La descomposición ecológica, feminista y fraterna de la vida religiosa

La descomposición ecológica, feminista y fraterna de la vida religiosa

DIARIO DE UNA FILOTEA

22 julio 2023

«Protejamos nuestras especies». Comisión Diocesana de Ecología Integral del arzobispado de Madrid (CONFER, Servicio de documentación Nº 236, Custodios de la biodiversidad).

Tomo prestado, con matices actuales, el título de la obra de Louis Bouyer La descomposición del catolicismo para referirme exclusivamente a lo que está ocurriendo en la mayoría de institutos de vida religiosa en nuestro país; visible desde hace décadas, sí, en el feminismo como en otros aspectos, pero convertido en algo ya absolutamente grotesco con el añadido de las últimas tendencias eclesiales: la ecología y la fraternidad universal. La Cigüeña de la Torre trata a menudo el tema de la progresiva desaparición de la vida religiosa, incluso con cifras, pero es que lo impensable, por patético, se vuelve realidad y existen estructuras diocesanas de “ecología integral” para la protección de las especies. ¿En serio? ¿Son biólogos u ostentan algún título específico que les capacite para tal ejercicio? 

El tema de la ecología es ciertamente lamentable, pero no es el único signo del vacío y la desorientación (en el sentido más cristiano de la palabra: de perder el “Oriente”, el Sol que nace de lo alto, Cristo nuestro Señor) en cierta vida religiosa, tanto activa como contemplativa, que la falta de vocaciones autóctonas desde el Concilio Vaticano II ha evidenciado ya en completa desnudez. Ocurre de hecho lo mismo que en el siglo: a falta de Cristo, a falta de fe, rellenamos con contenido de cualquier tipo que esté de moda. Que en el mundo ya se entiende que ocurra, por triste que sea, pero es que cuando ocurre en realidades eclesiales pone de manifiesto la falta de sentido de su existencia: ¿para qué estar en la Iglesia, profesar la vida religiosa, si no es el Dios Uno y Trino la realidad primera y última de tu vida? Y por eso están desapareciendo, con toda lógica ¿Qué persona que busque consagrarse a Dios querrá quemarse (que no inmolarse, muy distinto) ecológicamente, trabajando por la fraternidad universal, ayudando tan sólo materialmente a pobres e inmigrantes de otras culturas, sin que le preocupe comunicar la Verdad? ¿Quién, enamorada del Dios de la Biblia, deseará sustituir la oración, el diálogo con Dios, por el focusing monjil catalán, que se define como “esta habilidad de escuchar nuestras sensaciones corporales previas al conocimiento mental (…) y que parte de una premisa esencial: en el interior de cada persona hay una sabiduría que es mucho mayor que lo que puede saber con su jefe (sic); una sabiduría que es una corriente de vida con la que el focusing nos ayuda a ponernos en contacto y desplegarnos como lo que somos más auténticamente”? ¿Y el dulce huésped del alma que es el Espíritu Santo? La definición que los titulados en focusing hacen de la disciplina evidencia que ni siquiera es cristiano. ¿Algún obispo dando el alto porque se imparten talleres en monasterios y hay monjas tituladas en ello? ¿Algún superior religioso? ¿A alguien le hace falta hoy hacerse monja o religiosa para sentirse una mujer “liberada” y plena? ¿Qué persona con fe, que ame a la Iglesia, le arma una “revuelta de mujeres” pidiendo el fin del “patriarcado” y que las mujeres puedan predicar? Todo esto, presente en algunas órdenes y congregaciones femeninas españolas, espanta a las personas de fe católica llamadas por Dios a la consagración y atrae a la más variada fauna new age desnortada. Además de que en el tema del feminismo van con unos esperpénticos 50 años de retraso, no hace falta más que echar un vistazo a las fotos de las comunidades en cuestión. Porque esta “revuelta de mujeres” en la Iglesia “para una igualdad real”, cuatro señoras maduras con hábito y sin velo, por otra parte… ¿es que no saben que existen sectas protestantes, otras “iglesias” en las que pueden ya hacer todo esto que piden? ¿Por qué insisten en quedarse en la Iglesia Católica para intentar podrirla desde dentro? Y que Dios me perdone la falta de caridad.

