amigos.
A lo largo de Educarse y educar, el autor va desgranando las virtudes principales que todo educador debería adquirir: profesionalidad, prudencia, amor a la justicia y a la libertad, optimismo, buen humor, capacidad de diálogo, comprensión, paciencia, capacidad de amar.
Actuar sin pensar es arriesgado
Habrá, por tanto, que lograr una suficiente conciencia de la situación personal, cultural y social en la que se vive (de las influencias a las que estamos sometidos) para poder, en todo momento, analizarlas con acierto y adoptar, consciente y libremente, las decisiones personales más adecuadas a las propias convicciones. Y así, acertar a vivir con una libertad inteligente.
Es necesario reflexionar para poder decidir con las propias convicciones. No limitarse a actuar. Los animales actúan determinados por sus instintos. Los seres humanos podemos discernir entre el bien y el mal, entre lo acertado y lo desacertado. Y, tras reflexionar, podemos decidir libremente y de acuerdo con motivos que fundamentan nuestras decisiones.
Ser animales racionales no nos garantiza que utilicemos la razón. Y, menos aún que la utilicemos bien. Nos advierte más bien que nos conviene utilizarla habitualmente porque, si no lo hacemos, es probable que nos vaya mal. Somos algo más que animales, pero podemos rebajarnos. Y a veces, lo hacemos, y actuamos sin pensar. Y así nos va.
De hecho, ocurre con frecuencia que los quehaceres cotidianos pueden ocultarnos los asuntos más importantes. Pensamos más sobre los objetivos inmediatos del día a día que sobre los importantes de la vida considerada como un todo. Conviene vencer la pereza y reflexionar, tanto sobre los quehaceres urgentes como sobre los importantes. Sobre el hoy, el ahora, y sobre el sentido (el fin) que doy a la propia vida.
Cuesta más pararse a pensar que dedicarse a actuar, porque pensar cansa y compromete, pero es necesario pararse a reflexionar de vez en cuando, porque actuar sin pensar es como «disparar sin apuntar». Muy arriesgado, porque sin pensar el fácil equivocarse de objetivo o de rumbo, y solo disponemos de una vida que… pasa.
Pensar que hay que pararse a pensar ya es un gran acierto.
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Este fragmento ha sido extraído del libro Educarse y educar (2022) de Alfredo Alonso-Allende, publicado por Bibliotheca Homo Legens.
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