(Michael D. O’Brien en Il Timone)-¿Realmente están a punto de pulsar el botón de «reset»? Pero, ¿quién lo está haciendo? He aquí la respuesta del conocido escritor católico canadiense, cuya nueva novela Il Timone publica para Italia.
La proliferación de las crisis en todo el mundo -algunas reales, otras infladas o groseramente distorsionadas por los medios de comunicación- ha creado una especie de tormenta psíquica en muchos individuos y en la mayoría de las naciones. La guerra en Ucrania, la pandemia del COVID, la inestabilidad económica, los frentes socio-revolucionarios como el transgenerismo, el transhumanismo y unos cuantos «ismos» tóxicos más, las poderosas figuras mundiales maniobrando para presionar el botón de “reset” global, los escándalos y la confusión en la Iglesia, etcétera. La tormenta perfecta, podríamos decir. Todos estos fenómenos son, en parte, producto del pecado difundido por agentes humanos y en parte debidos a oscuras fuerzas espirituales. El demonio está desatado porque sabe que le queda poco tiempo. El efecto acumulativo es el de sumirnos en un sentido distorsionado de la realidad. Tanto si huimos de las amenazas como si quedamos paralizado por ellas, de un modo u otro estamos hipnotizados. Es natural reaccionar ante situaciones peligrosas con la llamada reacción de «ataque o huida». Este instinto es inherente a nuestro ser por el principio de autoconservación. Todos los seres vivos poseemos parte de él. Sin embargo, puesto que los seres humanos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, estamos llamados por Él a responder a las crisis como hijos de la luz.
Sin descuidar las medidas razonables que hay que tomar en un mundo siempre peligroso (y sublimemente bello), nuestro estado interior debe ser siempre el de la Verdad y el Amor, integrados en un todo único. Nuestro cometido consiste en mantener la paz interior a través de la oración constante, permitiendo que el Espíritu Santo nos moldee cada vez más en el camino de la entrega total a la Providencia divina. Este tipo de abandono nunca es renuncia; no es pasividad, ni indiferencia, ni negación. Es un santo desprendimiento, aunque sigamos realizando las tareas propias de nuestra vocación y de las misiones que tenemos en la vida.
¿Qué hacer?
Sin embargo, la pregunta que surge es: ¿qué se entiende por «razonable» en tiempos como estos? Las precauciones razonables durante la peste negra, la gran depresión o la Segunda Guerra Mundial variarían también en función de la posición de cada uno en la vida, de si se tiene familia o se es soltero, de si se trabaja o no, de si se vive en el campo o en la ciudad, etc. Nunca existirá un mapa detallado o un manual de supervivencia que nos guíe, sin fallar nunca, en tiempos de crisis. El intento de encontrar un remedio mágico (incluso una supuesta magia racional) puede ser una forma encubierta de gnosticismo pagano, aunque inmerso en agua bendita, por así decirlo. Aunque el conocimiento es bueno en sí mismo, no puede salvarnos por sí solo. Tampoco puede salvarnos la razón por sí sola. Ni la acumulación de recursos materiales. Todas estas cosas pueden darnos, durante un tiempo, la ilusión de dominar situaciones amenazadoras, reforzando nuestra sensación de seguridad y el sentido más sutil e inconsciente de autosuficiencia. Sin embargo, al final, cualquier intento de vivir en el reino del yo autónomo nos servirá de poco o nada.
«Pero, ¿qué tengo que hacer?», te preguntarás angustiado. Cumple con tu deber realizando las tareas que se te han encomendado, cumple con tus responsabilidades, con tu vocación. Ama a las almas que has traído al mundo y a las almas que Dios trae a tu vida.
Busca la paz que el mundo no puede dar. Trabaja y reza. Intenta transformarlo todo en oración.
Invoca continuamente al Espíritu Santo por el don sobrenatural de la esperanza, que no es ni un optimismo superficial ni un pesimismo aterrador. Pide la luz de Dios sobre lo que debes hacer en cada una de tus situaciones, día a día. Ofrece esta oración con total sinceridad. Con gran sencillez. Con corazón de niño.
Con esta práctica, renovada cada vez, tu carácter se forma y se fortalece. Así te conviertes en lo que eres. Así te conviertes en más de lo que crees ser. Y de esta forma se invierte el equilibrio del mundo.
Levantaos, alzad la cabeza
Sí, sé consciente de las diversas fuerzas que se están reuniendo, paganas y cada vez más anticristianas, pero no te dejes hipnotizar por nuestro enemigo ancestral, el diablo, a quien las Escrituras llaman la «serpiente astuta», la más sutil de las criaturas. Como las verdaderas serpientes, este trata de paralizar a sus víctimas potenciales con el terror, inundando nuestras mentes con escenarios oscuros, tratando de convencernos de que ha vencido y así desanimarnos por completo, para poder devorarnos más fácilmente.
En la audiencia general del 11 de mayo de 2005, pronunciada pocos días después de su elección al pontificado, el papa Benedicto XVI dijo: «La historia no está en las manos de potencias oscuras, de la casualidad o únicamente de las opciones humanas. Sobre las energías malignas que se desencadenan, sobre la acción vehemente de Satanás y sobre los numerosos azotes y males que sobrevienen, se eleva el Señor, árbitro supremo de las vicisitudes históricas. Él las lleva sabiamente hacia el alba del nuevo cielo y de la nueva tierra, sobre los que se canta en la parte final del libro con la imagen de la nueva Jerusalén (cf. Ap 21-22)».
El salmo 56 tiene mucho que enseñarnos sobre nuestra condición humana. Junto con toda la Iglesia, recemos a menudo las palabras de David: «Oh Altísimo, cuando tengo miedo, en Ti confío». Y guardemos en el corazón, en la mente y en el alma las palabras de Jesús en los Evangelios sobre los tiempos de triunfo que se avecinan: «Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación» (Lc 21, 28).
No miremos hacia abajo con consternación, sino alrededor nuestro con conciencia. Sobre todo, miremos hacia arriba con esperanza, manteniendo los ojos de nuestro corazón en el horizonte verdadero: el Señor viene. Está cerca.
Publicado por Michael D. O’Brien en Il Timone
Traducido por Verbum Caro para InfoVatiana
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