Son más de seis tristes décadas y, a la vista de los resultados, desoladores, lo que más llama la atención es su incapacidad para hacer autocrítica. Hemos estado con monjas y religiosas achacando, como siempre, la falta de vocaciones a la secularización, a la falta de hijos en las familias; y mientras que, sociológicamente, se trata de algo incuestionable en Occidente, está claro que hay congregaciones y órdenes religiosas que sí crecen, a las que sí acuden vocativas. En el ámbito catalán concretamente, y conversando con unas religiosas dedicadas a la educación (todas jubiladas) y con monjas contemplativas (adivinen, de las pocas que quedan), hemos recibido las mismas respuestas: ellas, ancianas todas, sin vocaciones, saben lo que “las jóvenes de hoy” quieren, y es feminismo, libertad y cuatro tópicos más. Y al ser cuestionadas por el hecho de congregaciones de la enseñanza donde las religiosas visten hábito y son maestras u órdenes religiosas que viven según el carisma de sus fundadores sí reciben candidatas y crecen, han asumido y expresan sin rubor que las personas que acuden a esas comunidades son inseguras y débiles y buscan en comunidades más tradicionales unos valores y normas “firmes” que les hagan sentirse seguras. Además de estar ¿sorprendentemente? en línea con el discurso sobre los indietristas, es curioso que coincidan en este análisis que es, más bien, una excusa.

Hay diferencias entre las congregaciones y órdenes femeninas y las masculinas, pero también hay situaciones actuales que se explican por las relaciones entre ellos en las difíciles décadas de los 1970s y 1980s. Por ejemplo, congregaciones religiosas femeninas dedicadas a la educación de niños, con misiones en países iberoamericanos. Religiosas ahora jubiladas, de vuelta en España, sin ningún signo externo que las identifique como religiosas, viviendo en pisos, siguen reproduciendo los argumentos de la teología de la liberación… Y todo se entiende cuando explican que en los años que sirvieron en los países de misión trabajaron mucho junto a los sj. Pocos religiosos más destructivos que estos en la segunda mitad del siglo XX, por cierto, y lo que llevamos del XXI. 

¿Es mala fe? En el caso sj, no me atrevo a opinar. Hay situaciones que parecen producidas por el deseo de volar la Iglesia desde dentro. Pero, en cuanto a las religiosas, y también las monjas contemplativas, por mucho más “intelectuales” y formadas que éstas se crean (algunas de éstas con o sin hábitos y siempre sin velo), lo más triste es que en el caso de muchas de estas mujeres consagradas ha habido buenas intenciones y, sobre todo, mucha ignorancia y falta de criterio. Entraron en la vida religiosa con una fe inocente y poca formación, y acabaron deformadas. Wanderer tiene algún artículo muy certero al respecto; éste, especialmente doloroso: http://caminante-wanderer.blogspot.com/2019/07/arboles-de-otono.html 

Será ley de vida y la historia de la Iglesia es testimonio de ello. Los institutos nacen, viven y mueren. Lo triste es la agonía, la descomposición aún en vida, la muerte lenta en la que muchos de ellos se encuentran. Y tan contentos y escandalizando la fe de los pequeños. Eso es lo peor. Y, mientras, otros institutos nacen y crecen. Hay casos y casos, como unas hijas de santa Teresa de cuyo nombre no quiero acordarme y Dios sabe a qué se debe su crecimiento. Y otros, en el silencio, en lo escondido (las catacumbas son necesarias en esta Iglesia de hoy) dan frutos de santidad en el amor y la fidelidad a Cristo y la Iglesia Católica Apostólica.

Y, ya puestos, no olvidemos que mañana tenemos el deber de votar como católicos. 

 

Filotea 

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