Nada de extraños chiringuitos, de financieras más o menos oscuras: todo el patrimonio inmobiliario de la Santa Sede, muy considerable, deberá ser gestionado a partir de ahora por el Instituto para las Obras de Religión, el banco vaticano.
Mediante un breve rescripto publicado en el órgano oficial del Vaticano, L’Osservatore Romano, el Papa ha decretado que el Instituto para las Obras de Religión (IOR) tiene competencia exclusiva para la gestión y que los dicasterios, oficinas y organismos afines de la Santa Sede deben transferir allí todos los activos financieros y la liquidez.
El IOR tendrá jurisdicción exclusiva sobre la gestión de los bienes y se convertirá en el custodio de todo el considerable patrimonio inmobiliario de la Santa Sede y de las instituciones asociadas.
Francisco establece que el rescripto «tiene el carácter de una interpretación auténtica de las disposiciones vigentes y tiene una fuerza firme y estable, no obstante cualquier cosa en contrario, aunque sea anterior al rescripto o se refiera específicamente a cosas especiales». El punto central del texto papal es el artículo 219, párrafo 3 de la Constitución sobre la Curia Praedicate evangelium, que debe interpretarse «en el sentido de que la actividad de gestor patrimonial y custodio del patrimonio mueble de la Santa Sede y de las instituciones vinculadas a la Santa Sede es responsabilidad exclusiva del Instituto para las Obras de Religión».
Por ello, la Santa Sede y las instituciones afines «que posean activos financieros y activos líquidos, cualquiera que sea la forma en que los tengan, en instituciones financieras distintas del IOR, deberán informar al IOR y transferirlos a este lo antes posible en un plazo de 30 días a partir del 1 de septiembre de 2022». El rescripto papal entra en vigor inmediatamente, con su publicación en el diario de la Santa Sede.